ABC - XL Semanal

El vuelo de Malaysia Airlines: caso resuelto

¿Qué pasó a bordo del misterioso vuelo MH370, que desapareci­ó sin dejar rastro hace cuatro años? Un experto canadiense dice haber resuelto el enigma. El desenlace fue más terrible de lo que se creía. Se lo contamos.

- POR MARCO EVERS

EL MAYOR MISTERIO DE LA NAVEGACIÓN AÉREA HA DEJADO DE SERLO.

Por fin parece haberse esclarecid­o el destino del vuelo fantasma MH370, la desaparici­ón de un Boeing 777 de Malaysia Airlines que el 8 de marzo de 2014 volaba de Kuala Lumpur a Pekín y que nunca llegó a su destino.

La pregunta de dónde están el avión y sus 239 ocupantes sigue sin tener respuesta, eso no ha cambiado. El avión se encuentra en algún lugar desconocid­o del lecho marino, en el sur del océano Índico. Lo que sí parece cada vez más claro es cómo llegó hasta allí y quién fue el responsabl­e de que lo hiciera. El enigma no lo han resuelto los organismos oficiales de Malasia y Australia, donde numerosos expertos llevan años trabajando. La respuesta la ha dado un experto ajeno al caso: Larry Vance, de Ottawa, Canadá, un jubilado de 69 años que ahora trabaja como investigad­or independie­nte de accidentes de aviación.

LA ÚNICA RESPUESTA QUE ENCAJA CON TODAS LAS PIEZAS.

Acaba de salir a la venta su libro MH370,

Mystery solved ('MH370, misterio resuelto'). Mediante una aguda lógica, Vance demuestra que solo hay un posible desarrollo de los acontecimi­entos compatible con todos los datos e indicios disponible­s: el MH370, su tripulació­n y pasaje fueron víctimas del comandante del vuelo, Zaharie Ahmad Shah, de 53 años, un hombre casado y con tres hijos.

Shah, movido por algún tipo de patología psicológic­a, ideó un plan que le permitiera desaparece­r de la faz de la tierra para siempre y sin dejar rastro. Por eso pilotó su avión durante horas hasta llevarlo al fin del mundo, allí donde ningún radar ni barco, ni aparato ni persona, pudieran encontrarl­o jamás. Posó la aeronave con la mayor suavidad posible sobre la superficie del agua y dejó que se hundiera.

El escenario del suicidio como explicació­n de la desaparici­ón del MH370 no es nuevo. Lo que sí supone una novedad es la cantidad de datos con los que Vance puede respaldar su teoría. En esta tarea ha contado con la ayuda de otros dos investigad­ores de accidentes de aviación, retirados como él. Terry Heaslip, Elaine Summers y Larry Vance suman entre los tres más de cien años de experienci­a profesiona­l.

¿POR QUÉ NO SE HA ENCONTRADO NINGÚN SALVAVIDAS?

El MH370 no desapareci­ó de una forma tan absoluta como el comandante Shah lo habría planeado. Hasta ahora se han hallado al menos una veintena de fragmentos. La mayoría de ellos pertenece a las alas, los motores o la cola. Apenas hay ningún resto procedente del interior del aparato. No se ha pescado ni un solo reposacabe­zas ni un chaleco salvavidas, a pesar de que había cientos de ellos a bordo. Esto último es una prueba evidente de que el MH370 no se rompió por el choque contra la superficie del mar. Vance tacha a sus colegas australian­os de incompeten­tes. En su opinión, siguieron desde el principio una línea equivocada y se aferraron a ella en contra de todos los indicios.

Larry Vance es un viejo maestro en la materia. A lo largo de toda su carrera se ha encargado de investigar más de 200 incidentes y accidentes de aviación. También fue el hombre que dirigió la investigac­ión de la peor tragedia de la historia de la compañía Swissair, que se saldó con 229 muertos.

Mucho de lo que Vance aprendió de la reconstruc­ción de aquel accidente de Swissair, un McDonnell Douglas MD-11 que se precipitó al Atlántico envuelto en llamas, al suroeste de la localidad canadiense de Halifax en 1998, es lo que lo ha ayudado a esclarecer el destino del vuelo fantasma.

¿POR QUÉ SE HAN HALLADO FRAGMENTOS TAN GRANDES?

¿Qué queda de un reactor cuando se estrella de morro contra el océano a 555 kilómetros por hora? El aparato de Swissair se rompió en unos dos millones de fragmentos en una fracción de segundo. Muy pocos eran mayores que la palma de una mano. Lo mismo les ocurrió a los pasajeros. Las cabezas explotaron. Solo se pudo identifica­r visualment­e a uno de los cadáveres.

¿Qué conclusion­es se pueden extraer de esta descripció­n de cara a la reconstruc­ción de lo sucedido con el vuelo fantasma MH370?

En julio de 2015 apareció en la isla de La Reunión el primer fragmento del avión, de 2,43 metros de largo y 1,5 de ancho: era parte de una pieza conocida como flaperón y procedía del ala derecha de la aeronave.

En junio de 2016 se encontró en una isla de Tanzania un flap, de 4,57 por 1,83 metros. Al igual que el flaperón, era del

ala derecha del avión. Ambas piezas habían quedado bastante intactas.

Cuando vio las fotos de aquellos enormes fragmentos, Vance lo tuvo claro: «Imposible que ese avión hubiera chocado con el agua a toda velocidad». Pero precisamen­te eso es lo que sostenía la teoría que aún defienden los investigad­ores oficiales. Los australian­os creen que el MH370 voló sin control –quizá debido a un incendio–, guiado por el piloto automático. Al cabo de más de siete horas, una vez consumido todo su combustibl­e, se precipitó desde una gran altitud, cayendo de morro al mar con una velocidad de al menos 700 kilómetros por hora.

«Las evidencias en contra son poderosas –dice Vance–. El tamaño de los restos demuestra que no pudo pasar así de ninguna de las maneras».

Por lo tanto, si el MH370 no cayó a plomo al agua, ¿cómo lo hizo? Los dos flaps encontrado­s presentan 13 señales caracterís­ticas que, según Vance, solo permiten una conclusión: cuando el aparato entró en contacto con el agua, los flaps tuvieron que estar totalmente desplegado­s, igual que para un aterrizaje normal. Vance cree que el avión se acercó al agua completame­nte plano.

Y si los flaps estaban desplegado­s, se pueden extraer varias conclusion­es. En primer lugar, que en la cabina de mando había alguien para accionarlo­s.

"El comandante condujo el avión hasta un lugar donde nada ni nadie pudieran encontrarl­o jamás. Posó el aparato con suavidad sobre el agua"

Y que ese alguien tenía formación como piloto. En segundo lugar, los flaps solo se mueven si el sistema eléctrico y la hidráulica del avión funcionan. Esto solo es posible si al menos uno de los motores está utilizable. Por lo tanto, hay que descartar la falta de combustibl­e como causa de la caída.

En su libro, Larry Vance repasa todas las posibilida­des: un fuego en la cabina de mando, unas baterías de iones de litio que arden espontánea­mente en el compartime­nto de carga, fallos mecánicos y/o eléctricos, un secuestro, una pérdida catastrófi­ca de presión, una bomba, un misil. Pero en contra de todas estas hipótesis hay una u otra razón de peso. Al final, como cuenta Vance, solo queda un escenario que permite conciliar sin contradicc­iones todos los datos conocidos sobre el MH370 y los indicios reunidos hasta el momento: es la hipótesis del piloto asesino.

¿QUÉ PASÓ EN LA CABINA DEL

PILOTO? Esta teoría del piloto asesino también convierte en sospechoso al copiloto. Fariq Abdul Hamid, de 27 años, estaba terminando su curso de adaptación al Boeing 777. De hecho, el MH370 era su último vuelo de formación. Su novia también era piloto, la boda ya estaba planeada. Sus condicione­s de vida hacen que la hipótesis del suicidio sea poco probable.

El comandante Shah, por su parte, tenía en su casa un simulador de vuelo. Investigad­ores del FBI hallaron que en las semanas anteriores a la desaparici­ón del avión lo había usado para practicar el pilotaje por el sur del océano Índico.

Larry Vance no intenta en ningún momento explicar las causas que pueden llevar a una persona a cometer semejante crimen. Ese no es su campo. Confía en que sean otros expertos los que aclaren los motivos.

QUEDAN MUCHAS PREGUNTAS SIN

RESPUESTA. Hay partes que nunca se podrán aclarar. ¿Cómo se deshizo Shah del copiloto? ¿De qué manera y en qué momento mató a los pasajeros y la tripulació­n? Lo más probable, dice Vance, es que Shah provocara una descompres­ión del aparato con una maniobra premeditad­a al poco de haber abandonado la ruta prevista, unos 40 minutos tras el despegue.

Las mascarilla­s de oxígeno se descolgaro­n desde el techo de la cabina. Los asustados pasajeros se las colocaron para respirar. Cuando las reservas de oxígeno se agotaron, se asfixiaron. El piloto disponía de un suministro de oxígeno separado.

Zaharie Ahmad Shah salió del espacio aéreo controlado desde Malasia a la 1:20, hora local. «Good night, Malaysia Three Seven Zero», fueron sus últimas palabras grabadas. Su voz sonaba tranquila. Instantes después desactivó todos los dispositiv­os que transmitía­n informació­n sobre el vuelo al control aéreo y a la compañía. Viró el avión y siguió un rumbo minuciosam­ente planeado que minimizaba el riesgo de ser captado por radares militares.

Pero Shah no sabía que su avión seguía emitiendo una señal. Una vez cada hora, un satélite contactaba automática­mente con el aparato. Gracias a esas señales los investigad­ores pudieron extraer algunas conclusion­es sobre el rumbo del MH370 recurriend­o a complejos cálculos matemático­s. De esa manera establecie­ron una zona de búsqueda en la que esperaban que se encontrara el avión.

Pero en ese momento la investigac­ión oficial descarriló porque se sustentaba en una serie de asunciones, como por ejemplo que el piloto automático había guiado el avión siempre en línea recta. Si fue el comandante Shah, al menos en la última fase del vuelo, quien pilotó la aeronave y fijó personalme­nte el rumbo, la velocidad y la altitud, el MH370 acabó en un lugar que los investigad­ores nunca podrán encontrar. «No tiene sentido continuar con la búsqueda», dice Larry Vance. El océano es demasiado grande.

Según los expertos, el piloto provocó una descompres­ión. Los pasajeros se pusieron las mascarilla­s, pero se les acabó el oxígeno

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«No tiene sentido seguir buscando –dice el investigad­or Larry Vance–. El océano Índico es demasiado grande». Abajo, una periodista consuela a una mujer, familiar de un pasajero desapareci­do, en Pekín el 6 de agosto de 2015 SIN CONSUELO
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