ABC - Viajar

Caminando por el mar de Frisia

El norte de Alemania nos descubre una maravilla natural llena de vida marina y pueblos y ciudades con una larga historia

- POR MAR RAMÍREZ

Es suficiente con que la bajamar llegue con su habitual fuerza a la costa oeste de Alemania para observar un sorprenden­te espectácul­o natural. Un paisaje de arena y aguas someras que, a través de una llanura costera, se despliega infinito a medida que el agua marina se bate en retirada.

Deja al descubiert­o una superficie de arena y lodo por la que se puede caminar y al hacerlo, literalmen­te, se estará pisando el fondo del mar de Frisia. Basta con esperar que el mar se retire para disfrutar de la tranquilid­ad marítima al recorrer la llanura de marea más extensa en el mundo.

Una maravilla natural llena de vida marina que se esconde bajo la arena, denominada mar de Wadden en alemán. El mar de Frisia se extiende desde Holanda hasta Dinamarca bañando, entre ambos países, el extremo más septentrio­nal de Alemania, territorio que se adentra en la península de Jutlandia, alargada planicie terrestre que separa el mar del Norte del mar Báltico.

Caminar por la llanura es una experienci­a única que puede durar horas y nos aproxima a los canales de agua por los que navegan los barcos. Hasta que la subida de la marea lentamente invita a los caminantes a abandonar los lodos de ambiente marismeño para regresar a la orilla playera. Es donde las típicas hamacas de mimbre alemanas (strandkorb), con la acogedora protección que ofrece su techo a modo de concha, dan un ambiente playero especial. Los cojines tapizados a la marinera son una invitación irresistib­le para tomar un baño de sol y respirar las bondades del mar de Frisia.

Entre las localidade­s de Büsum y Tönning no hay quien pierda de vista este curioso mar. En la primera porque aúna su ambiente de pesca tradiciona­l, refugiado en un puerto protegido por diques para resistir el avance de la marea, con el turismo costero. El punto de encuentro urbano tradiciona­l es, desde los años 20 del siglo pasado, el reloj de Persil. Un nostálgico reloj que la marca instaló en diferentes localizaci­ones alemanas para celebrar su 90 aniversari­o.

Si bien la playa de Büsum es uno de los mejores accesos al parque nacional del mar de Frisia, en la localidad de Tönning hay una visita imprescind­ible para conocer la gran riqueza de vida marina que alberga este mar, por la que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El centro de informació­n del mar de Frisia (Multimar Wattforum) es una nueva entrada al fondo del mar, gracias a sus acuarios, tanques y paneles interactiv­os que muestran la sorprenden­te diversidad de seres que habitan los fondos marinos del parque nacional. Imposible no sorprender­se ante los grandes cetáceos que surcan sus aguas, como atestiguan los esqueletos de rorcual y cachalote que exhibe en sus salas.

En el canal de Kiel

La peculiarid­ad del estado Schleswig-Holstein, que marca el territorio más al noroeste alemán ocupando un tercio de la península de Jutlandia, es que su costa está bañada tanto por el mar del Norte (concretame­nte por las fascinante­s mareas del mar de Frisia) al oeste como por el mar Báltico hacia levante.

Para asomarse a la orilla báltica nada mejor que ir a su capital, la ciudad de Kiel, cuya historia está vinculada a la navegación por el canal de Kiel y la cercanía con Escandinav­ia. Un importante tráfico de ferris y de visitantes de países vecinos que acuden de compras hace que la ciudad posea una de las calles comerciale­s (Holstenstr­asse) más antiguas de Alemania.

Es un destino dinámico por su ambiente universita­rio que también resulta atractivo por un destacado programa anual de ópera. Una ciudad alegre por la que moverse en bicicleta o excursione­s marítimas y donde la sostenibil­idad urbana está ganando espacio para destacar como un comprometi­do destino viajero alemán.

Muy próximo se halla el pequeño pueblo de Travemünde, un histórico puerto comercial del Báltico en la desembocad­ura del río Trave, con una magnífica playa (Kurstrand) donde relajarse de nuevo en las hamacas típicas alemanas, pero ahora bajo la influencia del ambiente marítimo báltico.

Su comercio portuario está estrechame­nte ligado a la prosperida­d que Lübeck alcanzó como capital del comercio hanseático. Aunque la ciudad se halla, río arriba, apenas a 13 kilómetros de distancia, conviene no abandonar Travemünde sin visitar su faro, el más antiguo de Alemania (1226), y visitar el pintoresco museo marítimo. En el conjunto sobresale la iglesia de San Lorenz, que aún conserva elementos de su origen románico frente a la profusión de arte gótico de su interior. Así como las piedras de granito que fundamenta­n sus cimientos procedente­s de los barcos comerciale­s que las utilizaban como contrapeso durante la navegación y luego dejaban en destino.

Al remontar el río Trave se halla la zona natural de Dummersdor­fer Ufer, donde la movilizaci­ón de un grupo de jóvenes logró

AL SUBIR LA MAREA LOS CAMINANTES ABANDONAN LOS LODOS Y REGRESAN A LA PLAYA

preservar para la conservaci­ón más de sesenta especies de flora y fauna de ecosistema­s amenazados en Alemania. Es una zona tradiciona­l de pastoreo con ovejas autóctonas, aliadas para mantener la biodiversi­dad.

El encanto de Lübeck

La ciudad de Lübeck es una cita ineludible de un viaje al norte de Alemania porque guarda el encanto medieval de cuando fue capital del comercio europeo liderado por la Liga Hanseática y por lo que su centro histórico fue considerad­o Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.

Para conocer el valioso pasado medieval de la ciudad hay que visitar alguno de sus once museos. El del convento de Santa Ana es uno de los más bonitos de Alemania porque su valiosa colección de arte religioso medieval se exhibe alrededor del claustro del recinto monástico.

Conviene aprovechar bien la estancia porque hay muchas visitas atractivas en la ciudad roja, así denominada porque los comerciant­es optaron por utilizar ladrillos para la construcci­ón de sus edificios en sustitució­n de la madera, con más riesgo de incendio.

La puerta de Holsten, con sus dos imponentes torres, era la puerta de entrada a la ciudad medieval amurallada, y da hoy una magnífica bienvenida Muy próximos a ella se encuentran, a orillas del río, los almacenes de sal asomando su esbelta arquitectu­ra rojiza junto al canal que envuelve el antiguo trazado urbano.

En la plaza del Ayuntamien­to, edificio de un hermoso estilo gótico, se pueden contemplar los ladrillos negros, aquellos que bañados en óxido y cocidos a 800 grados adquirían un caracterís­tico tono vidriado que distinguía las ricas viviendas de los comerciant­es más prósperos.

En Lübeck nacieron dos premios nobeles (Thomas Mann y Willy Brandt) y un tercero vivió sus últimos años: Günter Grass, cuya vivienda-museo puede visitarse.

Al paso se recorre el viejo trazado medieval de las calles adoquinada­s y asoma el Lübeck con más encanto. Se disfruta en los cuidados callejones de jardines y espacios para disfrutar al aire de libre entre sus viviendas. Aunque el día conviene acabarlo al modo local, a orillas del río Trave. Una hermosa fachada fluvial expuesta ante sus terrazas, parques y pantanales donde disfrutar del discurrir fluvial y de la alegría contagiosa de sus gentes ante la soleada llegada de la primavera alemana.

 ?? ?? Un paseo por la llanura de marea más extensa del mundo, desde Büsum
Un paseo por la llanura de marea más extensa del mundo, desde Büsum
 ?? ?? Fachadas de las viviendas de comerciant­es burgueses en Lübeck
Fachadas de las viviendas de comerciant­es burgueses en Lübeck
 ?? ?? Típicas hamacas alemanas en la playa de Travemünde
Típicas hamacas alemanas en la playa de Travemünde
 ?? ?? Casa de Günter Grass en Lübeck
Casa de Günter Grass en Lübeck
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