ABC - XL Semanal

Viajes.

Destruida y reconstrui­da hasta el infinito, la capital de Serbia se ha reinventad­o. Su vida nocturna y su vibrante vida cultural han convertido esta ciudad de pasado dramático en el destino de moda para jóvenes y noctámbulo­s.

- Por Ixone Díaz Landaluce

Belgrado, la capital serbia, se ha convertido en el nuevo Berlín.

ASU PASO POR Belgrado, el Danubio cambia radicalmen­te de banda sonora. En los

splavovi, las discotecas y restaurant­es que flotan sobre el legendario río, suena la música techno, pinchan algunos de los DJ más famosos del mundo y la clientela más joven y entusiasta baila hasta altas horas de la madrugada. La infinita sed de marcha de la capital de Serbia, que ni siquiera se aplacó en tiempos de guerra, ha dejado de ser el secreto mejor guardado de la ciudad. De hecho, está convirtien­do Belgrado en uno de los destinos más populares del continente entre los turistas jóvenes y noctámbulo­s. Pero ese no es su único reclamo. Ni el retrato robot de todos los turistas que llegan a la ciudad. En los últimos años, el sector turístico, muy anticuado hasta hace muy poco, se ha puesto en marcha para atraer a todo tipo de visitantes con nuevos restaurant­es de diseño, hoteles de arquitectu­ra vanguardis­ta y una colección de bares pintoresco­s que no tiene nada que envidiar a los de las grandes capitales europeas. Y aunque los visitantes aún no llegan en masa, solo es cuestión de tiempo. Hace unos meses, The New York Times incluía la ciudad en su lista

EN LAS DISCOTECAS Y RESTAURANT­ES FLOTANTES SUENA MÚSICA 'TECHNO' Y SE PUEDE BAILAR HASTA EL AMANECER

de lugares a descubrir en 2018. Por eso, hay quien ya ha empezado a decir que Belgrado es el nuevo Berlín… Y algo de eso tiene. Por muchas razones. Por la trágica, aunque fascinante, historia contemporá­nea que ha marcado sus edificios y sus calles, por la vida cultural

undergroun­d que se ha abierto paso en sus barrios y, sobre todo, por las ganas de sus habitantes de sacudirse la tristeza de un pasado demasiado reciente.

Reinventar­se no ha sido fácil. El turismo siempre ha dado la espalda a Belgrado. La ciudad no ha sido un destino especialme­nte atractivo ni acogedor para el visitante, sino más bien sinónimo de enfrentami­entos civiles, tensiones políticas y sociales e, incluso, de bombardeos… El último ocurrió en 1999, cuando la OTAN utilizó su fuerza aérea para atacar la ciudad en un intento de frenar el genocidio en Kosovo. En realidad, ese solo fue el último episodio dramático de una historia marcada por la posición geoestraté­gica de la ciudad, en la confluenci­a de los ríos Danubio y Sava, que ha condenado a Belgrado a una historia de asedios, batallas y mucha sangre derramada. Fundada por los celtas en el

EL DISTRITO DE SAVAMALA ESCONDE RESTAURANT­ES DE COCINA TRADICIONA­L EN LOCALES DE DISEÑO

siglo III a. C., tomada por los romanos, saqueada por los hunos, ocupada por el Imperio bizantino, asediada por el austrohúng­aro y después otomana durante más tres siglos, ni siquiera la independen­cia definitiva de Serbia en 1878 logró solucionar sus problemas. Su historia contemporá­nea es igual de dramática: sufrió los estragos de las contiendas mundiales y, después, la tensiones nacionalis­tas de la recién nacida Yugoslavia, que culminaron con la guerra de los Balcanes. Se dice que en Belgrado se han librado 115 guerras. Y que ha sido completame­nte destruida (y reconstrui­da) en 44 ocasiones.

ESTÉTICA INDUSTRIAL. Quizá, por eso, no es lo que tradiciona­lmente se entiende por una ciudad bonita. Las construcci­ones de corte soviético dominan el centro, donde todavía se pueden ver vestigios de los ataques aéreos en los edificios gubernamen­tales bombardead­os hace dos décadas. Pero la estampa de los grandes bloques de cemento solo es una parte de Belgrado. También hay postales idílicas, como el antiguo barrio de pescadores de Zemun, a orillas del Danubio, y sobre todo la gran joya de la ciudad: la fortaleza de Kalemegdan y todo el conjunto monumental contenido entre sus murallas. Tampoco falta el inevitable barrio en pleno proceso de gentrifica­ción, con locales de estética industrial y clientela moderna. El distrito de Savamala, un área eminenteme­nte industrial a orillas del Sava, es así: almacenes abandonado­s reconverti­dos en centros culturales o galerías de arte, restaurant­es de diseño que están reinventan­do la cocina tradiciona­l serbia, barberías hípster, clubs de comedia (como el popular Ben Akiba) y grafitis tapizando prácticame­nte cada fachada.

La capital de Serbia mira hacia el futuro y aspira a convertirs­e en una ciudad atractiva para el turismo continenta­l con muchas bazas para conseguirl­o: es barata para el visitante (el cambio del euro al dinar sigue resultando muy favorable), no está masificada y cada vez tiene mejores conexiones aéreas (aunque no precisamen­te con España). Ahora, Belgrado está en su punto.

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HASTA EL AMANECER Los bares de copas flotantes a orillas del río Danubio son uno de los mayores atractivos de la ciudad.
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