ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El caso del increíble Sancho
NO va a l l egar a tiempo Netflix a novelón de Sancho, porque el novelón está en curso, y la realidad va incluyendo, ya, la ficción. Quiero decir que hemos llegado al virtuosismo, con este caso trágico, de ir haciendo la serie paralela a los hechos, y así Daniel Sancho es protagonista de un juicio de asesinato que se va desflecando de pormenor en los platós diversos, donde igual asoma una hermana de la víctima, Darlin, que el abogado del acusado, Marcos García Montes. O el de la víctima, Juan Gonzalo Ospina, que es un poco un apolo de culebrón y se explica como no se explican ni los tertulianos animosos. Hasta ya ha hablado en un arranque de documental al respecto Rodolfo Sancho, y no como actor sino como padre, incorporando así una pieza de recreación al esquema de novedades del caso, porque aquí ficción y vida resultan ya una misma cosa increíble. Daniel ha logrado un estrellato mayor que su propio padre célebre, y el cirujano asesinado casi pinta ya poco o nada, en la trama, porque asoman amantes y parientes del pasado. Este caso no sería tanto caso si Daniel no fuera un guapo, y naturalmente si no fuera hijo de quien es, un actor de saga que ya veo yo que no sabe muy bien cómo llevar las exigencias del guion duro de la vida. Eso, y que la atmósfera donde se cumplió el crimen y donde ahora se enjuicia es Tailandia y no Puerto Hurraco. Daniel tiene algo de primo mal calculado de Brad Pitt, y las informaciones de l os reporteros, a pie de obra, no aportan el panorama de una calleja de piedra huérfana, con un Guardia Civil al fondo, sino un clima de palmeral donde sale de figuración fugaz alguna muchacha de ojos tropicales. Este caso reúne muchos exotismos impensables en el género, porque el acusado es un titán con estampa de surfista, y el resto de implicados o declarantes son particulares que mejoran a los posibles actores que pudieran encarnarles. La serie sin serie la va a rematar el juez, cuando publique el papel del veredicto.