ABC - Viajar

La conquista de la roca

El 22 de julio hará un siglo desde que el área más occidental de los Picos de Europa se convirtió en el Parque Nacional de Covadonga, el primero de España. Un viaje en busca de montañas y paisajes mayúsculos

- POR MAR RAMÍREZ

Cien años no es nada para el más antiguo de los parques nacionales de España y uno de los pioneros espacios protegidos del mundo. El 22 de julio hará un siglo que el área más occidental de los Picos de Europa se convirtió en el Parque Nacional de Covadonga. Se trata del macizo de Cornión, presidido por la cumbre de la Torre Santa de Castilla (2.596 metros), montaña que fue un dios de piedra, Vindius, adorado por los celtas astures.

La extraordin­aria formación caliza que abarca y sus múltiples manifestac­iones cársticas, en contraste con la belleza solitaria de sus lagos alpinos y la huella de los glaciares, está arropada de tupidos bosques atlánticos donde se refugian osos y urogallos. Aderezada por un mundo rural apegado a las montañas y sus sendas, prados y majadas. Su fruto es una cultura tramada de historia donde no cabe la vida sin la hermandad con los pastos que medran entre las rocas de su paisaje.

Hubieron de pasar 77 años hasta que se ampliara su protección abarcando el territorio del actual Parque Nacional de los Pi- cos de Europa. Se extiende a los tres macizos montañosos por territorio de Asturias, León y Cantabria sobre 11 términos municipale­s. Creando, con sus 67.455 hectáreas, un imponente arco de piedra caliza aislado y el segundo parque nacional del país en extensión, por detrás de Sierra Nevada.

El espíritu de estas montañas es el blanco de la roca de origen calcáreo, lo primero que veían los navegantes atlánticos de la costa septentrio­nal peninsular y del continente europeo, apenas están a 30 kilómetros en línea recta del mar. Un faro que les guiaba hacia tierra firme y por el que recibieron tan sonora denominaci­ón.

Inhóspita belleza donde reina la roca, pues el agua se filtra rápidament­e en su interior creando ríos subterráne­os que acaban manando en otros lugares de su paisaje. No hay límites geográfico­s salvo los que ponen los ríos –Sella, Cares y Deva– abriéndose paso entre los roquedos con espectácul­os naturales tan divinos como la garganta del Cares o el desfilader­o de La Hermida y que adorna una naturaleza excepciona­l por la gran variedad de ecosistema­s que se esconden entre montañas.

Así la comarca de la Liébana, la zona más

EL ESPÍRITU DE ESTAS MONTAÑAS ES EL BLANCO DE LA ROCA DE ORIGEN CALCÁREO

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