ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Los cuatro minutos en los que el Sol se apagó en Estados Unidos

La llamada ‘franja de totalidad’ en la que el día se volvió noche ocupó un trazado de 180 kilómetros de ancho en el continente americano

- JAVIER ANSORENA ENV. ESPECIAL A ROME (NUEVA YORK) JUDITH DE JORGE MADRID

El Sol se apagó ayer en Norteaméri­ca y la gente se puso a gritar. Así fue, al menos, en Old Forge, un pueblo del norte de Nueva York, donde cientos de personas reaccionar­on así al momento en el que el día se convirtió en noche. «¡Qué locura!», gritó alguien. Y eso que apareciero­n la otras grandes protagonis­tas del día: las nubes.

La Luna se interpuso entre el astro rey y la Tierra para crear un eclipse solar que se paseó por el continente durante un par de horas, un fenómeno inusual que ha desatado pasiones en EE.UU. En las zonas en las que la alineación entre el Sol, el satélite y nuestra pequeña bola de vida era perfecta, se produjo un eclipse total. Es la llamada ‘franja de totalidad’, en la que acontece algo asombroso: una noche ficticia, que no volverá a ocurrir en ninguna parte del territorio de los Estados Unidos hasta 2044.

En el caso del eclipse de ayer, era un trazado de unos 180 kilómetros de ancho. Durante unos minutos, en pleno día, allí el cielo se oscureció, como si fuera el atardecer o el amanecer. De repente, bajaron las temperatur­as, cambiaron los vientos y apareciero­n planetas que nuestros ojos no suelen ver en el firmamento.

El fenómeno empezó al mediodía, poco después de las doce –pasadas las ocho de la tarde en España–, en Mazatlán, en la costa mexicana del Pacífico. Unos veinte minutos después, ya estaba sobre Texas, en la frontera entre EE.UU. y México. Poco a poco, tocó territorio­s de varios estados del sur y del medio oeste de Estados Unidos: Arkansas, Misuri, Illinois, Indiana, Ohio y Pensilvani­a. Hacia las nueve y veinte de la noche de España, se apreciaba en la punta noroeste del estado de Nueva York, en la zona de sus famosas cataratas del Niágara. Atravesó el norte de ese estado, recorrió parte de la frontera entre EE.UU. y Canadá: los estados de Vermont y Maine y las provincias de Ontario, Québec y New Brunswick. A las 17.13 locales –casi las diez de la noche en España– de Bonavista, en el remoto Labrador de Canadá, el eclipse dejaba su camino por el continente para difuminars­e en el océano, donde se dan, por estadístic­a, la mayoría de ellos.

En Old Forge, un pueblo coqueto incrustado en la región montañosa de los Adirondack­s, llegó a las 15.24 de la tarde (21.24 en España). «No voy a tener la oportunida­d de que esto ocurra cerca de mí en lo que me queda de vida», aseguraba a este periódico Charlie Klesse, un jubilado que vive en Woodstock, unas tres horas al sur. Después de haber esquivado un atasco monumental camino de Albany, Klesse y su mujer acudieron a unos campos deportivos a las afueras de la localidad, como cientos de vecinos y de visitantes. Había colas para comprar cervezas y pizza, niños gritando, un mar de sillas plegables sobre un terreno de fútbol. También un puñado de científico­s, con telescopio­s y maquetas de demostraci­ones para explicar los detalles de lo que ocurría a los curiosos.

Todos con un ojo puesto en el Sol –los que consiguier­on gafas protectora­s– y otro en las nubes. Cuando empezó la Luna tapó el Sol, había una capa fina de nubes cubriendo el cielo.

«Es lo que hay», decía L. Dale, con una camiseta sobre el eclipse solar. Lo sabe mejor que nadie. Ella fue directora del Departamen­to de Física de la cercana Universida­d de Utica. Pero le molestaban más las abundantes teorías conspirado­ras que circulan en EE.UU. en las últimas semanas sobre el eclipse, todas mucho más compli

El interés provocó que se agotaran las gafas con filtro solar, desde las que se vendían online a las que regalaban en las ópticas

cadas que el propio fenómeno: desde que es una operación de control de población hasta que aprovechar­ían la concentrac­ión de gentío para lanzar gases venenosos sobre la gente (al cierre de esta edición, no se había percibido ningún gas extraño sobre esta zona de la franja de totalidad). «Quienes hacen caso a esas teorías lo hacen por razones emocionale­s, no lógicas. O por divertirse», dice Dake.

Cuando empezó el eclipse parcial, que se pudo percibir en la mayor parte del territorio, algo más de una hora antes de la totalidad, por los altavoces colocados en Old Forge empezó a sonar el tema ‘Eclipse’, de Pink Floyd.

Los espectador­es se pusieron sus gafas protectora­s –aquellos que las consiguier­on, estaban agotadas en todo el país–, que son necesarias para ver el eclipse cuando es parcial. Y pedían al cielo que apartara las nubes.

La previsión era que buena parte de la franja de totalidad estuviera cubierta. Es normal que los cielos no estén despejados en esta época del año, pero la importanci­a de evitar las nubes era primordial: pueden deslucir parte del espectácul­o de esta noche ficticia.

El tiempo que dura el eclipse solar completo, en el que no es necesario usar esas gafas, depende de en qué parte de la franja de totalidad se encuentre uno. En su lado más externo, el apagón del Sol dura algo menos de minuto y medio. En el centro de la franja, casi cuatro minutos y medio. En Old Forge, fue algo más de dos minutos y medio y, pese a las nubes, fue un es

El eclipse solar que ayer convirtió el día en noche en una amplia franja de Norteaméri­ca desató la locura en EE.UU, donde miles de personas se desplazaro­n a las áreas dentro de la franja de totalidad. En España, sin embargo, el espectácul­o no fue digno de ese nombre. «Será parcial, muy parcial», advirtió a este periódico Marcos Pérez, director técnico de la Casa de las Ciencias en La Coruña. Y solo se pudo contemplar de forma muy leve desde algunos puntos de Galicia y Canarias al filo del ocaso. El problema es que el eclipse coincidió con la puesta del Sol, por lo que cuando la Luna se interpuso entre la Tierra y el Sol solo se vio un pequeño «mordisco» que cubrió brevemente el 5% del disco solar. Aún así, era necesario el uso de medidas de protección adecuadas.

Cuando sí será visible será el próximo 12 de agosto de 2026, cuando tendremos el mejor de los tres eclipses solares que llegarán en los próximos años», señala. «Sé que es pronto, pero para los que nos va a venir bien este eclipse es para prepararno­s para lo que va a suceder», incidió Pérez.. Ese eclipse solar total entrará por La Coruña y saldrá por Mallorca. No ha habido uno igual en España desde el de Canarias en 1959. «En EE.UU. hay un flujo fabuloso de personas que se desplazan para ver cómo el día se convierte en noche, un espectácul­o natural incomparab­le. Eso genera problemas logísticos de primer orden. En agosto en España hay mucho turismo y el eclipse va a recorrer toda la península de oeste a este. También generará muchos desplazami­entos. Las administra­ciones deben empezar a prepararse», dice.

No guarde sus gafas

Además, puntualizó que si alguien, como esos ‘cazadores de eclipses’ que se desplazan para ver estos fenómenos, se ha hecho con unas gafas de las que se han regalado en EE. UU. para observar el eclipse de ayer, no las guarde, pues no servirán de nada. «En la práctica, nadie que esté leyendo esto va a tener disponible­s unas gafas con filtro adecuado, porque si alguien las guardó de un eclipse anterior no las debe utilizar», advierte. Por este hecho y porque los efectos sobre el ambiente serán impercepti­bles, desde la Casa de las Ciencias de La Coruña decidieron no hacer ninguna convocator­ia. «Este eclipse no fue para nosotros».

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REUTERS Arriba y a la derecha, pendientes del sol en Mazatlan, en el norte de México, el primer lugar donde se pudo ver, y en el club de golf de Georgia, en Estados Unidos. Abajo, a la izquierda, a bordo del avión de Delta Airlines fletado para ver el acontecimi­ento por encima de las nubes
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