ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La sombra de Donald Trump: un país que mira menos al Atlántico

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Los aliados europeos celebrarán el aniversari­o de la Alianza con la certeza de que no pueden seguir dependiend­o de EE.UU.

Desde su fundación, la defensa era un área tabú en la UE que además se considerab­a redundante con la OTAN

Cuando en 2009 Javier Solana dejó el puesto de Alto Representa­nte de la política exterior común de la UE, después de diez años en el cargo, había logrado vencer las resistenci­as de varios países para crear un modesto estado mayor europeo. Quince años después, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto abiertamen­te la creación de un puesto de comisario de Defensa para la Unión.

La defensa había sido un área en la que la UE renunciaba a entrar desde su fundación, un tabú que se mantenía sólidament­e gracias a que casi todos los miembros lo son también de la OTAN. Sin embargo, las vicisitude­s de la política de Estados Unidos, el gran socio de la Alianza, y la brutal invasión rusa de Ucrania han hecho cambiar completame­nte la visión de todos

Hace hoy 75 años, Harry Truman, presidente de EE.UU., observó cómo su secretario de Estado, Dean Acheson, estampaba su firma en el Tratado del Atlántico Norte, que creaba la OTAN. Lo hizo junto a los otros once países fundadores –Reino Unido, Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Canadá, Italia, Portugal, Noruega, Dinamarca e Islandia– en el Departamen­tal Auditorium de Washington. «Con este pacto, esperamos crear un escudo contra las agresiones y contra el miedo a la agrelos europeos y ahora pocos dudan ya de que la UE necesita tener cuanto antes una defensa propia que le garantice al menos su protección, dado que la OTAN ha dejado de ser percibida como una garantía absoluta.

Evitar duplicidad­es

Después de haber sido también secretario general de la OTAN, desde su puesto en la UE, Solana tenía la convicción de que los europeos necesitaba­n cierta proyección militar colectiva para ser creíbles en la escena internacio­nal, aunque no todos los países estaban de acuerdo, sobre todo aquellos con una vinculació­n más estrecha con la OTAN como el Reino Unido. De hecho, el principal asunto del debate sobre la defensa europea siempre ha sión, un baluarte que nos permitirá dedicarnos a las tareas verdaderas del gobierno y de la sociedad, la tarea de conseguir una vida más completa y feliz para nuestros ciudadanos», dijo entonces Truman.

Ese escudo ha tenido desde entonces muchas caras –miles de tropas en Europa, amenaza nuclear, distensión diplomátic­a, agresivida­d dialéctica– pero ha estado centrado en hacer frente a la amenaza del Este –en la piel de la Unión Soviética y de Rusia tras su descomposi­ción– y en mantener la influencia de EE.UU. en la otra orilla del Atlántico. Truman también dijo aquel día que el tratado era un documento «simple»: en esencia, mantener los principios de sido la definición las relaciones de esa defensa europea con la Alianza Atlántica, con la idea de evitar duplicidad­es y reiteracio­nes en un campo en el que los países ya llevaban décadas reduciendo sus presupuest­os. También la OTAN había intentado establecer una atmósfera de cooperació­n con la Rusia que se estaba recuperand­o del derrumbe de su imperio soviético a través de lo que se llamó la Asociación para la Paz, donde podían cooperar la Alianza y todos los países de la antigua órbita de Moscú.

Pero poco a poco, la Europa oriental se fue deslizando hacia la OTAN y uno tras otro todos los países fueron ingresando en la Alianza como paso previo a la Unión Europea, mientras Putin endurecía sus ambiciones imperiales. La cumbre de la Alianza en Bucarest en 2008, a la que se invitó al propio dictador ruso, significó el comienzo del fin de ese proyecto, cuando los aliados dejaron claro que, en contra de la opinión de Putin, Ucrania sí tenía un sitio en la organizaci­ón, aunque no se atrevían a ponerle fecha.

Desde entonces, las tensiones entre Rusia y la OTAN no dejaron de aumentar hasta la desaparici­ón de todos los puentes que se habían tendido para garantizar una coexistenc­ia pacífica. Los últimos lazos eran los económicos, significad­os por el suministro de gas ruso a buen precio, sobre todo a través de la recién creada Organizaci­ón de Naciones Unidas, establecer consultas si existen amenazas para alguno de los miembros y acudir en ayuda, el conocido artículo 5, si uno de ellos es atacado. Pero que «si hubiera existido en 1914 y 1939, creo que hubiera evitado los actos de agresión que llevaron a las dos guerras mundiales». La alianza militar fue la respuesta geoestraté­gica de Washington a la situación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial: los países occidental­es destrozado­s por el conflicto, los orientales controlado­s por la Unión Soviética, y con la amenaza de ampliar su dominio al resto del continente.

La OTAN se amplió, la URSS respondió con el Pacto de Varsovia y el munlos polémicos gasoductos construido­s por Alemania con la esperanza, que después se revelaría infundada, de que el dinero aplacaría al Kremlin.

Un año después, a finales de 2009, entró en vigor el Tratado de Lisboa en el que los europeos quisieron incluir una cláusula de defensa mutua en el artículo 42.7, como un espejo del artído vivió durante décadas la Guerra Fría, con la amenaza de un conflicto nuclear desastroso. Fue una manera de vivir en guerra sin estar en guerra, con subidas y bajadas de la tensión, con una ampliación progresiva de la Alianza Atlántica favorecida por la descomposi­ción de la URSS a comienzos de la década de 1990.

Nueva era

La caída del ‘telón de acero’ supuso la incorporac­ión de muchas exrepúblic­as soviéticas a la OTAN e incluso un acercamien­to hacia Rusia. También, un cuestionam­iento de la necesidad de la alianza militar en ese contexto.

Hoy eso ya no se cuestiona: la agresivida­d de la Rusia de Vladímir Putin se percibe como una amenaza cada vez más cercana a los países europeos. Lo que se cuestiona es cómo hacer frente a la amenaza. En especial, desde EE.UU., el pilar militar de la Alianza. En la semana del aniversari­o de la firma del tra

culo 5 del Tratado de Washington, en la que se establece que «si un país de la UE es víctima de una agresión armada en su territorio, los demás países de la UE tienen la obligación de ayudarle y asistirle con todos los medios a su alcance». Aún entonces, la mención pareció completame­nte superflua y solo se consideró teniendo en cuenta que algunos de los miemtado de la OTAN, el sucesor de Acheson, Antony Blinken,lik se hha reunidoid en Bruselas con sus homólogos de la Alianza para celebrar los 75 años. Sobre la mesa, un asunto que deja en evidencia las griebros de la UE no lo eran de la OTAN. Los autores de ese artículo estaban lejos de imaginar que unos años más tarde, en la cumbre de la OTAN que se celebró en Bruselas en 2018, Donald Trump le llegaría a proponer abiertamen­te a su consejero de seguridad, John Bolton, que Estados Unidos se retirase de la organizaci­ón dado que a su entender no obtenían beneficios de lo que invertían en defensa común. tastas que le han salisalido al escudo del que hablaba TrumTruman en 1949: las nnegociaci­ones para establecer un sisistema de entregatre­ga de armas a UcraUcrani­a, que incluiríac­luiría un fondo de 100.0100.000 millones de dólares,dól ‘a pruebba ded Donaldld Trump’. Ell expresiden­te de EE.UU. es de nuevo candidato a las llaves de la Casa Blanca y va por delante en las encuestas de su mismo rival

En aquella ocasión, el norteameri­cano fue muy grosero en términos diplomátic­os y aunque no llegó a tomar esta decisión, dejó a los aliados europeos un amargo sabor de boca. La idea de que Estados Unidos pudiera dejar a sus aliados en la estacada puso los pelos de punta a toda la UE y si la victoria de Joe Biden en las siguientes elecciones parecía favorecer que todos pasasen página, la invasión rusa de Ucrania ha terminado por dejar claro que la UE debe construir a marchas forzadas una defensa propia.

Disuasión nuclear

Los países como Polonia y los bálticos que llevaban décadas advirtiend­o a los demás sobre la verdadera naturaleza del régimen ruso son ahora escuchados con atención. Finlandia y Suecia que tenían a gala mantenerse fuera de la OTAN se han apresurado para ingresar en la Alianza, y Francia se prepara para ser la última etapa de la disuasión nuclear para toda la UE. El llamado Fondo para la Paz de la Comisión Europea, que se creó para tratar de prevenir conflictos, se ha ampliado y se dedica ahora a comprar municiones y armamentos para Ucrania y con más ahínco después de que en Estados Unidos los republican­os partidario­s de Trump bloqueen el dinero para hacer lo mismo. en 2020, Joe Biden. Trump ha dado muestras de que con él se acabarán los cheques en blanco a Ucrania y ha mantenido un discurso intimidato­rio con sus aliados de la OTAN. Como presidente, amenazó con la salida de EE.UU. de la OTAN –en esencia, la desaparici­ón de la alianza militar– porque muchos miembros no cumplían con las exigencias del 2% de presupuest­o para Defensa. Como candidato, ha endurecido el discurso. En febrero dijo que animaría a Rusia a «hacer lo que demonios quiera» con los miembros «morosos» de la OTAN. Además, no ha ocultado su inclinació­n por un acuerdo con Putin sobre Ucrania favorable para Rusia.

Los aliados de EE.UU. en la OTAN ven en Trump un agente de inestabili­dad y en su posible victoria en noviembre una señal de alerta: las posiciones del expresiden­te sobre la Alianza son populares en sectores amplios del partido republican­o, en los que cada vez se per

Sin embargo, la UE no deja de tropezar en sus propios defectos ni en estas circunstan­cias. Los líderes acordaron entregar un millón de obuses de artillería a Ucrania en un año y las discusione­s políticas por un lado y la constataci­ón de que la industria militar europea estaba literalmen­te dormida han sido como una ducha de agua fría para todos, sobre todo para los ucranianos que no han visto cumplida esta promesa ni de lejos. Ha sido la República Checa la que ha puesto sus propios medios para encontrar en cualquier parte del mundo esta munición lo que permitirá que se cumpla esta promesa, aunque sea con casi un año de retraso.

Por estas razones, el pasado 19 de marzo, en su carta de invitación para el Consejo Europeo que debía celebrarse dos días después, el presidente Charles Michel lo explicó de forma tajante. Ante la evidencia de la amenaza que supone la Rusia de Putin, hizo un llamamient­o a los europeos a asumir sus responsabi­lidades en estos momentos cruciales. «Debemos prepararno­s para la defensa y pasar a una economía de guerra. Ha llegado el momento de asumir la responsabi­lidad por nuestra propia seguridad» puesto que «ya no podemos contar con otros o estar a merced de los ciclos electorale­s en EE. UU. o en otros países».

Stoltenber­g: «Un ataque a un aliado sería un ataque a todos» Los ministros de Exteriores campaña electoral presidenci­al. aliados celebran en la capital El ambiente, de todos modos, es belga un Consejo Atlántico tan extraño que al comienzo de ordinario dedicado, además de la reunión de ministros, el la conmemorac­ión del 75 secretario general, Jens Stoltenani­versario del Tratado de berg –cuya sucesión sigue Washington, sobre todo a siendo un tema pendiente– reafirmar el apoyo de la OTAN a consideró necesario recordar Ucrania y a la preparació­n de la que la OTAN «fue fundada bajo cumbre de este verano que se la simple y solemne promesa de celebrará precisamen­te en que un ataque a un aliado es un Washington en vísperas de la ataque a todos».

cibe menos la seguridad de los aliados europeos como un asunto prioritari­o para EE.UU. Trump se ha acercado al discurso ‘antiglobal­ista’ y se ha peleado con los sectores convencion­ales del partido republican­o, al que pertenecía­n los altos cargos de su Administra­ción en materia de seguridad internacio­nal,

Entre otros, se ha enfrentado al que fuera su secretario de Defensa; su secretario de Estado, o su asesor de seguridad nacional. Con Trump, es necesario separar las palabras de las acciones. Durante su presidenci­a, no retiró a EE.UU. de la OTAN, ni redujo su financiaci­ón e incluso la alianza se amplió con dos miembros. En esos cuatro años, no hubo guerras y él siempre dice que se debió a su gestión. Si regresa a la Casa Blanca en noviembre, recibirá un mundo en conflicto: la guerra de Ucrania, las ambiciones de Putin, la guerra en Gaza o la agresivida­d de China en la región Asia-Pacífico.

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// AFP El secretario general, Jens Stoltenber­g
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ABC // Firma del Tratado del Atlántico Norte en 1949 en Washigton

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