Pesadillas de un seductor
Woody Allen es un cineasta excepcional, capaz de profundizar en las penumbras del ser humano y hacernos reír con sus miserias. Lleva dirigiendo una película al año desde 1981 con la facilidad de un niño que juega a tirar cosas contra la pared por si alguna de ellas se queda pegada. Sin embargo, con el tiempo, su humor se ha ido evaporando y su pesimismo vital ha ido impregnando sus historias hasta el punto de que últimamente uno siente cómo envejece cada segundo que pasa ante la pantalla de cine. Ahora, unas acusaciones de abusos sexuales contra su hija adoptiva realizadas hace 26 años por su expareja Mia Farrow han cobrado inusitada fuerza al cobijo del movimiento #MeToo, y Allen ya no encuentra financiación. Este año no habrá película suya y uno se queda con un amargo sentimiento de orfandad y una sonrisa helada al verlo terminar tan perdido como el neurótico protagonista de muchas de sus películas.
"Woody Allen ya no encuentra financiación. Este año no filmará y uno se queda con un amargo sentimiento de orfandad"