ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El Gran Perturbador
Llueve en Barcelona. Una mancha de humedad en la pared nos lleva al método paranoico-crítico de Dalí. El genial artista creaba experiencias visuales entre imágenes que, a primera vista, no ofrecen una conexión racional. Un paisaje podía ser un rostro. El de Sánchez, por ejemplo. Montó el numerito de su ‘espantá’ y la campaña catalana se desplazó a las cuitas del inquilino de La Moncloa. «¡Pedro, contamos contigo!» vociferaban militantes, ‘gauche caviar’ cultural y sindicatos verticalizados. Incluso sus socios de ocasión le pedían que siguiera; que no le temblaran las piernas exigía desde Suiza Marta Rovira. Los de Sumar tampoco estaban dispuestos a perder sus poltronas por una flojera presidencial. Tampoco el cabecilla de Junts, aunque temeroso de ser apeado como Gran Perturbador de la política española, le hace ascos a que Pedro Sánchez juegue a Gran Hermano. Gracias a su mayoría «progresista», la amnistía está asegurada: barra libre para la desigualdad –fiscal o jurídica– entre los territorios.
Antes de que el presidente montara la dimisión ‘fake’, Illa aseguraba que gobernaría para todos los catalanes: «Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, hables la lengua que hables». Pero su lema de campaña –‘Unir y servir’– significa en realidad unir al PSOE y servir al líder. Tras la ‘espantá’ que no lo fue, el Muro Antifascista está más erecto que nunca. Arrecia la dialéctica entre izquierda (buena) y derecha (mala). Domina el espíritu de secta.
Otra jornada, y van cuatro, con la política catalana arrumbada por Sánchez y sus asuntos. Suben el paro y la inflación, Israel puede arrasar Rafah o negociar una tregua… Nada importa. Con el método paranoico-crítico daliniano, el Gran Perturbador aflora en cualquier conversación: la mancha de humedad esboza en la pared una faz en tránsito hacia la caricatura. Puigdemont y ahora Sánchez. Candidatos a Gran Perturbador.