ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Calerito vuela en los hombros del abismo
El joven sevillano, sin torear desde abril de 2023, corta dos orejas a una buena corrida de Fermín Bohórquez
Lloraba Calerito como hombre maduro, consciente de lo que acababa de sucederle. No se contenía la emoción quien se había vestido tres horas antes de modesto y oro en la fonda del abismo al saberse vencedor. Triunfador de una batalla por la resurrección. Personal y artística. Un año hacía que no le daba pellizcos al capote de paseo. Un año olvidado, defenestrado, que saldaba sobre los hombros de la justicia. Por la calle Iris, vía de escape de su honradez y entrega. El pundonor de un torero con la hierba en la boca, frente a la bisoñez del hombre que aún sigue siendo niño. No le pidan más, suficiente milagro fue lo suyo.Le bastaron unos pocos de muletazos para levantar su carrera, al compás de cómo había levantado la tarde, despeñada tras el arrastre del primero. Que cayó como una loza.
Fue decepcionante ese arranque, demoledor. Se esperaba tanto de primer toro, como se deseaba otro final para Ruiz Muñoz, vestido de penitencia y azabache. Pero ese primero no fue del gaditano, sino de Lama. Que no obró el milagro ante un animal cuya estampa y estilo profetizaban cante grande. Si uno
PLAZA DE LA MAESTRANZA. Domingo, 7 de abril de 2024. Media plaza. Se lidiaron toros de Fermín Bohórquez, destacando la presentación y buen estilo de varios de ellos.
LAMA DE GÓNGORA, de verde botella y oro. Aviso, entre dos pinchazos y estocada (ovación); estocada (oreja).
RUIZ MUÑOZ, de verde hoja seca y azabache. Aviso entre dos pinchazos y siete descabellos (división de opiniones); aviso tras dos pinchazos, media estocada y cinco descabellos (bronca). CALERITO, de sangre de toro y oro. Estocada (oreja); aviso entre estocada y descabello (oreja).
así no funcionaba, ¿qué toro podía funcionar? Tampoco sería el segundo, ya de Ruiz Muñoz, aunque ahí se vislumbró la llama. Desapercibida para muchos, cantada por los poquitos aficionados que siguen quedando en Sevilla. Fueron tres chicuelinas y una media verónica. Que las daba Calerito, claro. Que además de desembalsar lágrimas e ilusión, sabe torear.
Era la carta de presentación de quien había mandado un currículum en blanco a Ramón Valencia. A quien, todo hay que decirlo, hay que reconocerle su atrevimiento para anunciar a un chiquillo sin bagaje y su buen ojo para apostar por un torero con condiciones. Tapadas hasta ese momento. Analizadas frente a una lupa con dos lentes. ¿Exigencia o benevolencia? Se puso ante nosotros el prisma del reconocimiento, un chiquillo que quería hacerse hombre ante las intermitencias de Noticia, el tercero. De tan espectacular lámina que ya todos lo daban por bueno. Desde por la mañana. El deseado, el niño bonito. Larguito y proporcionado, con cuerpo para embestir, acucharado en su acapachada cornamenta. Que tuvo tela que cortar y que tardó en embestir con la calidad que le intuían. Brusco en su salida, descompuesto. Hacía el de Aznalcóllar lo que hasta ese momento no hicieron los otros: adelantar la franela para después bajarla y ajustarla. No fue la faena perfecta, ¿cómo iba a serlo con semejante bagaje? Pero su desbordante ilusión y serio compromiso cubrían las carencias. Se teñían de blanco los tendidos como volvieron a teñirse en el sexto.
Había espoleado a Lama de Góngora, que pasó de la corrección ante el primero a una faena eléctrica y, por momentos, ajustada con el cuarto.
SEVILLA