ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Los historiadores, contra la «barbarie» de eliminar el Monumento a los Caídos
El Ayuntamiento de Pamplona, liderado por Bildu, retoma su idea de intervenir en el edificio franquista
Desde que Joseba Asiron (EH Bildu) volvió a ocupar la Alcaldía de Pamplona, gracias al apoyo del PSOE a la moción de censura contra UPN, era cuestión de tiempo que retornara la polémica en torno al Monumento a los Caídos, construido en época franquista para honrar la memoria de los 4.500 navarros muertos en el bando sublevado durante la Guerra Civil. Y no ha tardado en llegar. Este miércoles, Asirón anunció que va a retomar el «concurso de ideas» de su anterior mandato, del que se seleccionaron siete posibilidades que oscilan «entre la resignificación del monumento hasta su eliminación física».
Sin embargo, desde la Plataforma por un Museo para la Ciudad de Pamplona/Iruña, constituida por destacadas personalidades navarras, recuerdan que el Monumento a los Caídos es un edificio catalogado por su valor históricoartístico-urbanístico en el Plan Municipal, por lo que, según la legislación, su «permanencia debe quedar asegurada». Añaden también que la donación del edificio por parte del Arzobispado de Pamplona establecía que debía destinarse «a actos o actividades de estricto orden cultural, educativo, exposiciones artísticas, etcétera». Los miembros de esta plataforma, que han solicitado la declaración de bien de interés cultural (BIC) de los frescos de la cúpula por su categoría artística, recuerdan que en la construcción del edificio participaron cuatro miembros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando –los arquitectos José Yárnoz y Víctor Eusa, el pintor Ramón Stolz y el escultor Juan Adsuara– y apuestan por convertirlo en un museo de la capital navarra.
ABC ha consultado a historiadores especializados en la Guerra Civil sobre este debate, que se prevé largo y bronco. Manuel Álvarez Tardío, catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey Juan Carlos, lo tiene claro: «Los monumentos reflejan parte de lo que fue el pasado y no deberían ser derribados. El empeño en acabar con todo lo que se asocia a la dictadura franquista es parte de una ofensiva más amplia que nada tiene que ver con defender la democracia pluralista, sino con construir y asentar un relato del pasado que no responde a la verdad».
Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea y académico, responde en voz baja al otro lado del teléfono, le hemos pillado en la biblioteca, investigando: «Si destruimos el legado del franquismo, acabaremos estando nulos de mecanismos para conocer lo que fue. La iconoclasia es una locura. La historia es un catálogo de deplorables actividades, pero debemos conocerlas». Moradiellos recuerda que el mismo Primo Levi abogó por no arrasar Auschwitz, ya que, de ser así, aquella pesadilla podría replicarse. «Destruir monumentos, igual que quemar libros, es un acto de barbarie», completa el experto. Tardío sigue esta estela. En sus palabras, «hubo una guerra civil entre españoles» y todo lo que recuerde a las generaciones jóvenes que sucedió «servirá para no repetirla, siempre que no se utilice como arma arrojadiza». Otro tanto cree Fernando del Rey, Premio Nacional de Historia 2020: «Son muy pertinentes las palabras pronunciadas en 1938 por el que fuera presidente del Gobierno de la República, Juan Negrín: ‘El gobernante que, al cesar la contienda, no comprenda que su primer deber es lograr la conciliación y armonía que hagan posible la convivencia ciudadana, ¡maldito sea!’. Por ello, la máxima obligación de todo dirigente ‘deberá ser que, sin transcurrir muchos años, en las estelas funerarias de cada pueblo figuren hermanados los nombres de las víctimas de la lucha, como mártires por una causa de la que debe surgir una nueva y grande Patria’». Y parafrasea también a Manuel Azaña: «Paz, piedad y perdón».
¿Resignificar?
Como solución, Tardío aboga por otorgarles un nuevo significado, añadiendo los elementos gráficos y expositivos necesarios para comprender lo que pasó y con las «referencias necesarias para que ese espacio no sea un lugar de culto de los muertos de un bando, sino para fortalecer la conciencia histórica que contribuya a una democracia pluralista más sólida». Una idea cercana a la de Moradiellos: «Los monumentos se pueden resignificar, pero jamás destruir».
El académico Octavio Ruiz-Manjón coincide en que «los historiadores nunca están por destruir un monumento, están para explicarlos». Y añade que «derribarlos es propio de talibanes». Tampoco le convence el concepto resignificar. «Es una palabra que emplean los políticos cuando quieren cambiar el significado de una cosa. Les gusta porque tiene cinco sílabas y, mientras la pronuncian, piensan algo», completa. Miguel I. Campos también está en contra de derribar los monumentos «tengan la connotación que tengan», pero sí de resignificarlos. Según el doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense, «lógicamente hay que quitar el homenaje a los golpistas, eso es indiscutible, pero no se puede ocultar esa parte de la historia. Habría que contextualizarlos, explicar quiénes eran los homenajeados, qué hicieron y la importancia que tuvieron en el golpe de Estado, en la posterior represión de la posguerra o en la dictadura».
«Cualquier monumento forma parte del patrimonio y, como tal, debe ser respetado y conservado. Esta obligación de mantenerlo en pie es compatible con la tarea de eliminar la exaltación que conlleva de un régimen dictatorial, respetando siempre la memoria individual de las personas a las que se dedica el monumento», añade el investigador Juan Antonio Ríos Carratalá.
Pedro Corral, también estudioso de la contienda, cree que destruir monumentos «es una salvajada» y añade que el patrimonio histórico español, especialmente el arquitectónico, está protegido por una veintena de convenios y convenciones internacionales, «así que, en el caso de que se derribe, se estaría cometiendo un atentado». Él no aboga por resignificar, ya que «el prefijo ‘re’ implica intensificar algo». Prefiere que la sociedad conozca por qué se levantó y saque sus conclusiones.
Personalidades navarras instan al alcalde a convertir el monumento en un Museo de Pamplona
«Si destruimos el legado del franquismo, acabaremos estando nulos de mecanismos para conocer lo que fue», señala Manuel Álvarez Tardío
Jesús G. Calero, Manuel P. Villatoro, Israel Viana y Mónica Arrizabalaga