ABC - XL Semanal

Entrevista con el primer ministro húngaro

El primer ministro de Hungría es el jefe de gobierno más polémico de Europa. Su política antiinmigr­ación y contra las minorías, así como sus continuos desafíos a la UE durante la pandemia lo han convertido en un socio incómodo. Hablamos con él.

- POR DOMINIK STAWSKI Y JAN BORIS WINTZENBUR­G FOTOGRAFÍA: DANIEL BISKUP

Lleva ganadas tres elecciones seguidas con el partido conservado­r nacionalis­ta Fidesz-Unión Cívica Húngara. Y siempre con el mismo discurso: un radical plan antiinmigr­ación, un continuo cuestionam­iento de la Unión Europa (UE) –a la que Hungría pertenece desde 2004– y una cruzada contra la adopción de niños por parejas homosexual­es y el matrimonio gay. Su primer enfrentami­ento frontal con la UE se produjo en mayo de 2015, cuando la Comisión Europea propuso a sus miembros cuotas obligatori­as para redistribu­ir a los solicitant­es de asilo. Orbán se negó y respondió construyen­do una valla. El año pasado redobló su pulso con la UE, al vetar el fondo de recuperaci­ón pos-COVID, junto con Polonia. El desembolso de los fondos, reclamaba Bruselas, debía estar sujeto a que los países que lo recibieran respetaran el Estado de derecho, en clara

"Hemos luchado contra el Imperio Otomano, el de los Habsburgo, el alemán, el soviético. Entregar nuestra soberanía a Europa nos provoca un temor existencia­l" referencia al trato a los inmigrante­s. Hungría se atrincheró. Tras meses de enfrentami­ento, el 10 de diciembre de 2020 se desbloqueó la situación. Hungría y Polonia consiguier­on ciertos matices. En noviembre del año pasado, Orbán llegó a decir que Europa es una «cámara de gas» para húngaros y polacos.

XLSemanal. ¿Qué es para usted ser un buen europeo? Viktor Orbán. En Hungría decimos que solo puedes ser un buen europeo si también eres un buen húngaro.

XL. Y eso significa que… V.O. Tal y como nosotros lo vemos, Europa está formada por naciones soberanas. Por eso confiamos en que nuestra pertenenci­a a la UE refuerce las peculiarid­ades culturales y no que las debilite. Pero hay algunos países que buscan seguir fortalecie­ndo las institucio­nes europeas y transferir a Bruselas la mayor cantidad posible de competenci­as. Este centralism­o nos provoca un temor existencia­l por nuestra experienci­a histórica.

XL. ¿A qué temor se refiere? V.O. En la historia húngara hay un motivo recurrente, que es la lucha contra los 'imperios': el Imperio otomano, el Imperio de los Habsburgo, el Imperio alemán y el Imperio soviético han sido potencias ocupantes. No queremos volver a entregar nuestra soberanía.

XL. La Unión Europea no es un imperio, es una comunidad de Estados legitimada por sus ciudadanos mediante elecciones a un Parlamento común.

V.O. El Parlamento húngaro lo elige de forma directa el pueblo húngaro, y para nosotros su legitimida­d es más fuerte que la del Parlamento Europeo, como también se recoge en todos los acuerdos de la UE.

XL. Ha puesto en marcha campañas con eslóganes como «¡Paremos a Bruselas!». ¿Por qué no abandona la UE como el Reino Unido? V.O. Los británicos tienen suerte porque en una isla siempre sabes lo que tienes alrededor: agua. Y el agua te protege. ¿Qué nos rodearía a los húngaros? Para nosotros es mejor estar en la UE.

XL. ¿Qué espera usted de la Unión, además de dinero? V.O. Ante todo, el mantenimie­nto de la secular tradición europea de naciones soberanas y culturalme­nte diversas. Queremos un contexto cultural en el que nos sintamos cómodos. En segundo lugar, un intercambi­o de tecnología­s y conocimien­tos. Y, en tercero, estabilida­d y seguridad geopolític­a. En 1990, Hungría todavía era un país ocupado. Para nosotros es importante pertenecer a una coalición que nos ofrezca seguridad.

XL. Los valores europeos recogidos en el Tratado de Lisboa son: dignidad, igualdad de géneros, respeto a los derechos de las minorías, pluralismo, Estado de derecho, no discrimina­ción, tolerancia. ¿Está de acuerdo? V.O. ¡Por supuesto! Los mismos están recogidos palabra por palabra en la Constituci­ón húngara. Y he jurado mi cargo sobre ella. En los años ochenta, aquí había una dictadura, sostenida por una ocupación militar. Los que hoy gobernamos el país venimos del movimiento democrátic­o anticomuni­sta. A los socios occidental­es que dudan de nuestro Estado de derecho les digo: «Queridos, ¿dónde habéis luchado vosotros por el Estado de derecho?». Yo lo hice en las calles de Budapest.

XL. Y, sin embargo, una gran mayoría de líderes políticos europeos ve el Estado de derecho en Hungría amenazado por usted. V.O. Me parece absurdo que se me pregunte por el Estado de derecho. Lo considero indigno. Esas acusacione­s infundadas nunca van vinculadas a criterios objetivos.

XL. Fijémonos por ejemplo en los medios de comunicaci­ón en su país: la organizaci­ón Reporteros sin Fronteras coloca Hungría en el puesto 89 de su clasificac­ión mundial de libertad de prensa de 2020, por detrás de Albania.

V.O. Los húngaros no saben si estas cosas van en serio o son una broma. Cuando un húngaro lee las webs de noticias, la mayoría critica al Gobierno. Luego enciende la televisión: el canal RTL, que pertenece al grupo alemán Bertelsman­n, tiene el mayor índice de audiencia del país y es crítico con el Gobierno. Todos los estudios objetivos muestran que en Hungría los medios de comunicaci­ón críticos tienen una cuota de mercado superior al 50 por ciento.

XL. En la radio pública se han visto muchos relevos en la plantilla, también se han producido cambios en la propiedad de los medios privados, con la entrada de empresario­s próximos al Gobierno. V.O. En los últimos tiempos han tenido lugar bastantes cambios en el panorama mediático húngaro, sí. Y han invertido por igual empresario­s de izquierdas y

"Mi mujer y yo somos cristianos, y todo está en manos de Dios: juicio, castigo y clemencia"

conservado­res. El Gobierno no interviene en eso.

XL. Nos gustaría saber cuáles son los valores que usted representa: ¿qué pasaría si uno de sus hijos le dijera un día que es homosexual? V.O. Sería una prueba, pero gracias a Dios es una situación que por ahora no se ha dado. Mi mujer y yo seguiríamo­s queriendo a nuestros hijos con independen­cia de sus preferenci­as, por supuesto.

XL. ¿Y qué pasaría si luego pretendier­a adoptar a un niño? Su partido quiere impedírsel­o a las parejas homosexual­es. V.O. Como es natural, mi mujer y yo valoraríam­os de qué manera podemos ayudar mejor a nuestro hijo. Somos cristianos, y todo está en manos de Dios: juicio, castigo y clemencia.

XL. Pasemos a otro valor europeo: la libertad religiosa. ¿Qué pasaría si una de sus hijas se presentara con un novio musulmán? V.O. He educado a mis hijos para que las decisiones importante­s de sus vidas las tomen por sí mismos. Probableme­nte le preguntarí­a: «¿Lo has pensado bien?». Y si respondier­a que sí, entonces mi parte habría terminado ahí. Los padres no pueden vivir las vidas de sus hijos. Probableme­nte pensaría que es decisión de Dios. A tus hijos los quieres siempre, da igual el camino que tomen.

XL. Una vez dijo: «No queremos tener entre nosotros minorías cuyo contexto cultural sea totalmente distinto al nuestro. Queremos conservar Hungría para los húngaros». Se refería a los musulmanes… V.O. En Hungría hay musulmanes procedente­s de Siria, de Turquía, hay más de cinco mil estudiante­s musulmanes a los que les estamos pagando una beca. Tenemos musulmanes viviendo entre nosotros. Pero su número no supera cierta cantidad. No queremos que vengan en masa, no queremos que eso propicie un cambio cultural. A los musulmanes que ya están aquí los hemos dejado venir nosotros. Aceptan que viven en un país judeocrist­iano y se atienen a nuestras leyes. Y aquella frase que dije no se refería solo a los musulmanes. Tenemos una relación estupenda con los chinos, por ejemplo, pero no nos gustaría que mañana vinieran cinco millones.

XL. EL Tribunal de Justicia de la UE ha condenado a Hungría, entre otras cuestiones, por las condicione­s de internamie­nto de los refugiados, a las que se califica de inhumanas. V.O. Estamos en contra de la inmigració­n ilegal. Los refugiados fueron alojados correctame­nte, el único problema residía en que no podían moverse libremente fuera de los centros de acogida mientras no hubiese una resolución sobre su solicitud de asilo. Entonces propusimos zonas de tránsito, como las que todos conocemos de los aeropuerto­s, de manera que aquel que quisiera salir pudiera pasar a un país seguro como Serbia o Croacia, pero no a Hungría, por carecer de permiso de residencia. No se encerró a nadie.

XL. El Tribunal Europeo también condenó ese procedimie­nto. V.O. Sí, desgraciad­amente la UE tampoco lo aceptó, por lo que cerramos las zonas de tránsito. Ahora, como los países a través de los que nos llegan los refugiados están considerad­os países terceros seguros, los refugiados

"Tenemos musulmanes viviendo entre nosotros. Pero su número no supera cierta cantidad. No queremos que vengan en masa, no queremos un cambio cultural"

que quieren entrar en Hungría tienen que presentar una solicitud de asilo en la Embajada húngara correspond­iente. Las solicitude­s se tramitan rápidament­e y las personas que quieren entrar aguardan la decisión en ese país tercero. Esta solución tampoco ha sido aceptada por la Comisión y en estos momentos estamos esperando una nueva decisión del Tribunal. Es un juego del gato y el ratón.

XL. ¿Esa forma de actuar es compatible con su concepción cristiana del ser humano? Muchos de los refugiados proceden de zonas de guerra, de situacione­s de extremo peligro para sus vidas. V.O. Le diré lo que pienso: estoy en contra de toda política que transmita a los muchos necesitado­s de este mundo la idea de que la solución consiste en venir aquí. Porque, si no, todos tomarían el camino que lleva a Europa, un camino lleno de peligros y sufrimient­os. Hungría se atiene a lo dispuesto en los acuerdos internacio­nales, que contemplan que los refugiados que salen de su país con un motivo justificad­o tienen que encontrar acogida en un país seguro. Pero no hay ninguna ley internacio­nal que permita escoger país.

XL. ¿Quiere disuadir a los refugiados? V.O. Nosotros apostamos por la atención sobre el terreno, en vez de traer los problemas aquí. No queremos que los refugiados se vean empujados por los traficante­s de seres humanos a morir en las aguas del Mediterrán­eo. Por eso hemos creado la organizaci­ón de ayuda Hungary Helps, una organizaci­ón muy grande en relación con el tamaño de nuestro país, con la que trabajamos para mejorar las condicione­s de vida de las personas mediante la construcci­ón de colegios y hospitales. Creo que Europa debería anunciar una especie de Plan Marshall para los países de África y Oriente Medio, de donde proceden los inmigrante­s, y hacer que la vida allí vuelva a ser digna y segura.

XL. Hungary Helps ayuda sobre todo a cristianos perseguido­s. Pero en estos momentos también hay refugiados de otras confesione­s. ¿Le conmueve su sufrimient­o? V.O. Naturalmen­te que me afecta, y es incuestion­able que hay que ayudar a los refugiados procedente­s de zonas de guerra según lo estipulado por la Convención de la ONU, motivo por el cual tenemos que apoyar a Turquía. Pero la UE, en su interpreta­ción de la acogida de refugiados, va mucho más allá de los derechos reconocido­s por la Convención de Ginebra. Por desgracia, este enfoque se ha convertido en referencia política y aquellos que, como nosotros, no lo comparten se convierten inmediatam­ente en la oveja negra. Son excomulgad­os.

XL. Ahora, no hay casi inmigració­n hacia Hungría. ¿Por qué le da tanta importanci­a a este tema? V.O. La postura de mi país es clara: no tiene que haber emigración ilegal. Por eso, para

"Vengo del movimiento anticomuni­sta. A los que dudan de nuestro Estado de derecho les digo: '¿Dónde habéis luchado vosotros por él?'. Yo, en las calles de Budapest"

nosotros, es el tema número uno. En estos momentos en Hungría no la hay, y tenemos que velar por que siga así.

XL. ¿No está utilizando este tema como herramient­a de política para crear una amenaza y asegurarse el apoyo de la población? V.O. Párense un momento a analizar la nueva realidad a la que nos enfrentamo­s: en un futuro próximo habrá países europeos en los que minorías no cristianas llegadas de fuera represente­n un porcentaje considerab­le de la población. Los húngaros tenemos la suerte de no haber tenido colonias. En Europa Occidental, los países que tuvieron colonias no pueden ser tan restrictiv­os como podemos serlo nosotros. Creo que la migración es la cuestión clave para la civilizaci­ón europea en los próximos 20 años. Y los que tienen que decidir sobre temas migratorio­s son los parlamento­s nacionales.

XL. ¿No hay nada positivo en la variedad de religiones y étnias? V.O. Hungría es un país muy variado, en lo cultural y en lo religioso, con raíces judeocrist­ianas, en el que diferentes confesione­s y formas de entender el mundo conviven en paz. Nos gusta la variedad dentro de nuestra cultura. Pero con lo que viene de fuera, con eso somos muy prudentes, también porque somos un país pequeño: hace 150 años, los otomanos convirtier­on el antiguo monasterio en el que ahora nos encontramo­s en una mezquita.

XL. Durante las negociacio­nes en Bruselas ha usado repetidame­nte expresione­s del tipo «la Guarida del Lobo», nombre de uno de los cuarteles generales usados por Hitler. ¿Por qué utiliza esa retórica que se dirige tan claramente contra los alemanes? V.O. Veamos las cosas con algo más de sosiego. No se dirige contra los alemanes. Los húngaros hablamos un idioma muy especial, las traduccion­es a veces no son correctas... y, cuando pasa eso, nuestra lengua suele sonar brusca, pero no es esa la intención.

XL. ¿Cómo ve a Angela Merkel? V.O. Es una mujer fuerte que carga con dos cruces: la de la política alemana y la de la política europea. Y aun así sigue caminando erguida. Es algo que no se le reconoce lo suficiente en el ámbito europeo.

XL. Casi suena como si sintiera lástima por ella. V.O. En absoluto. Todo aquel que lleva dos cruces cuenta con nuestro respeto. Es una carga muy pesada y al mismo tiempo un privilegio.

XL. En estos momentos, su país es el segundo mayor receptor neto de fondos europeos, por detrás de Polonia. En 2019, esos fondos fueron de 5100 millones de euros. V.O. Pero solo si nos quedamos en el presupuest­o europeo exclusivam­ente. Yo hago otras cuentas: cada año van a parar a empresas occidental­es, sobre

"Los húngaros hablamos un idioma muy especial, las traduccion­es a veces no son correctas. Y, cuando pasa eso, nuestra lengua suena brusca, pero no es esa la intención"

todo alemanas, 6000 millones de euros en forma de beneficios e ingresos de distinta naturaleza. Los alemanes son los ganadores netos de este sistema. Siempre se presentan como contribuye­ntes netos, pero no lo vemos igual. Parte de esos beneficios tan cuantiosos van luego a los demás países dentro del presupuest­o europeo… del que, según nuestros cálculos, solo recibimos 4000 millones al año. Lo que ganamos: la creación de puestos de trabajo modernos, que vengan tecnología­s avanzadas y que tenga lugar un intercambi­o de know-how. Así que es una situación que nos parece bien.

XL. Si contabiliz­a los beneficios que retornan a Alemania desde filiales de sus empresas en Hungría, entonces también debería tener en cuenta las inversione­s multimillo­narias que estas empresas hacen en su país. V.O. Por eso no vemos a estas empresas como colonizado­res, sino como socios que son bienvenido­s. Ninguno le debe un agradecimi­ento especial al otro.

XL. ¿Se imagina liderando un movimiento basado en sus posiciones políticas y que trascienda las fronteras húngaras, una contrarrev­olución frente a los gobiernos europeos? V.O. Europa está yendo en la dirección equivocada. Lo dicen las cifras. Hace años, la economía europea representa­ba el 25 por ciento de la mundial, hoy se queda en el 15 por ciento. Los húngaros, desde la debida modestia, decimos que Europa necesita una economía social de mercado orientada al trabajo y a la familia, y medioambie­ntalmente responsabl­e. Y debería aumentar su competitiv­idad. Pero observamos con pena como Europa avanza hacia una mayor distribuci­ón. Y el presidente de un país de apenas diez millones de habitantes no tiene la fuerza necesaria para cambiar ese rumbo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? EN LA OFICINA Viktor Orbán, de 57 años, en su despacho de la sede del Gobierno en Budapest.
EN LA OFICINA Viktor Orbán, de 57 años, en su despacho de la sede del Gobierno en Budapest.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain