ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Colombia revela que ha tratado con Urtasun la restitución del tesoro Quimbaya
Los ministros de Cultura no informaron de esta conversación cuando se reunieron
Los ministros de Cultura de España y Colombia abordaron el pasado mes de diciembre la situación del tesoro Quimbaya. Así lo confirmó esta semana Juan David Correa, ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia, en una entrevista en ‘France 24’: «Lo conversé en mi visita el año pasado con el ministro Urtasun. Le pedí que abriéramos la posibilidad de tener conversaciones». La reivindicación de Colombia es clara: «En 2017, la Corte Constitucional hizo una sentencia que nos obliga a cumplir y a iniciar la probable conversación sobre la devolución de esas 122 piezas que están en el Museo de América de Madrid».
Ninguno de los dos gobiernos informó en diciembre de que trataron este tema, uno de los más delicados dentro de esa descolonización anunciada por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun. La delegación colombiana dijo a la agencia Europa Press que la situación del tesoro Quimbaya o el galeón San José no se había incluido en el orden del día y precisó además que ningún funcionario, a ningún nivel, podría referirse a estos temas hasta que una comisión entre la Cancillería y el Ministerio de Culturas definiera la estrategia a seguir. El gabinete de comunicación de Urtasun, por su parte, tampoco incluyó en su nota de prensa el asunto entre los temas tratados.
El tesoro Quimbaya es un conjunto de 122 piezas de oro y bronce precolombinas que forman parte de las colecciones de España desde 1893, año en que el entonces presidente de Colombia, Carlos Holguín, le hizo este regalo diplomático a la Reina María Cristina. Colombia viene reclamando la devolución de estas piezas desde los años 70. Correa anunció que el 10 de mayo se celebrará en el Museo del Oro Quimbaya un simposio para tener «conversaciones» sobre el tesoro Quimbaya. «Busca discutir eso que ya discutimos con el galeón, y es pensar en esto como una colección, como una conversación, y no como un tesoro en disputa, no como una guerra, sino precisamente como una oportunidad de tener conversaciones distintas entre España y Colombia».
En ese simposio participarán políticos, diplomáticos y distintos expertos invitados, siguiendo la misma fórmula que Colombia siguió en otra jornada celebrada en febrero en Cartagena de Indias sobre el galeón San José, otro bien patrimonial en disputa entre ambos países. ¿Participará algún miembro del Ministerio de Cultura de España en este encuentro? El equipo de prensa de Urtasun no respondió ayer a esta cuestión planteada por ABC. El año pasado se celebraron en el Museo de América unos seminarios sobre el tesoro Quimbaya. Entre los participantes estuvo Elizabeth Taylor Jay, viceministra de Asuntos Multilaterales, quien dijo que «es hora de que veamos una salida a partir de un diálogo propositivo y esperanzador».
Lo primero que vemos es la espalda de Ryuichi Sakamoto (1952-2023). El cabello blanquísimo, la nuca con el vello erizado, la cabeza balanceándose sobre el piano. La cámara avanza, se detiene en unas manos, huesudas y venosas, que teclean sin prisa, más bien acarician, ‘Lack Of Love’. Como si tuviese todo el tiempo del mundo. Como si no se estuviera muriendo. Casi se le oye respirar. Como cuando Glenn Gould canturreaba encima de las ‘ Variaciones Goldberg’, pero en versión sobria y contenida. Sobran las palabras, y sólo en dos ocasiones irrumpe la voz del japonés. La primera, justo antes de ‘Tong Poo’, para decir que necesita un descanso. La segunda, para volver a empezar tras tropezar durante la improvisación de ‘Bibo no Aozora’.
«Fue realmente interesante verlo cometer un error», asegura Neo Sora, hijo del músico japonés y director de ‘Opus’, película que recoge el adiós definitivo de Sakamoto, el último concierto que el fundador de la Yellow Magic Orchestra ofreció antes de morir. «Claro que teníamos una versión buena, perfecta, de ‘Bibo no Aozora’, pero de algún modo aquel fallo fue liberador y nos permite ver otra cara del compositor», añade Sora, de paso por Barcelona para presentar en el D’a Festival una película que llegará a los cines, ahí donde el japonés reinó con las bandas sonoras de ‘El último emperador’ y ‘Feliz Navidad Mr. Lawrence’, el próximo 26 de abril.
Sakamoto, que falleció el 28 de marzo de 2023 a los 71 años, ya firmó con ‘12’, su último disco, la banda sonora de su funeral; un réquiem que vio la luz un par de meses antes de su muerte y en el que dejó grabado una suerte de diario sonoro de sus últimos días entrando y saliendo del hospital. «Fue como una terapia, algo que hizo para él mismo», subraya su hijo. «En cuanto mejoró un poco y se fue a casa, quiso escuchar el sonido de los sintetizadores y empezó a tocar cosas al azar en el piano sólo para sentirse mejor. Al final lo empaquetaron en forma de disco para publicarlo pero, en última instancia, era música que había hecho para él mismo», añade.
Con ‘Opus’, sin embargo, el músico y compositor japonés no quería despedirse de sí mismo, sino del público. «Actuar en directo fue algo muy importante en su vida y quería hacerlo por última vez, pero su salud no le permitía desplazarse y aguantar en el escenario dos horas seguidas», explica Sora. La idea, según dejó dicho el autor de ‘Chasm’, era volver a grabar sus obras «mientras aún fuera capaz de interpretarlas» de un modo que «tuvieran suficiente valor como para ser preservadas en el futuro».
Y nada mejor para conseguirlo que encerrarse durante ocho días, del 8 al 15 de septiembre de 2022, en el histórico estudio 509 de la NHK, la radiotelevisión pública japonesa, y dejar que el blanco y negro hiciera su magia. Ahí está, rodeado por un equipo de treinta personas pero a solas con las blancas y negras, un Sakamoto frágil pero imperial que aún tuvo fuerzas para tocar ‘ The Wuthering
Incapaz de aguantar el ritmo de una actuación, Sakamoto se encerró ocho días en un estudio para grabar su último concierto
«Los nuevos arreglos tienen que ver con el hecho de que su cuerpo ya no era capaz de hacer las cosas como antes», recuerda su hijo
Heights’ e ‘Ichimei-small happiness’, piezas que nunca había interpretado sólo con el piano, y al que incluso se le escapa una sonrisa cuando sus dedos empiezan a bailar sobre ‘Merry Christmas Mr. Lawrence’. «A saber lo que le pasaba por la cabeza en ese momento», apunta Sora.
Salto al vacío
«Tras la filmación, puede que debido al cansancio, me sentí completamente vacío, y mi estado empeoró. Sin embargo, me siento muy aliviado de haber podido grabar esto antes de mi muerte», dejó anotado el compositor en las notas de producción. «Falleció seis meses después de la grabación, pero era difícil saber si en realidad iba a ser su última actuación», apunta su hijo, encargado de capturar a Sakamoto junto a esa extensión de sí mismo que es, fue, el piano. «A veces odiaba lo que representaba el piano: era tipo de objeto elaborado a partir de la industrialización y que simbolizaba la hegemonía cultural europea, pero luego amaba las composiciones que Debussy y Satie hacían para piano. Él entendió todas las contradicciones que tenía el instrumento, que en el fondo muestran las propias contradicciones de alguien que era japonés pero que estaba muy influenciado por la música occidental», recuerda.
Precisamente frente al piano, el pequeño error de ‘Bibo no Aozora’ y el respiro de ‘Tong Poo’ son, subraya su hijo, la manera de introducir la enfermedad, de hablar de ese cáncer con el que batallaba desde 2014, sin necesidad de explicitarlo demasiado. «No quería hacer de la enfermedad el centro de la película porque mi trabajo era replicar la experiencia de un concierto digno lo mejor posible. Dicho esto, era evidente que el motivo por el que hacíamos la película era su enfermedad y que muchas de las cosas en las que estaba pensando, los nuevos arreglos que se le ocurrieron para las canciones, tenían que ver con el hecho de que su cuerpo ya no era físicamente capaz de hacer las cosas como antes. Incluso si no sabes nada de él, esos dos momentos bastan para darte cuenta de que ahí pasa algo», relata.
Al final, y después de casi dos horas y veinte canciones, se hace el silencio y lo único que se escucha son unos pasos, los de Sakamoto, alejándose del piano y quién sabe si acercándose al más allá. «Es gracioso, porque el final realmente sugiere que él muere, pero todavía estaba vivo cuando vio el final, así que me dijo, ‘pero, ¿por qué me mataste? ¡Sí todavía estoy estoy vivo!’ Se rio mucho con eso», recuerda.