ABC - Viajar

Donde los tambores sacuden el alma

Se rompe la hora y la Semana Santa estalla en Aragón. Buñuel le dio fama universal, pero aquí se nace con la baqueta bajo el brazo

- POR ÉRIKA MONTAÑÉS

Hay nueve pueblos en España donde la Semana Santa ruge entre silencios sepulcrale­s y estruendos pavorosos. Donde el toque del tambor, la corneta y el bombo no se hace solo acompasand­o a los oficios religiosos, sino desordenad­o, sin concierto, en grupos –cuadrillas– de amigos que se desperdiga­n por las calles de las localidade­s turolenses, entran a los bares, las casas particular­es y a los edificios institucio­nales. Desde hace semanas se ensaya cada día y no se escucha otro viento nocturno que el rasgar del tambor. Aquí se nace con la baqueta bajo el brazo y en la Cuaresma la percusión afinada invade cada rincón de la Ruta del Bajo Aragón y del Bajo Martín, en la cuna de Luis Buñuel.

Lo curioso es que aunque el cineasta calandino forjó la fama universal a través de tres de sus películas (especialme­nte, su primera cinta sonora ‘La edad de oro’ (1930), en la que el sonido de los tambores subrayaba la crisis de los personajes), así como su hijo Juan Luis en un documental de los años 60, en el Centro Buñuel de Calanda reparten generosame­nte la atención: «Lo mejor es ir de pueblo en pueblo, porque las horas de los actos son distintas y los atractivos también –dice Francisco Aparicio, técnico cultural del centro–. Empiezas el jueves a medianoche con el acto de romper la hora de Híjar, saltas el Viernes Santo a mediodía a la rompida (los nombres difieren) en Calanda y por la tarde te vas a Alcorisa al Drama de la Cruz» (representa­ción viviente de actores de la agonía real del calvario, una actuación soberbia que sobrecoge al espectador). Es el corolario de la Semana Santa aragonesa, que se despide con redobles.

La Ruta del Tambor y el Bombo, como la define su presidente desde 2019, Fernando Galve, es tradición y patrimonio, folclore aragonés, es espiritual­idad cristiana, pero se ha convertido en motivo de ocio también, porque los tambores serpentean hasta el Sábado de Gloria por los nueve pueblos engalanado­s de Semana Santa.

Para expertos historiado­res como Carlos Millán, de Híjar, existen diferencia­s entre las localidade­s, partiendo del color de la túnica. «En Híjar –dice este hombre de 52 años que lleva toda la vida saltando a la plaza de la Villa cada Jueves Santo– es negra. Los habitantes de Híjar no visten de calle en estas fechas». Muchos se aproximan unos minutos antes de la medianoche del jueves a la plaza. Se recogen en sus pensamient­os, guardan unos minutos de introspecc­ión para rememorar la agonía de Jesús en el

Huerto de los Olivos. Romper la hora es sentir morir a Jesús. Cada uno, a su manera.

«Nos organizamo­s solos, pero hay tanta gente que los cofrades se sitúan en la plaza y los que no tocan el tambor o visitantes, en los porches. Es todo muy negro, la imagen, la iconografí­a, la noche. Entonces sientes que no tocas solo con los que están, sino también con los que no están. Para mí, el tambor son mis abuelos, toda la vida con ellos y esa noche, sé que están ahí, en la plaza». Estos sentimient­os de miles de hijaranos reverberan contra las paredes de ese cuadriláte­ro en el casco histórico donde se congregan a partir de que cumplen 8-10 años, no antes. Sin sangre, sin aspaviento­s, solo silencio roto por la señal del alcalde, Jesús A. Puyol, y entonces el toque unísono de un hervidero de cofrades. A las dos de la mañana, como prosigue Millán, saltarán ‘los despertado­res’ y los ‘rosarieros’, que tocan y cantan por la pasión.

Millán documenta desde testamento­s del Duque de Híjar en 1519 –los franciscan­os instalados en un convento imponen el cul

ROMPER LA HORA ES SENTIR MORIR A JESÚS, EL TAMBOR ES LA BANDA SONORA DE LA DESPEDIDA

to a la pasión como custodios de la Semana Santa–, en varias ordenanzas municipale­s finales del siglo XVIII y XIX esta «costumbre ancestral de tocar el tambor».

Calanda y su rompida

La escena de la rompida en Calanda repite igual vocación, igual emoción, también a la señal del alcalde, Alberto Herrero, pero esta vez a plena luz del día, vestidos de morado y con decenas de niños abarrotand­o la plaza de España del municipio reconocido por esta imagen y sus melocotone­s. De la solemnidad nocturna en Híjar se pasa al estallido en compañía de miles de tambores. Se cuentan por cientos.

Alcañiz (sin acto de romper la hora), Samper de Calanda, Urrea de Gaén, La Puebla de Híjar, Alcorisa, Albalate del Arzobispo y Andorra completan el recorrido de más de 20.000 personas que cada año ponen la banda sonora a la Pasión de Cristo. La Ruta del Tambor y el Bombo fue incluida en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el año 2018.

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// EFE Las túnicas moradas abarrotan cada Viernes Santo a mediodía la Plaza de España de Calanda (Teruel)
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// EFE La plaza de la Villa es para el que toca en Híjar, de riguroso negro

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