Mensajes que vienen de la Edad Media
El pórtico de la colegiata de Santa María conserva la primera representación del Purgatorio
Elevándose sobre el río Duero, en lo alto de la colina donde se asienta Toro, la antigua Colegiata de Santa María la Mayor fue/es un faro que da luz al camino de devotos peregrinos y viajeros. Erigida entre los siglos XII y XIII por dos maestros constructores, con dos estilos, románico y gótico, utilizando dos tipos de piedra, la caliza de Villalonso y arenisca de Aldeanueva, y con el apoyo de dos monarcas, Fernando II de León y Sancho IV de Castilla, es considerada una joya arquitectónica medievales. No en vano el templo posee un espectacular cimborrio gallonado, al igual que la catedral de Zamora, la catedral vieja de Salamanca y la colegiata de Ciudad Rodrigo.
Una colegiata que guarda diferentes tesoros artísticos entre los que destaca el Pórtico de la Majestad, la que fuera entrada principal, hoy ubicado en su interior, en la antigua capilla y parroquia de Santo Tomé, ampliación del siglo XV. Una portada que conserva la policromía original, obra de Domingo Pérez, ideada por el franciscano Juan Gil de Zamora, precepto del rey Sancho IV y su esposa Marina, Señora de Toro, en el que se talló por primera vez el concepto del Purgatorio, junto con el Cielo e Infierno, en el Juicio Final, que nace en el Concilio de Lyon en 1274, y del culto a la Virgen María, que apareció y extendió en el siglo XIII.
Como descubrirá el viajero, el pórtico está flanqueado por siete columnas a cada lado, superponiéndose los estilos románicos y góticos, y compuesto por tres programas iconográficos. El primero, el inferior, con capiteles de motivos vegetales, animales y religiosos, dedicados a la vida de Jesús, entre los que destaca uno de carácter burlesco, en el que aparecen un asno y dos monjes, uno tirando de una oreja y otro del rabo del animal, que muestra las disputas que tenían dominicos y franciscanos.
El segundo, el central, dedicado a la Virgen, que aparece en el parteluz, con el niño en un brazo y sujetando con una mano una alcachofa, símbolo de la unión de la Iglesia en la Edad Media. Sobre la misma, en el dintel, la Anunciación, Dormición y Asunción de la Virgen. Algo normal si no fuera porque la escena que se representa es la descrita en uno de los evangelios no reconocidos oficialmente, el apócrifo de José de Arimatea. Y en el tímpano, la Coronación de la Virgen por Jesús, que porta el Libro de la Vida.
La tercera escena del pórtico empieza en la tercera arquivolta. En ella aparecen dieciocho músicos, dispuestos como una orquesta, con sus instrumentos –cítola, zanfona, arpa, psalteiro, aerófono, tambor, alboka, pandero, gaita y campana–, buscando la armonía sonora de la escena. Después, más arriba, en la séptima arquivolta, la última y más grande de todas, el Juicio Final, el Cielo, el Infierno y el Purgatorio.
En el centro, Cristo junto con la Virgen y san Juan, y a ambos lados ángeles con grandes tormentas de los que salen dos hileras. En el izquierdo, los bienaventurados, la resurrección de los muertos saliendo de los sepulcros. Después, el Purgatorio, representado por rostros entre follajes que salen del fuego purificador, que se unen a los bienaventurados rumbo al Paraíso. En el lado derecho, los condenados, descalzos y desnudos, saliendo de las tumbas vigilados por diablos, y sus pecados representados: la gula con bolsas colgadas al cuello, la brujería, con machos cabríos, doctrinas herejes con escuadras y compases de canteros, un hombre colgado por la lengua por blasfemo y una mujer de la vagina por lujuriosa, todos recibidos en la caldera infernal por Satanás y devorados por el Leviatán.
Las escenas (redescubiertas tras los trabajos de restauración de la década de los 80) no dejan indiferente a nadie.
La luz, el color, las figuras, formas y rasgos del Pórtico de la Majestad dan vida a una obra en la que los canteros fueron capaces de representar una realidad trascedente, que sigue vigente en pleno siglo XXI, trasmitiendo la misma fuerza y energía, despertando las mismas sensaciones y emociones que en el siglo XIII.