El encanto de la capital del fado
La posibilidad de asistir al Festival de Eurovisión (el 12 de mayo) tan cerca de España invita a miles de españoles a disfrutar de la melancólica ciudad
a puerta del Océano Atlántico despliega todo su encanto y su « saudade » con más intensidad que nunca, convertida en la ciudad de moda en Europa y en destino de famosos como Madonna, Christian Louboutin o Monica Bellucci, que adquieren inmuebles en la capital del fado y proyectan una imagen de bohemia chic en cuanto tienen ocasión. Ahí aguarda el espíritu de Fernando Pessoa, de José Saramago, de Antonio Tabucchi, de Amália Rodrigues. Ahí aguardan las siete colinas, las cuestas empedradas, los miradores para el relax, las gentes sencillas que gustan de sonreír a los visitantes… Nos sumergimos en un recorrido fascinante por los rincones de Olissipo, nombre de Lisboa en época de los romanos.
LDía 1.
9.00. La plaza del Rossio constituye, sin duda, el centro neurálgico de Lisboa, con la estatua de D. Pedro IV en el centro y las terrazas de los laterales llenas de turistas degustando el excelente café o la típica «ginjinha», un delicioso licor de cerezas.
La impresionante fachada del Teatro Nacional Doña María II preside la franja norte de la plaza, en la antesala de la Iglesia de Sao Domingos, construida por orden del rey D. Sancho II en el siglo XIII, y de la calle más popular entre quienes buscan un restaurante, la peatonal Portas de Santo Antao, donde ha de sortearse a los camareros que salen al encuentro de los posibles comensales. 11.00. La Rua Augusta presume de su pedigrí mientras caminamos sobre sus mosaicos y desemboca en un espectacular arco donde se abrió un mirador privilegiado por delante de la Plaza del Comercio, una extensa superficie que nos conduce a la desembocadura del río Tajo, con la perspectiva del Puente 25 de Abril, una especie de réplica europea del Golden Gate de San Francisco.
Viramos a la izquierda y nos detenemos ante uno de los históricos kioskos recuperados para regocijo de transeúntes ansiosos de tomarse un respiro en forma de bebida, en la falda de la catedral y de la calle Sao Joao da Praça, donde arranca la mayor concentración de casas de fado de Lisboa y el sonido de los clásicos del género se proyecta desde los balcones con la ropa colgada.
El Mirador de Santa Lucía se alza por de- trás, con las maravillosas vistas hacia la inmensidad del océano. Enseguida nos llama la atención la majestuosa cúpula de Sao Vicente de Fora y, si es martes o sábado, llegará el eco de la algarabía desde la Feira da Ladra, un mercadillo con tintes surrealistas. 13.00. Tal vez el cansancio puede comenzar a hacer mella. Lo mejor, entonces, es tomar el emblemático tranvía 28, que nos transporta a los años 40 y 50, cual viaje en el tiempo. Eso sí, es muy probable que circule abarrotado de gente y mucho cuidado con los carteristas que acechan. Momento tal vez para un reconfortante almuerzo, por ejemplo en el restaurante favorito de Pessoa, Martinho da Arcada, o en el Gambrinus.
Día 1.
16.00. El ambicioso plan urbanístico del arquitecto Álvaro Siza ha dado un vuelco al Chiado, el céntrico barrio que conecta la Baixa con el Barrio Alto. Un descomunal incendio lo destruyó por completo el 25 de agosto de 1988, por lo que se cumplirán este verano 30 años de la mayor tragedia vivida en la capital portuguesa desde el gigantesco terremoto de 1755.
Hoy resplandece y alberga todo un sinfín de comercios, algunos de los cuales integran el programa municipal «tiendas con historia», como una realmente diminuta y consagrada a vender guantes o la librería más antigua del mundo, Bertrand.
Y, claro está, resulta muy difícil no detenerse en el Café A Brasileira y hacerse una fotografía abrazando la estatua de Pessoa, pues el autor del « Libro del desasosiego » solía frecuentar el local desde que regresó de Sudáfrica y hasta su muerte en 1935. 17.30. Cruzamos la plaza de Camoes y pasamos por la Casa de las Velas, en pie desde 1789, antes de arribar al Mirador de Santa Catarina, el más animado de la capital portuguesa con sus cuadrillas de jóvenes tocando la guitarra en pleno despliegue visual del Tajo llegando a su fin.
Las escaleras de la Bica, un barrio popular con pronunciadas curvas, culminan en Cais do Sodré, el muelle así llamado en honor a Vicente Sodré, tío del legendario Vasco da Gama y uno de los descubridores portugueses más emblemáticos.
Ahí un ferry que solo tarda 10 minutos nos traslada a la otra orilla, donde se alza el paseo de Cacilhas y abundan los restaurantes de pescado. Uno de ellos, el Ponto Final, ofrece una experiencia única: cenar en un palmo de terreno al borde de las aguas, a modo de una pequeña « península » gastronómica. La conexión en barco con Lisboa se prolonga hasta la 1.20 de la madrugada.
Día 2.
La plaza Figueira es el punto de partida del tranvía 15, que realiza los siete kilómetros de itinerario hasta la zona de Belém. El primer alto en el camino resulta casi ineludible, la Fábrica de los Pasteles de Nata, un clásico irresistible para reposar antes del aluvión monumental: La Plaza del Imperio nos incita a cruzarla y a sumergirnos en el Monasterio de los Jerónimos, cuya laboriosa construcción arrancó en 1496 y aún parece jactarse de que los arcos, las torres, las columnas… todo fue rigurosamente esculpido a mano. 12.00. No lejos el Monumento a los Descubridores rinde homenaje a todos los navegantes: los famosos y los anónimos, los míticos y los supervivientes. Pero, ¿por qué se levanta en ese rincón? Porque allí se localiza exactamente el lugar desde donde partieron las caravelas comandadas por Pedro Alvares Cabral para un viaje que dio su fruto en forma de… Brasil.
La remodelada Torre de Belém puede ser la antesala perfecta para pasear, al tiempo que se disfrutan de espectaculares vistas
EN LISBOA AGUARDAN LAS SIETE COLINAS, LAS CUESTAS EMPEDRADAS, LOS MIRADORES...