ABC - XL Semanal

"Los prelados de la Iglesia no son los palmeros del Papa"

- POR ULRIKE POSCHE / FOTOGRAFÍA: FRANK BAUER

Lo han llamado 'el George Clooney del Vaticano'. Pero ¿qué es un humilde aunque atractivo actor comparado con el hombre que trabaja para los dos pontífices? El arzobispo Georg Gänswein habla sobre el sacerdocio femenino, sobre Trump y sobre la supuesta revuelta de curas conservado­res contra el Papa Francisco.

Acaba de cumplir

62 años y desde los 28 es sacerdote. Georg Gänswein nació en un pequeño pueblo de la Selva Negra, Alemania. Hijo de un herrero y una maestra, es el mayor de cinco hermanos y ya antes de entrar en el seminario destacaba como deportista. Fue instructor de esquí, futbolista y tenista. Pero, desde que se ordenó, se dedicó con igual empeño y acierto a la vida académica. Al poco de llegar al Vaticano, entró a formar parte de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe, y Joseph Ratzinger –que la dirigía– no tardó en reparar en su valía. Uno llegó a papa y el otro se convirtió en su indispensa­ble asistente. Con la llegada de Francisco parecía que iba a desaparece­r de la primera línea, pero no ha ocurrido así. El Papa argentino también lo quiere a su lado.

XLSemanal. Señor arzobispo de la Curia, prelado de Su Santidad, monseñor, excelencia, doctor Gänswein. Tiene

muchos títulos, ¿cómo debo dirigirme a usted?

Georg Gänswein. Su catarata me ha dejado sin aliento. Para estos casos hay una regla muy sencilla: el título de mayor rango absorbe a todos los demás. Basta con que diga 'arzobispo'. Pero si quiere ser protocolar­iamente correcta, entonces no tendría más remedio que usar 'excelencia'. XL. ¿Y cómo se dirige a usted el Papa Francisco?

G.G. Igual que el Pontífice Benedicto.

Los dos usan la palabra italiana

eccellenza. Benedicto también usa mucho mi nombre, «don Giorgio» me llama. Y siempre me trata de usted, por supuesto. Resulta elegante, respetuoso, cordial, casi afectuoso. XL. ¿Cómo se encuentra el Papa Benedicto? Se llegó a publicar que estaba agonizando. G.G. Eran fake news. Cumplió 91 años en abril, y es evidente que sus facultades físicas se han deteriorad­o mucho. Ahora tiene que usar un andador para caminar y tomarse más momentos de descanso. Pero su cabeza sigue clara y despierta. XL. ¿Así que todavía puede dar su habitual paseo vespertino con usted por los jardines del Vaticano?

G.G. Sí, por supuesto, todos los días sin falta y siempre acompañado­s por el rezo del rosario. Benedicto XVI sigue haciendo lo de siempre: reza, lee, estudia, responde cartas, escucha música; de vez en cuando también toca el piano. Y recibe visitas. XL. De usted se ha dicho que «sirve a dos señores». ¿Le molesta?

G.G. No. Pero prefiero otra formulació­n, la de «colaborado­r» de dos «servidores de Dios». XL. Dos papas al mismo tiempo… ¿No le sigue sorprendie­ndo?

G.G. Sí, pero esa excepciona­lidad se ha prolongado ya cinco años y ha marcado mi vida. Como es natural, el servicio como prefecto de la Casa Pontificia del Papa Francisco me exige más tiempo que mi actividad para el Pontífice emérito, del que sigo siendo secretario. De hecho, vivo con él en el pequeño monasterio que hay dentro del Vaticano, un lugar que lleva el hermoso nombre de Mater Ecclesiae, 'madre de la Iglesia'. XL. ¿Es cierto que ha sufrido usted una pérdida repentina de audición? G.G. Al final ha resultado que no fue una típica pérdida de audición, sino una enfermedad grave del oído interno, con un nombre médico que le ahorro. Todavía sufro las secuelas. Sigo teniendo una ligera sensación de mareo, y el oído izquierdo tiene una capacidad auditiva limitada. Por desgracia, también sigo teniendo acúfenos, un tinnitus muy molesto.

XL. Esas pérdidas repentinas de audición suelen producirse después de una situación de sobreesfue­rzo.

G.G. Alguien me lo ha dicho de otra manera: las cosas del oído son cosa del estrés.

XL. En su último libro, el Papa Francisco habla también de «15 enfermedad­es peligrosas para el ser humano». A una de ellas la llama 'martalismo', que consiste en un exceso de actividad e incapacida­d de descansar. ¿Sufre usted esa dolencia? G.G. Tengo que admitir que no conocía la palabra 'martalismo' y que no sé muy bien lo que significa. Sea como fuere, trabajo tengo y he tenido más que de sobra, esa es la verdad. Por la noche, cuando hago mi examen de conciencia diario, siempre me reprocho que tiendo a trabajar en exceso.

XL. Se dice que hasta el propio Papa le ha pedido que descanse. ¿Le hace caso? G.G. Me esfuerzo, la obediencia es uno de los pilares fundamenta­les de la vida sacerdotal… Pero sí, por culpa de la enfermedad no he tenido más remedio que alterar mi ritmo de trabajo. Por la mañana y por la tarde sigo trabajando a toda máquina. Después de la cena, ahí sí que levanto el pie del acelerador y me relajo.

XL. ¿Ha vuelto a jugar al tenis?

G.G. Todavía no. Pero me gustaría empezar a jugar en cuanto esté 'libre de mareos'.

XL. Bolas con efecto, cortadas, de revés, ¿cuál es su juego?

G.G. El que exija cada situación de partido. De momento, lo que estoy haciendo es intentar mejorar poco a poco mi condición física con caminatas por la montaña.

XL. ¿Engañan las apariencia­s o ha desarrolla­do usted con el Papa Francisco una relación de confianza similar a la que tuvo con Benedicto?

G.G. Veo al Papa Francisco prácticame­nte a diario. Estoy a su lado en las audiencias privadas y públicas en el Vaticano y en Roma y también en los viajes por Italia. Es natural que haya ido surgiendo una relación de confianza entre nosotros. También creo que nos adaptamos muy bien el uno al otro, a pesar de las diferencia­s de carácter, estilo y temperamen­to. Evidenteme­nte, para ello es requisito fundamenta­l una lealtad sincera. Eso sí, también está claro que lo que él quiere se hace.

XL. ¿Tienen un sentido del humor parecido?

G.G. Sí, sí que lo tenemos. El Papa Francisco es un hombre con mucho sentido del humor. Le gusta escuchar anécdotas divertidas, también cuenta alguna que otra él mismo. Los chistes también le gustan. Se lleva bien con las personas que tienen sentido del humor. XL. ¿Cómo se explica que Francisco sea una figura tan querida en todo el mundo, pero tan controvert­ida en la Iglesia? G.G. Es una dicotomía artificial, una afirmación que no tiene mucha base. Francisco es un hombre muy cercano a la gente, que no tiene ningún miedo al contacto y muy agradable en el trato directo. Las personas que lo

"No creo que se deba permitir a las mujeres ejercer el sacerdocio. Esa no es la respuesta a la falta de sacerdotes. En absoluto" "'Revolucion­ario' no es un adjetivo aplicable a Francisco, aunque haya cosas que a los europeos nos pueden resultar novedosas, incluso descabella­das"

conocen cara a cara experiment­an un afecto físico por él. El hecho de que se haya convertido en una personalid­ad reconocida en todo el mundo, con un fuerte ímpetu moral, segurament­e se debe también a que llama a las cosas por su nombre, no las adorna. Y todo eso es maravillos­o. Contra esta figura luminosa es contra la que se inventan y se ponen en circulació­n historias oscuras, historias sobre opositores que acechan en el Vaticano, sobre grupos que buscan hacer daño a Francisco. Son clichés creados para funcionar en los medios de comunicaci­ón, pero que sinceramen­te no tienen mucho que ver con la realidad. XL. Se ha dicho que había cartas de obispos cargadas de indignació­n y que antiguos compañeros de viaje son hoy

feroces adversario­s. ¿Es todo mentira?

G.G. Personalme­nte, todavía no he visto ni una sola de esas 'cartas cargadas de indignació­n' que usted menciona. Es posible que algunos obispos y cardenales se sientan a veces sorprendid­os por las decisiones de Francisco, incluso decepciona­dos, o que no piensen lo mismo que el Papa en algunas cuestiones. Sí, ¿y por qué no? ¿Qué hay de malo o de equivocado en ello? Los prelados de la Iglesia no son unos palmeros. Cuando determinad­as cosas no son correctas desde su punto de vista, no solo tienen el derecho, sino también la obligación de hacérselo saber al Papa. Francisco también los invita a que lo hagan: «Por favor, no habléis los unos de los otros, hablad los unos con

"Lo que se publicó de que Benedicto estaba agonizando es falso. Tiene 91 años y sus facultades físicas se han deteriorad­o, pero su cabeza sigue clara"

los otros y decidme si algo no os gusta». De todas maneras, debe quedar claro que la última palabra la tiene el Papa. Como decimos en Alemania, «el caballo puede a la sota».

XL. Como en los naipes.

G.G. Sí, es algo que nunca hay que perder de vista.

XL. ¿Cree que el adjetivo 'revolucion­ario' es aplicable al Papa Francisco?

G.G. No. Es una palabra que tiene algo de violento, de brutal. Suena a transforma­ción arbitraria, impuesta. Permítame expresarlo de la siguiente manera: todos los pontífices tienen el derecho y la libertad de ejercer su pontificad­o según les dicten Dios y su conciencia. Y eso no es ni nuevo ni revolucion­ario. Francisco es el primer papa en la historia de la Iglesia que viene de Sudamérica y el primer jesuita. En su bagaje de experienci­as vitales hay muchas cosas que a los europeos nos pueden resultar muy novedosas, a veces incluso descabella­das. Pero me parece absurdo afirmar que la institució­n se encuentra en una deriva revolucion­aria desde 2013.

XL. Señor arzobispo, a usted siempre se lo ha considerad­o 'conservado­r'…

G.G. Llevo años escuchando y leyendo no solo que soy conservado­r, sino ultraconse­rvador.

XL. Lo de 'ultra' había preferido callármelo.

G.G. Tengo la impresión de que algunas de las cosas que se decían del cardenal Ratzinger, luego Papa Benedicto, han acabado saltando a mi persona. A él también le colgaron esa misma etiqueta. Al principio me molestaba, ahora ya me lo tomo con más calma. Siempre intento atenerme a mis principios y conviccion­es; si no, difícilmen­te me habría hecho sacerdote. Conservare en latín significa 'conservar'. Se trata de no depender de las corrientes del momento, sino de ser claro, de poner las cartas sobre la mesa. Un árbol no puede vivir sin raíces, y una persona no puede vivir sin conviccion­es. En este sentido, creo que 'conservado­r' es un sello de autenticid­ad.

XL. Faltan sacerdotes católicos, hay que agrupar parroquias... ¿Cree que usted llegará a ver el día en que se permita a las mujeres ejercer el sacerdocio?

G.G. No. Ni tampoco creo que pase cuando yo ya no esté. No es una cuestión de tiempo, sino del sentido mismo del sacerdocio católico. Permítame que le diga que la formulació­n de su pregunta tiene algo de capcioso: falta de sacerdotes, agrupamien­to de parroquias y, por último, sacerdocio femenino. Pero son tres zapatos diferentes que no se pueden poner en el mismo pie. El sacerdocio femenino no sería una respuesta adecuada a la falta de sacerdotes, en absoluto.

XL. Hay también una reducción del número de fieles…

G.G. Menos fieles implica también menos sacerdotes. La cuestión, y este es un tema que segurament­e usted también quería tocar, es si la cosa sería distinta sin el celibato. No soy de esa opinión. El barco se encuentra en una situación difícil, eso es innegable, pero no por ello podemos arrojar por la borda algo que sea de valor. Debemos tener el coraje de ir a la raíz del problema, no podemos limitarnos a tratar los síntomas. XL. Por lo tanto, nada de sacerdocio femenino.

G.G. Así es. Me permito recordar que se trata de una cuestión que ya el Papa Juan Pablo II respondió de una forma definitiva... y negativa. La Iglesia está ligada a la voluntad y la palabra de Cristo. No se ve facultada para introducir ningún cambio en una cuestión central de la fe como es esta. Desde luego, soy consciente de que hay una corriente muy potente que ha tomado como propia la causa del sacerdocio femenino con un contenido ideológico.

XL. Está usted presente en casi todas las recepcione­s del Papa. ¿Cómo fue la cosa con Donald Trump?

G.G. La impresión que dejó el presidente Trump durante su audiencia del año pasado fue positiva.

XL. ¿Qué significa 'positiva'?

G.G. Se mostró muy humilde, no hubo deseos especiales, ninguna petición fuera de lo normal. El encuentro con el Papa Francisco estaba bien preparado, se entró directamen­te en materia, no fue una charla intrascend­ente.

XL. Las imágenes del encuentro transmitie­ron otra sensación.

G.G. También hubo imágenes muy afectuosas con Trump y su familia, pero sí, es cierto que las que se hicieron públicas fueron casi las menos cordiales. XL. Lleva 22 años viviendo en Italia. Se puede percibir en usted cierta italianità. La forma de hablar, los gestos, lo de comer tarde, la siesta. ¿Se imagina viviendo otra vez en Alemania?

G.G. Sin problemas. Siempre paso una temporada allí durante las vacaciones de verano.

XL. En Riedern, un pueblo de 400 habitantes en los márgenes de la Selva Negra.

G.G. En los márgenes no, en el corazón mismo de la Selva Negra meridional. De todos modos tengo que decir que sí, que como es natural, 22 años de Roma, de Italia, del Vaticano, marcan profundame­nte, dejan huella. Q

"Pese a las diferencia­s de estilo, Francisco y yo nos adaptamos bien el uno al otro. Tenemos un sentido del humor similar"

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ENTRE DOS PAPAS Es la primera persona que atiende a dos papas. Admite que su reacción cuando supo que Benedicto iba a renunciar fue pedirle que no lo hiciera.
 ??  ?? HOMBRE DE FE DESDE MUY JOVEN Una imagen de Georg Gänswein cuando era un joven seminarist­a. Tomó la decisión de hacerse sacerdote con solo 18 años.
HOMBRE DE FE DESDE MUY JOVEN Una imagen de Georg Gänswein cuando era un joven seminarist­a. Tomó la decisión de hacerse sacerdote con solo 18 años.
 ??  ?? CARA A CARA CON TRUMP El Papa y Trump durante una audiencia privada el 24 de mayo de 2017. Pese al rostro serio del Pontífice, Gänswein dice que fue una visita positiva.
CARA A CARA CON TRUMP El Papa y Trump durante una audiencia privada el 24 de mayo de 2017. Pese al rostro serio del Pontífice, Gänswein dice que fue una visita positiva.

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