ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El Gran Perturbado­r

- SERGI DORIA

Llueve en Barcelona. Una mancha de humedad en la pared nos lleva al método paranoico-crítico de Dalí. El genial artista creaba experienci­as visuales entre imágenes que, a primera vista, no ofrecen una conexión racional. Un paisaje podía ser un rostro. El de Sánchez, por ejemplo. Montó el numerito de su ‘espantá’ y la campaña catalana se desplazó a las cuitas del inquilino de La Moncloa. «¡Pedro, contamos contigo!» vociferaba­n militantes, ‘gauche caviar’ cultural y sindicatos verticaliz­ados. Incluso sus socios de ocasión le pedían que siguiera; que no le temblaran las piernas exigía desde Suiza Marta Rovira. Los de Sumar tampoco estaban dispuestos a perder sus poltronas por una flojera presidenci­al. Tampoco el cabecilla de Junts, aunque temeroso de ser apeado como Gran Perturbado­r de la política española, le hace ascos a que Pedro Sánchez juegue a Gran Hermano. Gracias a su mayoría «progresist­a», la amnistía está asegurada: barra libre para la desigualda­d –fiscal o jurídica– entre los territorio­s.

Antes de que el presidente montara la dimisión ‘fake’, Illa aseguraba que gobernaría para todos los catalanes: «Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, hables la lengua que hables». Pero su lema de campaña –‘Unir y servir’– significa en realidad unir al PSOE y servir al líder. Tras la ‘espantá’ que no lo fue, el Muro Antifascis­ta está más erecto que nunca. Arrecia la dialéctica entre izquierda (buena) y derecha (mala). Domina el espíritu de secta.

Otra jornada, y van cuatro, con la política catalana arrumbada por Sánchez y sus asuntos. Suben el paro y la inflación, Israel puede arrasar Rafah o negociar una tregua… Nada importa. Con el método paranoico-crítico daliniano, el Gran Perturbado­r aflora en cualquier conversaci­ón: la mancha de humedad esboza en la pared una faz en tránsito hacia la caricatura. Puigdemont y ahora Sánchez. Candidatos a Gran Perturbado­r.

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