La vieja tradición de dar propina parece tener los días contados. En Estados Unidos, ya empiezan a prohibirlas; y, en España, Hacienda recuerda a las empresas que deben tributar. El debate está servido.
En Estados Unidos empiezan a prohibirlas. Y, en España, la ministra de Hacienda nos recuerda que deben tributar. El debate está abierto. «Precariza las rentas», alegan sus detractores. «Incentiva al trabajador», defienden otros. El debate está servido.
'Baksheesh', 'tip', yapa o propina. "Es un mito pensar que las propinas son más elevadas en los restaurantes caros", dice el cocinero Albert Adrià, hermano de Ferran Adrià
En árabe, inglés o en español de Perú, Argentina o Chile, estas son algunas de las maneras de llamar a lo que la RAE define como «agasajo que, sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción, se da por algún servicio». La palabra castellana viene del latín propinãre: 'beber a la salud de otro'. Era habitual, al brindar por alguien, dejar algo en la copa para el homenajeado.
Hoy es una costumbre muy arraigada que puede poner en aprietos a un visitante si no conoce las reglas locales del lugar. En Japón, por ejemplo, la propina es ofensiva. En Hungría o Polonia, en cambio, hasta el médico o el dentista esperan recibir algo del paciente. Es, al fin y al cabo, parte de la cultura de cada país. Por eso, nos resulta excéntrico que Johnny Depp deje en un restaurante 4000 dólares por el buen servicio. ¿Generosidad u ostentación? Es parte del eterno debate en torno a esta gratificación económica. Y no es nuevo.
En Reservoir dogs, la película de Tarantino, Mr. Pink se niega a dejar dinero para el bote: «No creo en las propinas», sentencia. En Ninotchka, de Lubitsch, cuando la agente comunista encarnada por Greta Garbo llega a París, un mozo intenta coger sus maletas en la estación. «¿Por qué ha de llevar lo que es de otro?», pregunta sorprendida. El mozo responde entonces que ese es su oficio. «Eso no es un oficio, es una injusticia social», replica Garbo. «Depende de la propina», concluye el mozo.
En la Edad Media, los caballeros arrojaban monedas de oro desde sus caballos para garantizar fidelidad. En Estados Unidos hoy son parte fundamental de muchos sueldos. Sin el 20 por ciento del servicio, sencillamente, no se llega a fin de mes. Por eso es obligatoria. Aunque en algunos lugares las están prohibiendo: California, Oregón y Washington las han eliminado. El argumento: hacer de la propina la base del sueldo precariza la renta. Antes del cambio de ley –Iniciativa 77– el sueldo mínimo de un camarero era de 3,33 dólares la hora. Solo la generosidad obligada de los clientes podía garantizar los 12,50 dólares la hora.