ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
«JOSÉ ANDRÉS FOR PRESIDENT». EL CHEF ESPAÑOL QUE ENAMORÓ A AMÉRICA
Renunció a una vida de lujo que ya tenía hecha para llevar comida a víctimas de catástrofes humanitarias, y de ahí pasó a llevar ayuda a los conflictos de Ucrania y Gaza. Tras la muerte de siete voluntarios por un ataque de Israel, el mundo le escucha
dar un breve paseo para ofrecer una corta entrevista a ABC. Fue prácticamente imposible avanzar. Muchas personas que estaban en línea esperando para recibir su bolsa de comida gratuita se acercaron para saludarlo, pedirle selfis y darle abrazos, expresándole su agradecimiento. Algunos diputados que habían venido a ayudar a distribuir la comida como voluntarios observaban la escena, con una mezcla de sorpresa y lo que parecía cierta envidia sana, impresionados por su popularidad. Un tipo se acercó con su hijo de la mano y exclamó: «¡José Andrés for president!».
«For president», no. José Ramón Andrés Puerta, quien nació en Mieres, en 1969, no cumple con el requisito constitucional de ser ciudadano nato de los Estados Unidos para presentarse a la Presidencia. Se convirtió en ciudadano estadounidense por naturalización el 4 de julio de 2014. Desde entonces, sí puede optar a otros cargos públicos. De hecho, ha surgido una propuesta muy popular en la capital para que se presente como senador por Maryland, estado donde reside. Es un rumor que gana fuerza desde que empezara a destacarse más por su labor como activista humanitario que por su carrera como chef, que ya de por sí era bastante exitosa.
Así, se movilizó en los dos mayores conflictos de años recientes, el de Ucrania y el de Gaza. En este último, el lunes 1 de abril, un convoy de la organización de José Andrés World Central Kitchen fue atacado por un dron israelí, lo que causó la muerte de siete de sus trabajadores. La comunidad internacional se movilizó para apoyarle. Israel destituyó a dos comandantes. Joe Biden le llamó y después le lanzó a Benjamin Netanyahu un ultimátum para que permita entrar a la Franja la ayuda humanitaria.
Al inicio de la presidencia de Barack Obama, José Andrés ya se había establecido en Washington como un defensor de la cocina española, empeñado en asegurarle el lugar que le corresponde en el escenario culinario de Estados Unidos, históricamente dominado por cocinas como la italiana, la francesa o la india. Desde su llegada a la capital en 1991, se sintió atraído por el dinamismo
del empresariado estadounidense y se fijó el objetivo de integrar platos como el pulpo a la gallega, la tortilla de patatas y las croquetas dentro del repertorio gastronómico gringo. Fundó Jaleo, una cadena consagrada a la cocina española con la que llevó la paella con denominación de origen hasta a Las Vegas. Amplió la fusión a oriente, con China Poblano, y a los aromas mediterráneos, con Zaitinya. Los Obama le abrieran lo Casa Blanca y le reservaran su propio espacio en el jardín presidencial para un huerto con su nombre, algo con lo que pocos chefs habían soñado antes. A semanas de irse de la Casa Blanca, Barack Obama le concedió la Medalla de las Humanidades, un galardón reservado a los titanes de la cultura americana: Harper Lee, Maya Angelou, Steven Spielberg. Y desde 2016, José Andrés.
Pero más que su trabajo a favor de una alimentación saludable, fue el hecho de movilizarse para alimentar a los castigados funcionarios durante el cierre gubernamental de la era Trump lo que encumbró a José Andrés en Washington. Fueron a visitarle a su cocina algunos de los políticos de mayor renombre en la capital federal, encabezados por la entonces presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi. Le invitaron a testificar en el Capitolio, le consultaron sobre políticas alimentarias y al llegar a la Casa Blanca,
Puertas abiertas en la Casa Blanca TRAS GANAR LAS ELECCIONES, OBAMA LE CEDIÓ UNA PARTE DEL JARDÍN DE LA CASA BLANCA PARA UN HUERTO COMO SÍMBOLO ALIMENTARIO
Joe Biden le nombró asesor en nutrición y deporte.
Desde aquella gesta de José Andrés, alimentar a los americanos en el corazón de su capital en tiempos de gran angustia e incertidumbre en 2019, las presiones para que se presente a cargo oficial han ido aumento. Es un rumor persistente, que los periodistas le plantean repetidamente, y que por ejemplo sobrevoló en su intervención el año pasado en uno de los podcasts políticos más escuchados e influyentes, ‘Pod save America’, durante una grabación con público en un teatro en Washington.
El chef se sacudió las preguntas con una sonrisa y reiteró su compromiso con su labor humanitaria por encima de la política. Dijo que tal vez se plantee lo de ir al Capitolio en un futuro incierto, y siempre como candidato independiente, sin casarse con partido alguno. En aquella entrevista, por cierto, José Andrés eclipsó a la gran estrella demócrata del momento, el senador Jon Fetterman, y dio unos pases de toreo sobre el escenario tras proclamar: «I’m just a Spanish guy», «no soy más que un tipo de España».
Aun así, a pesar de que se define siempre como solo un chef que quiere ayudar, algunas de las decisiones de José Andrés le han colocado en el vórtice de las bravas aguas políticas de EE.UU. En 2017, el chef se retiró unilateralmente de un contrato con para abrir un restaurante en el Hotel Internacional Trump en Washington, tras los comentarios despectivos del que iba a ser presidente sobre los mexicanos. Aquello marcó un punto de inflexión. El pleito duró dos años, acabó con una indemnización y resaltó la firme postura del chef en lo que respectaba a sus principios declarados. En la era Trump, José Andrés fue así símbolo también de la resistencia.
Hubo aquel mismo año dos imágenes que pusieron de relieve el contraste entre el poder y aquella resistencia. Tras el paso del huracán María por Puerto Rico, con casi 3.000 muertos, el presidente Trump hizo una visita a San Juan y, en señal de solidaridad, les tiró desde la distancia rollos de papel higiénico a los trabajadores humanitarios. José Andrés se mudó, con su ya sempiterno chaleco de pescador y su gorra, a vivir en la isla con sus trabajadores humanitarios, cocinando y sirviendo comida, abrazando a los desplazados, privado de descanso y comodidades.
El chef suele decir siempre que aquel huracán fue un punto de inflexión en su vida. Antes ya había sido alguien interesado en ayudar a los demás, tras haberse hecho un nombre en EE.UU. como gran descubridor de la comida española por medio de Jaleo y otros restaurantes hermanos de fusión latina, asiática y mediterránea.
La idea de fundar la organización World Central Kitchen la tuvo en 2010, al visitar un campamento de refugiados por un terremoto en Haití. Los desplazados le enseñaron a preparar frijoles al estilo de allí, y al probarlos tuvo la idea: preparar comidas que a las víctimas de los desastres naturales y otras catástrofes les fueran familiares. No sólo cocinaría: ayudaría a construir escuelas y preparar a cocineros, para que la alimentación saludable y nutritiva se consolidara en las comunidades afectadas.
Tras fundar World Central Kitchen se movilizó tras un huracán en Houston e incendios en California. En esas crisis se convenció, como él suele decir, de que «los chefs son personas de acción». En principio fue a Puerto Rico pensando preparar comida para unas 3.000 personas en unos pocos días. Al ver tanta miseria y devastación, cambió de planes. Se quedó, comenzó a buscar fuentes de alimentos, a localizar cocinas, a movilizar a otros chefs sobre el terreno. Cocinaron sancocho —guiso de cerdo, maíz y yuca— y en ocho meses prepararon más de 3.5 millones de comidas para los afectados. Los portorriqueños le adoran tanto como detestan las imágenes de Trump lanzando rollos de papel.
Al regresar a Washington de Puerto Rico, José Andrés no era ya el mismo. La fama ya la había tenido. No le cambió que la revista ‘Time’ le declarara en 2018 una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Su plan era poder ayudar a más gente, en más crisis, a través de la comida. World Central Kitchen se convirtió en un imán para quienes querían que sus donaciones dieran resultados tangibles, pronto, y que no quedaran en vagas promesa de ayudas a futuro. Esa organización recaudó casi 30 millones de dólares en 2019, y 250 millones el año siguiente.
Su papel en Ucrania
Cuando estalló la guerra en Ucrania, sumó a los desastres naturales la gran catástrofe de la guerra. Llevó a sus equipos hasta el corazón de Ucrania, se vio con Volodimir Zelenski, recibió hasta la visita de Biden en uno de sus centros de ayuda en Polonia. Según dijo entonces a este diario, la de Ucrania era la mayor operación de ayuda alimentaria en ese país, armada sólo días después de que comenzara la invasión rusa y sirviendo 235 millones de comidas en unos meses.
Después llevó Gaza, y tras largos meses de escalada, de presiones sobre Israel que parecían no mover a Netanyahu, a pesar de los miles y miles de civiles muertos, las denuncias de José Andrés comenzaron a mover las cosas. La Casa Blanca se manifestó indignada. Netanyahu pidió disculpas. El efecto de sus denuncias, el hecho de que el poder le escuche tan atentamente, lo explicó de este modo el senador John Hickenlooper: «Podría haber vivido una vida de lujo, pero en cambio está por ahí alimentando a los que lo necesitan. Es alguien a quien realmente le importa».
Antes de que su fichaje reventara el consejo de administración de RTVE, mucho antes de que se convirtiera en el cómico de referencia de los jóvenes, antes incluso de que las revistas del corazón lo sacaran en sus páginas con actrices o tenistas, al principio de todo, el nombre de David Broncano ya se coló en un despacho oficial. Era julio de 2010, y el embajador español en Paraguay, Miguel Ángel Cortizo Nieto, tuvo que pedir disculpas «muy indignado» por lo que habían hecho «unos descerebrados». En realidad, era uno: David Broncano, un chaval nacido en 1984 en Santiago de Compostela y criado en Orcera, una pequeña localidad jienense donde creció junto a su hermano Daniel y sus padres, Javier e Isabel (profesora de matemáticas y directora del colegio donde estudiaron). Por entonces, verano de 2010, la selección española de fútbol se jugaba hacer historia en el Mundial. En esas, en ‘UAU!’ (Cuatro), el programa presentado por Santi Millán que duró apenas un suspiro, David Broncano apareció disfrazado de niña. De niña paraguaya. De niña paraguaya pobre apadrinada por el presentador español: «Tengo seis años y llevo desde los cinco trabajando en un vertedero», decía Broncano, ataviado con una peluca, cejas gigantes, nariz de goma y la camiseta de Paraguay, la selección contra la que iba a jugar España al día siguiente. «Ahora los españoles nos quieren ganar. ¿Es que acaso no tuvieron suficiente? Vinieron aquí a quitarnos el oro y las patatas. Y a mi bisabuela la violó Hernán Cortés… Mi familia ha tenido que vender la llama y el manatí sólo para que yo pueda tener una camiseta de la selección paraguaya de fútbol». Fue denunciado y le montaron un escrache en lo que por entonces era la red social de moda, Facebook: «Contra la xenofobia de David Broncano», llamaron a una web.
Desde aquel chiste «xenófobo» hasta, según ha trascendido, ser el humorista favorito de Moncloa para pelear la audiencia a Pablo Motos han pasado muchas cosas. Algunas buenas, otras complicadas, pero Broncano ha salido siempre indemne de todas, impermeable a la crítica, con una capacidad innata de hacerse amigo de la gente de la que se ha reído o de los que le han insultado. Un ejemplo: cuando Broncano ya era el referente de los hombres milenial con ‘La vida moderna’, el programa que lo catapultó mucho antes de que ‘La resistencia’ lo hiciera «estrella de Youtube», las cómicas de ‘Deforme semanal’ lanzaron una campaña contra el humor «machirulo y rancio» de ‘La vida moderna’. Lejos de hacerle daño, acabó arreglando el ‘ beef ’ y años después las invitaría a su programa de Movistar para preguntarles eso por lo que muchos lo conocen a través de Twitter: ¿cuánto dinero tienes y cuánto sexo has practicado este último mes? Esas mismas preguntas se las hizo a María Teresa Campos, con la que acabó teniendo una buena amistad pese a la diferencia de edad, y a Bertín Osborne, del que el humorista alguna vez utilizó ‘ Yo debí enamorarme de tu madre’ para hacer mofa y que, sin embargo, acabaron tan amigos que Bertín le regaló una yegua en 2022.
Antes de llegar a sus últimos años, ya parte del ‘star system’ mediático, hay que viajar a sus orígenes en la televisión. Fue en 2008 y, de nuevo, con un chiste por el que hoy alguno le pediría la cancelación. Solo había grabado dos monólogos y su gran ‘punch line’ era una fantasía: «Quiero tener un mayordomo enano nepalí». David Navarro, veterano cómico que por entonces coordinaba a los monologuistas de Paramount, la cadena temática que fue cantera de todos los que hoy siguen en activo, apostó por aquel chaval que era capaz de inventar personajes y dibujar escenas… Y todo con un acento «rural» que los Chanantes acababan de poner de moda y un nerviosismo del que hizo marca registrada, tanto como sus manos sudorosas, de las que se operó de hiperhidrosis en 2020. Otra escena demuestra su talento. En 2012 se fue a Londres al lugar más difícil para un cómico: The Comedy Store. Allí, el público puede echarte del escenario nada más subir, o al minuto. Esa es la norma. Pero un chaval con pinta de pringado de Orcera se subió, cogió el micrófono y en un inglés con acento de Jaén aguantó hasta el final con una serie de chistes sobre la Torre de Londres y lo pobre que éramos los españoles que los embaucó. «Me quisieron cobrar 22 libras por entrar en la torre... Pero si ese es mi salario en España... ¡Y soy
cirujano!». Un talento indiscutible ese de saber qué decir, dónde hacerlo y manejar el cómo.
Sus amistades
David Broncano encontró padrino rapidísimo, alguien con quien tuvo un «bromance» súbito y al que años después, ya consagrado, le devolvió más de un favor, como legarle en Movistar el programa ‘Locomundo’. Es Héctor de Miguel, conocido como ‘Quequé’. En 2008 el salmantino dio el salto de ‘partenaire’ a presentador con ‘Estas no son las noticias’, en Cuatro, y apostó por aquel jovencísimo David Broncano. El programa fracasó pero salió un círculo de amigos que nunca abandonaron al jienense. Se juntó a ilustres nombres como Javier Coronas o Dani Rovira. Años después se uniría Ignatius Farray, con quien también ha compartido docenas de comidas en las terrazas de las traseras de Gran Vía. Y Javier Cansado, Iggy Rubin, Jorge Ponce, Javier del Pino, Leiva, Ricardo Castella, Arturo Valls…
Con muchos de ellos también ha compartido tardes en las pistas de pádel y, sobre todo, de tenis, deporte que practica todo lo que puede y donde encontró a su «dios», Roger Federer. Esa es otra de sus señas de identidad, la vida sana. No bebe –nunca lo ha hecho, presume– ni ha fumado jamás, ni siquiera cuando iba a la Xenón, la discoteca del pueblo, con su hermano Daniel, clarinetista y recién nombrado director de la orquesta sinfónica de Tenerife. Hay genética ahí.
De Broncano siempre se ha dicho que es el más rápido de los cómicos, un autodenominadio «pachacho» –«payaso», en su propia dicción– con la chispa siempre a punto de prender, el remate en la boca dispuesto a ser lanzado para culminar cualquier conversación con gracia. Vive rápido, duerme poco y a deshoras y come mal. Lo ha contado en los 1.000 episodios de ‘La vida moderna’. También su pasión por los coches de lujo, su dominio de la informática, su buen piso en la Torre de Madrid, la «flipadez» que tanto le han reprochado sus amigos y que le llevó incluso a apuntarse a un programa experimental de la Nasa. Ama la tecnología como el friki que ha sido y que la fama no le ha rebajado. Y nunca ha necesitado a la prensa. Apenas dos entrevistas en profundidad en su carrera y un puñado de promociones en las que estaba más que a disgusto. En los ‘photocall’ es un pez fuera del agua, aferrado a su botellín de agua.
La prensa, en realidad, lo ha ignorado durante años como «fenómeno». Era carne de virales incluso cuando se juntaba al poder, como aquella vez en la que Manuela Carmena lo hizo protagonista de la copa de Navidad del Ayuntamiento de Madrid en 2018. Se hicieron amigos. Broncano siempre se ha sabido manejar bien con el poder y con los habitantes de la planta noble de la SER en Gran Vía, 32.
Allí, en PRISA, aterrizó en 2012 tras su paso por Mediaset. Primero en Canal +, de mano de Cristina Teva en ‘Nos gusta el cine’, ‘Tentaciones’ y los Oscar; después, con Javier del Pino en ‘A vivir’. Fue en la SER (y su canal de Youtube) donde encontró el púlpito para fundar una «religión». Una especie de secta en torno a la ‘La vida moderna’ donde con su inseparable Quequé y su admirado Ignatius dieron forma a un programa que fue un fenómeno social entre los hombres de 15 a 40 años, un ‘show’ sin guion donde se decían barbaridades aderezadas de filosofía y donde siempre todo se escoraba a la izquierda. Un programa caótico, salvaje, que culminó con un acto masivo con cientos de personas alzando la bandera de ‘Moderdonia’, el país imaginario que nació de todo aquello. La enseña llegó a verse en docenas de terrazas de Madrid y sus «habitantes», empujados por el humor, la colgaron en el balcón de la sede de UPyD tras bajar a la calle desde los estudios de la SER. Llegaron a hablar de presentarse a las elecciones europeas y, ante el ruido que estaban generando, tuvieron que anunciar «con pesar» la «disolución de Moderdonia».
Entre medias, Broncano había pasado por ‘Leit Motiv’, de Buenafuente, quien después coproduciría el programa de ‘La resistencia’ y que sin duda le marcó el camino para montar su propia empresa para gestionar su carrera, Encofrados Encofrasa, levantada en 2021 y que ahora pasaría a facturar 14 millones al año de RTVE.
Así nació el David Broncano televisivo, un «pachacho» tímido pero sobradamente confiado. Un cómico que hasta ahora, pese a su vinculación con Prisa, era más criticado por la progresía por su humor y entorno ‘machirulo’ que por la derecha, que lo había ignorado. Su pasado en Forocoches, donde tenía varias cuentas con los ‘shurmanos’ del foro al que la izquierda siempre acusa de misógino, reaccionario y demás tópicos, no le alejó de las ideas progresistas de su padre. Y de ahí a La 1, si Cascajosa lo logra.
Un programa ‘machirulo’ CON ‘LA VIDA MODERNA’ ALCANZÓ LA POPULARIDAD ANTES DE CREAR ‘LA RESISTENCIA’. ALLÍ FUE CRITICADO POR HACER UN HUMOR PARA HOMBRES