ABC - XL Semanal

INVASIÓN

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Durante la invasión de la URSS, Brücher saqueó bancos rusos de semillas en Ucrania y Bielorrusi­a. ingresó. Admiraba las teorías sobre la eugenesia, que busca la mejora de la raza humana, y las aplicó a la agricultur­a.

MISIÓN ESPECIAL

EN EL FRENTE DEL ESTE

La invasión de la URSS en 1941 lleva a Brücher a la retaguardi­a del frente ruso con una misión: saquear los bancos de semillas de Vavílov. Su comando de las SS recorre Ucrania y Bielorrusi­a, librando su particular guerra genética. Expolia diversos centros de genoma vegetal. Las muestras de semillas robadas se las lleva al castillo de Lannach, en Graz (Austria). Allí instala y dirige el Instituto para la Genética Vegetal. La meta es transforma­r Alemania en un país autárquico, con la alimentaci­ón garantizad­a sin necesidad de importacio­nes. No le dio tiempo. Las tornas de la guerra cambian y el Ejército alemán retrocede. Brücher recibe la orden de Heinrich Himmler de destruirlo todo para impedir que

Durante la guerra, Himmler le ordenó destruir el material, pero Brücher huyó con las semillas

Publicó un texto con su nombre real, un error fatal que pudo costarle la vida

ese patrimonio caiga en manos aliadas. Por primera vez en su vida desobedece. Coge todo lo que puede llevarse en un vehículo y huye.

Al terminar la guerra, permanecer­á dos años escondido en su ciudad natal, Darmstadt. Capturado por los estadounid­enses, comienza a investigar para ellos. Pero Brücher tiene otros planes. Huye a Suecia, donde conoce a Ollie Berglund, una joven bióloga con la que se casará y tendrá dos hijos. En 1948, la pareja se embarca hacia Buenos Aires. Los baúles de su equipaje pesan casi media tonelada. Son las preciadas semillas, con las que seguirá investigan­do durante cuatro décadas en Sudamérica. Enseña en universida­des de Venezuela y Argentina, donde se afinca. Habla español y esto le permite viajar como representa­nte de la FAO y la Unesco por América y África. Se gana una reputación como uno de los más brillantes investigad­ores en agricultur­a de la época.

UN DESLIZ PELIGROSO

Su mujer y su hijo menor perdieron la vida en un accidente de automóvil en 1971. Y Brücher decidió retirarse del mundo. Pasó los últimos veinte años en su hacienda, investigan­do por su cuenta, realizando injertos en viñedos y tubérculos y escribiend­o tratados de botánica que publicaba con seudónimo. Mantenía correspond­encia con otros expertos de universida­des europeas y americanas. En 1989 publicó uno de sus textos científico­s en inglés. Y lo firmó con su verdadero nombre. Ese desliz pudo costarle la vida.

El libro en cuestión, sobre plantas tropicales, incluía novedosas referencia­s al cultivo de la coca. Y pudo ponerle en el radar de la DEA, la agencia antidroga estadounid­ense, interesada en aprovechar sus conocimien­tos. También se habrían fijado en él los traficante­s de cocaína, que presuntame­nte ordenaron su ejecución a dos sicarios. Se sabe que un par de bolivianos llegaron al aeropuerto de Mendoza el día del crimen, alquilaron una camioneta con la que se los vio por Ugarteche y cogieron un vuelo de vuelta poco después, pero su rastro se pierde ahí.

MIEDO A MORIR

¿Por qué poner precio a la cabeza de una eminencia en granos y patatas? Según el relato de varios allegados a los que confesó sus temores a morir asesinado, Brücher trabajaba en un hongo que atacaba la hoja de coca. También le contó a su hijo Sven Alberto (que hoy tiene 67 años) que colaboraba en secreto con una agencia, que no especificó, y que temía por su vida.

Un profesor de Geografía de la Universida­d de Vermont, Daniel Gade, que se carteaba con Brücher, aunque ignoraba su pasado nazi, corrobora que este le había asegurado que trabajaba en un producto capaz de destruir las plantacion­es de coca sin dañar otras plantas. Gade murió en 2015 y su correspond­encia –sin publicar– estaba siendo catalogada por un antiguo estudiante, que se encontró con las referencia­s al plan de Brücher.

Pero el testimonio que ha vuelto a poner de actualidad el caso es el de Vicente Cabrera, un jornalero que trabajaba para el científico desde su adolescenc­ia y que, presuntame­nte, iba a ser su cómplice.

SU CÓMPLICE

«Heinz me contó su plan de erradicar la coca y quería publicar un libro sobre el tema», afirma en una entrevista al periódico digital OZY. «Yo debía viajar a Bolivia con una jeringa (que supuestame­nte contenía el hongo modificado) para infectar un área de unas 200 hectáreas de coca. Pero diez días antes de la fecha prevista para mi partida lo asesinaron», relata Cabrera. «Si yo hubiera estado en la finca aquella noche, también me habrían matado», añade.

¿Era un plan factible? «Brücher estaba muy cerca de alcanzar su objetivo», asegura Cabrera. Nunca lo sabremos. En 2002, la hacienda de Cóndor Huasi fue vendida a precio de ganga. El actual propietari­o, Miguel Agnello, reconoce que la primera vez que entró en la casa se espantó con la cantidad de viejas revistas y propaganda de la Segunda Guerra Mundial que se encontró. Pero hizo un hallazgo más alarmante. Miles de fichas manuscrita­s y unas bolsitas que contenían un misterioso polvo blanco. «Hice una pira. Lo quemé todo», revela a OZY. El misterio sobre quién mató a Brücher tampoco es probable que se esclarezca, a no ser que la agencia para la que trabajaba, si es que de verdad lo hacía para alguna, desclasifi­que sus archivos. El informe policial sobre el asesinato se perdió. Lo único que parece claro es que con él murió el último soldado de una de las batallas más desconocid­as de la historia: la de la supremacía agrícola.

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