El frente abierto
No es remover viejas heridas del pasado, sino mirarlas a la cara de una vez. Le pese a quien le pese, la realidad es que la Guerra Civil Española (sí, en mayúsculas) nunca acabó. Ahí sigue, con los frentes bien abiertos. Las barricadas pueden haber desaparecido, pero se sienten, se las ve en los telediarios, se las lee en los periódicos. Pero antes de seguir alimentando esa lucha, es importante no olvidar que, en lo que a contienda armada respecta, ganaron los malos. Ganó el fascismo. Ese que repudiamos en los libros de historia, en los bigotes chistosos, en los brazos en alto y en los colores que van del gris al pardo. Ese que hoy sigue llevando ramos de flores al mausoleo del dictador. Porque no, no es el Valle de los Caídos en tanto Franco esté ahí. Porque a Franco no lo ayudaron a caerse, como él sí ayudó. Es culto a su persona, que rodeado de sus víctimas, aún se ríe pensando: «Sí, gané yo». La exhumación urge porque no debería ser necesaria. Urge porque ya es tarde. Urge porque ese carácter tardío ha pasado ya al código genético del pueblo español. Urge porque demuestra que Franco sigue dictaminando el destino del pueblo español. Quitar a Franco del medio, pues, no es obviar la mirada a asuntos más urgentes, que los hay, sino darle la posibilidad, al menos simbólica, a España de ser mejor, de poder decir realmente: «Sí, son heridas del pasado». XLSemanal;