ABC - Viajar

LUCES, VERDADES, CAMINOS

- POR JESÚS NIETO JURADO

La luna llena, la primera de una primavera que huele a azahar, que se hila de ruan azul oscuro casi negro, de cánticos legionario­s en Málaga, de compases de Las Cigarreras en Sevilla. Nazarenos de luto riguroso en la Castilla más profunda, o por la huerta de Murcia, la hermosa, Salzillo paseado en una apología de la belleza.

No sé quién dijo que a Dios hay que disfrutarl­o, y la Semana Santa también puede ser eso. Recogimien­to zamorano con el Merlú, y hasta la guasa leonesa con la procesión de Genarín, aquel dipsómano al que atropelló en León uno de los primeros camiones de basura y que pone una nota jocosa en el duelo, de madrugada, del Jueves Santo. Cuando el satélite está pleno. Antes, Domingo de Ramos, luz y ‘hosannas’, las palmas, España entera es Jerusalén con un bacalao regado con moscatel. Domingo de niños riendo a la primavera delante de Dios, que va en un pollino o una borriquita según la latitud y las costumbres. Ahí sale ya el espíritu cofrade, el que va en la sangre de todos, pecadores y santos en vida. Lo escribió César Vallejo, «fue domingo en las claras orejas de mi burro peruano en el Perú».

Silencio en el bullicioso Madrid cuando salen los Estudiante­s de su Basílica, y otros van a los musicales en Gran Vía, y en Sol convergen pasos, tronos, y curiosos que igual encuentran la fe o el selfie. Bulle Cuenca con su procesión de Las Turbas llegando a la Plaza Mayor.

Juan de Mesa, Mariano Benlliure, Ortega Bru, Gregorio Fernández. La gubia, la madera o el barro para retratar a Cristo, y, si hay suerte, las terrazas abiertas al sol, al menos en el Levante, en el sur, cuando el Viernes de Pasión inauguraba la temporada de baños en aquel balneario donde se veían delfines.

Armaos, capuchinos, servitas, una Dolorosa con siete puñales. Procesión magna en Valladolid, el suelo de España encerado. Las trabajader­as, el costal, los varales, los zapatos castellano­s y el programa de mano. El mundo nos mira en Semana Santa cuando un preso es liberado por Gracia divina, y en el Aragón

«DEL ‘DOLCE FAR NIENTE’ AL PELLIZCO DEL ALMA. MARCA ESPAÑA»

más noble y baturro, se va preparando la ‘rompida de la hora’.

España también huele a pueblo, a Zafra volcada en la calle, tan extremeña y tan sevillana al mismo tiempo. Hay unas capas pardas que desafían al frío zamorano. Frente a la Alhambra, también con la rasca de marzo, Santa María de la Alhambra, mientras arriba, en Pradollano, sigue el invierno y los remontes de Sierra Nevada. La Semana Santa es lo más proustiano que queda, y se regresa a la aldea, a la infancia, al capirote. La

Guardia Civil de gala escoltando, y la voluptuosi­dad y la belleza de una mantilla con el rímmel corrido de lágrimas cuando el paso de ha parado frente a un balcón desde donde sale una saeta. Un convento perdido donde encontrars­e y reencontra­rse. Sopla el cierzo en las velas, y sopla el levante en otras velas, en Cádiz, que se ha quitado los coloretes de Carnaval y ahora se vuelve horquiller­a con su ‘Greñúo’.

Días también para la contemplac­ión, que sabemos el final de la historia. Merenderos y tascas, donde el serrín se mezcla con el efluvio del amontillad­o. La magia de la Semana Santa es la libertad que ofrece el país. Del ‘dolce far niente’ al pellizco del alma. Marca España. La luz, la verdad, y el camino. O la luz, la belleza y el camino.

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// DANIEL PÉREZ Salida de la casa hermandad de María Santísima de la Paloma, en la Semana Santa de Málaga
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