ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Marian Rojas Estapé
En su libro ‘Recupera tu mente, reconquista tu vida’ habla de la crisis de atención que vive la sociedad
Cada día somos más impacientes y estamos más irritables. Vivimos en la era de la gratificación instantánea, la cultura de la inmediatez y la felicidad a golpe de clic. Nos hemos convertido en drogodependientes emocionales, ávidos de cada nueva dosis de la placentera dopamina. Pero eso no nos va a salir gratis pues, como explica la psiquiatra Marian Rojas Estapé, impacta en nuestra capacidad de prestar atención, pensar y concentrarnos.
—¿Qué sucede cuando la mente no logra calma ni reposo?
—Que no se concentra, no presta atención y está irritable. Se impacienta, salta por cualquier cosa o se perturba fácilmente. Una mente que no sabe reposar pierde rápido el control. De su vida y de sus emociones.
—¿Cuál es el origen de esa dificultad?
—Hay una crisis de atención en la sociedad y a la mayor parte de la población cada vez le cuesta más concentrarse, empatizar, contemplar, tomar decisiones o incluso resolver tareas complejas. El cerebro pide lo fácil, lo superficial, lo dopaminérgico. Y eso se debe a que hemos perdido las herramientas para salir de esa crisis porque no hemos trabajado la corteza prefrontal, que es la necesaria para llevar a cabo esos procesos.
—¿Cómo se trabaja esa parte del cerebro?
—Para potenciar la corteza prefrontal hay que saber lo que la bloquea. Es el caso de la soledad, el miedo y la neuroinflamación derivada de factores relacionados con la salud o con la falta de sueño. Pero también hay que citar las distracciones, la hiperconexión y la hiperestimulación. Una sociedad con muchas distracciones es una sociedad que piensa peor, se concentra peor y es menos eficiente.
—¿Asegura que detrás de la ansiedad, la depresión y las adicciones está la pérdida de paz interior, ¿cómo se recupera?
—El estado de mayor bienestar está regulado por la serotonina, que calma al cerebro, no tanto por la dopamina. La clave reside en entender que debe haber momentos de disfrute pero que al final del día esa persona ha de sentir calma dentro de ella. Eso significa que no viva agitada, acelerada, rabiosa o con temor. Significa estar en paz con el exterior y con uno mismo. Vivir agitados implica sentir que no tenemos las riendas de nuestra vida.
—En su obra habla a menudo de la necesidad de abrazar el dolor...
—Uno de los grandes éxitos de la vida es aprender a gestionar el dolor, el sufrimiento, el estrés y la frustración cuando llegan. Porque van a llegar. Siempre llegan. La vida es una gran batalla en la que el dolor aparece en algún momento. Y uno no puede estar siempre huyendo de él, hay que gestionarlo, no anestesiarlo.
—¿Evitarlo no es gestionarlo?
—Lo que explico es que pequeñas dosis de dolor equilibran la cuerda y pueden hacernos sentir pequeñas dosis de placer. De lo que se trata es de no dar al cuerpo lo que quiere cada vez que lo pide porque si no, se puede volver caprichoso o incluso intolerante a cualquier tipo de malestar. Y esto conecta con un concepto descubierto y divulgado en Estados Unidos que es el del ‘ayuno de dopamina’. No está demostrado que exista literalmente pues el mecanismo es complejo, pero sí se ha visto que si uno está enganchado a algo que le produce placer resultará más útil de lo que cree e incluso más placentero hacer un pequeño ayuno de ese comportamiento.
—Para reconquistar la mente propone seguir ‘rutinas vitamínicas’, ¿por cuáles se debería empezar?
—Se empieza por ordenar las ideas para identificar nuestros factores de estrés, nuestras heridas y lo momentos, lugares o personas que nos recargan de energía. Y también ayuda moverse. El ejercicio es el mejor antidepresivo y la mejor vacuna contra todo tipo de enfermedades. Pero además hay que permitirse no hacer nada, aburrirse sin culpa, contemplar, hacerse preguntas... En definitiva, tener ratos de reflexión para identificar, conocer, comprender y darse margen para sentirse aliviados.
—Tenemos que aburrirnos...
—Hay que dejar que los pensamientos fluyan porque así aumenta la creatividad y se resuelven problemas. Si no permitimos que nuestro cerebro divague será más difícil encontrar soluciones, asombrarse, pensar, inspirarse... Necesitamos divagar y para eso tiene que haber pocas distracciones.
«Una sociedad con muchas distracciones es una sociedad que piensa peor, se concentra peor y es menos eficiente»