ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Juan Carlos I, entre aplausos y vivas al Rey, pidió una foto familiar en la puerta de la iglesia
La Reina Sofía no asistió a la ceremonia, pero sí al almuerzo posterior ofrecido por los novios
vios!», exclamaban los que esperaban verles en su gran día. Y tras subirse al coche nupcial, pusieron rumbo a Colmenar Viejo, donde se encuentra la finca El Canto de la Cruz, propiedad de Teresa de Borbón-Dos Sicilias, en la que tuvo lugar la fiesta. Allí, los más de 500 invitados disfrutaron de un menú servido por el catering del restaurante Lhardy. Destacó el salpicón de bogavante de Desde 1911 y el solomillo de wagyu a baja temperatura. En el postre Almeida y Teresa Urquijo se decantaron por un milhojas de crema con fresas confitadas y brownie y helado de vainilla. Por último, los vinos elegidos fueron Marqués de Riscal Verdejo (D. O.Rueda) para el blanco, Marqués de Murrieta Reserva L’hardy (D. O. Ca. Rioja) y champán Laurent Perrier. ¡Vivan los novios!
El reloj marcaba la una y media del mediodía cuando las puertas de la parroquia del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja, más conocida como los Jesuitas de Madrid, abrieron sus puertas tras el «sí, quiero» de José Luis MartínezAlmeida y Teresa Urquijo.
La pareja de recién casados fue la primera en salir y tras ellos, Juan Carlos I acompañado por sus hijas, las Infantas Elena y Cristina, y sus nietos Juan Valentín, Victoria Federica y Felipe Juan Froilán.
Volvieron entonces los saludos por parte de la familia de Felipe VI en respuesta a los aplausos y vivas al Rey de las multitudes que se habían acercado hasta la iglesia para ver casar al alcalde de Madrid.
Mientras llegaban los vehículos en los que se desplazaron hasta la finca donde tuvo lugar el almuerzo posterior al enlace, Don Juan Carlos pidió a sus hijas y sus nietos que posaran frente a las cámaras para una foto familiar.
Los seis sonrieron con naturalidad para una instantánea que fue una de las imágenes de la jornada. Una nueva fotografía para el álbum familiar donde se veía a Don Juan Carlos feliz por estar con las infantas y algunos de sus nietos en Madrid.
Dos posados
Con esta imagen –y la que le pidió a Almeida nada más recibirle en la puerta de la iglesia– Don Juan Carlos volvió a dar normalidad a otro de sus viajes a la capital, el cuarto desde que en agosto de 2020 decidió salir de España y volar hasta Emiratos Árabes Unidos, donde ha establecido su residencia en Abu Dabi de manera permanente. El padre del Rey continúa firme en su decisión de seguir viajando a España cada vez que le sea posible. Si sus visitas a Sangenjo ya se han normalizado, ahora busca hacer lo mismo en Madrid. Prueba de ello es que desde el pasado mes de octubre han sido tres las ocasiones en las que ha estado en Madrid: en el cumpleaños de la Princesa Leonor (el 31 de octubre), en el aniversario de la infanta Elena (20 de diciembre) y ayer para la boda de José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo. La primera vez que estuvo aquí fue en mayo de 2022, cuando tras su primer viaje a Sangenjo –con baño de multitudes incluido– mantuvo una reunión con Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela, donde el Rey demandó prudencia a su padre en sus próximos viajes a España. Desde entonces, el perfil de Don Juan Carlos siempre ha sido muy discreto en todas sus visitas a España.
Reunión privada
Quien no asistió a la ceremonia religiosa fue la Reina Sofía, quien se reunió directamente con Don Juan Carlos, sus hijas y nietos y el resto de invitados a la boda en la finca El Canto de la Cruz.
Tanto l a madre del Rey como el resto de miembros de la Familia Real en activo estaban invitados a la boda, pero los Reyes declinaron la invitación al enlace, que contó con una amplia asistencia de miembros del Partido Popular. Ante la confluencia entre lo personal y lo institucional, una vez más, los Reyes priorizaron la neutralidad de la Jefatura del Estado como símbolo de estabilidad. A todo esto se sumó que el Rey, ayer por la tarde, viajó a Sevilla para presidir la final del campeonato de España Copa de su Majestad el Rey, entre el Athletic Club de Bilbao y el Real Club Deportivo Mallorca.
Elegantes, correctas y en tendencia. Las invitadas al enlace de Teresa Urquijo y José Luis Martínez-Almeida demostraron, en términos generales, cómo tiene que ser una boda de postín en el Madrid de 2024. Las más jóvenes se saltaron alguna que otra norma del ‘dress code’, pero al no haber faltas de respeto, les dedico un bravo por ellas, la novia practicó con su vestido lo que ahora llaman economía circular, pero en clave de alta alcurnia, y el novio tuvo en su cara de felicidad el accesorio que más le favorecía.
Las sandalias de plataforma, diademas, tocados y pamelas fueron los accesorios ‘must’ de las amigas de la novia. Los vestidos túnica y los chales, lo característico de las de la quinta de su madre. Sin embargo, las flores unen generaciones como ningún otro estampado. Como ha llegado la primavera, despiertan en los trajes de las invitadas como el estampado estrella, porque son tendencia y un clásico infalible.
Esperanza Aguirre las lució chinescas y con volantes, iba demasiado abigarrada si sumamos dibujos, sandalias tipo zuecos Dr. Scholl, tocado, perlas… Un lío visual. Prefiero la limpieza de un traje de chaqueta pantalón con una amplia pamela, que marca presencia y estilo sin parecer un árbol de Navidad o el mix de trazos diversos y aire bohemio con un toque risueño.
Los colores lisos, reflejo del estilo minimalista, compitieron con los estampados y ganaron por mayoría. Destaco los rojos porque son tendencia y los verdes, más escasos de lo esperado, por idéntica razón. El vestido de Cuca Gamarra se inspiraba en los de Dior, pero debería haberse subido un poco el largo, el midi no llega al tobillo; las más modernas lo alargan más allá de la espinilla, pero no tanto como ella, para muestra: La política tampoco tendría que haber lucido brazos, por favor, espero que no copie a Armengol. Además, al ir tan minimalista, lo suyo hubiera sido un tocado, lazo o flor en el pelo. La abuela de la novia podría haberla ayudado. Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma fue una de mis favoritas por varias razones: el maravilloso color de la seda, que fuera un traje de chaqueta, los zapatos, de salón, nada de sandalias y con tacón mini. Decía Coco Chanel que «la elegancia tiene lugar cuando el interior es tan hermoso como el exterior».
La boda fue de colorín, porque es un cuento de hadas moderno y porque los trajes de las invitadas eran fuertes y rotundos en general, se imponía un ‘dress code’ de mangas, largura midi, zapatos de tacón medio y adornos en el pelo. Algunas se esmeraron y pusieron un detalle español: la pamela tipo sombrero cordobés, los volantes en la falda marrón chocolate, color estrella del próximo otoño; los topos de Isabel Díaz Ayuso o el mantón de Carla Royo-Villanova.
Punto extra a la familia de Rey, vistieron de perfil bajo, sin estridencias estilísticas. Cómo me gustó el porte de la Infanta Cristina, con blusa y pantalón ancho marrón chocolate.