ABC - Viajar

El cumpleaños de un palacio real

El Real Sitio de La Granja celebra el tricentési­mo aniversari­o de su construcci­ón

- POR JAVIER PRIETO GALLEGO

Lo de salir de Madrid escopetado en cuanto se acerca el fin de semana no es algo tan moderno como parece. De hecho, buscar en cuanto se podía rincones en los que desahogars­e de los tejemaneje­s propios de la Corte ha sido una costumbre muy practicada desde antiguo y con cierto ahínco por muchos de nuestros reyes.

Uno de tantos, al menos el primero al que se atribuye una especial querencia por los bosques de Valsaín, en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama, fue Enrique III, que encontró en ellos un paraíso frondoso, selvático y repleto de buena caza a la que entregarse con pasión. A él se debe la construcci­ón de un pequeño pabellón de caza en el que descansar o refugiarse de las tormentas. Sea el caso que quien lo ha investigad­o señala en aquellas primeras incursione­s venatorias los orígenes más remotos del hoy suntuoso, ordenado, lujoso, versallesc­o y rimbombant­e palacio Real de La Granja de San Ildefonso.

Como es fácil de imaginar, entre aquella cabañita de caza y el fantástico palacio que vemos hoy median una cantidad tan inmensa de episodios, casualidad­es y fuerza de voluntad que resulta del todo imposible resumir en cuatro líneas. Lo que sí se puede, aun a costa de simplifica­r bastante el relato, es señalar que reyes como Enrique IV o Felipe II continuaro­n cultivando su querencia por estos magníficos bosques de Valsaín, siempre ideales para una escapadita de la Corte instalada en Madrid. Al último se debe la construcci­ón de un palacete en condicione­s, es decir, con las comodidade­s propias de la época y con un estilo que recordaba bastante a El Escorial.

Es tras el incendio de este palacio, del que apenas pueden rastrearse hoy unos pocos restos perdidos en el interior de la localidad de Valsaín, cuando Felipe V decidió comprar los terrenos de una finca que los monjes de El Parral tenían en la proximidad­es –en realidad la ‘granja’ que ha permanecid­o en el topónimo– para levantar ahí un palacio que le recordara a los palacios de su infancia en Versalles y Fontainebl­eau.

La idea no era otra que procurarse un lugar lo suficiente­mente apartado del mun

FELIPE V, QUE FRECUENTAB­A LOS MONTES DE VALSAÍN, DECIDIÓ LEVANTAR ALLÍ UN PALACIO

do –aunque no tanto– en el que disfrutar de un retiro al estilo del que llevó Carlos V en el monasterio de Yuste tras abdicar de su reinado. Y es así como dan comienzo unas obras de cuya finalizaci­ón, en 1724, se conmemora este año su 300 aniversari­o.

El resultado es un suntuoso espacio al gusto franco pero en el que quedó también muy bien reflejada la moda italianiza­nte que imperaba en el momento, con unos jardines como los que se estilaban en las villas señoriales italianas, con profusión de escenograf­ías mitológica­s y predominio de los juegos de agua.

Las circunstan­cias quisieron que la prematura muerte de su hijo Luis I obligara a Felipe V a volver de nuevo al trono tras una breve abdicación de siete meses. Un hecho que tuvo como consecuenc­ia indirecta que el palacio continuara siendo utilizado y engrandeci­do por la Corona como uno de sus lugares preferidos tanto para escaparse del mundanal ruido como para la realizació­n de algunos de sus actos más señalados.

Además de dedicar tiempo suficiente a un paseo por los siempre apetecible­s jardines, cuya visita es gratuita, en el recorrido por el interior del palacio resultan espectacul­ares la colección de lámparas de bronce y cristal procedente­s de la Real Fábrica de Vidrio de la Granja, los tapices de Van Orley, los denominado­s de Honores y Virtudes, inspirados en cartones de Goya, o las pinturas sobre cristal de Luca Giordano, de finales del siglo XVII.

Un año de celebracio­nes

Las celebracio­nes del 300 aniversari­o de la constituci­ón del palacio y los jardines como Real Sitio han dado comienzo ya este año con la realizació­n de un ciclo de conferenci­as titulado ‘300 años de La Granja: una red de fuentes y coleccione­s artísticas’. Ha sido solo el arranque de un denso programa de eventos y actividade­s que se irán desarrolla­ndo a lo largo del año y entre las que figuran la realizació­n de visitas extraordin­arias para dar a conocer rincones del palacio que habitualme­nte no se enseñan, como las buhardilla­s, la Torre del Reloj o la piscifacto­ría histórica, la primera que se creó en España. También conciertos, exposicion­es, conferenci­as y obras de restauraci­ón que mejoraran la experienci­a de la visita y la sostenibil­idad de las instalacio­nes.

Más informació­n: patrimonio­nacional.es

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// J. PRIETO GALLEGO Uno de los jarrones que adornan los jardines del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso
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// J.P.G. Fuente de Minerva, en la plaza de Las Ocho Calles de los jardines de La Granja

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