AD (Spain)

NIDO CASTIZO

- REALIZACIÓ­N ISABEL MARGALEJO FOTOS MANOLO YLLERA

Son 40 m desahogado­s, ligeros y tranquilos

2 en una corrala madrileña. Un homenaje al mueble midcentury .

En los escasos metros de este piso madrileño viven pocos muebles pero importante­s. La buena selección que

ha hecho su dueño, un loco del ‘midcentury’, hace que resulte desahogado, ligero, luminoso y tranquilo.

“Le AYUDÉ con la distribuci­ón, a elegir los ACABADOS, di pequeñas pinceladas con los papeles y,

entre los DOS, acoplamos los MUEBLES que no para de comprar. Cada SEMANA aparecía con uno nuevo”.

ERICO NAVAZO , INTERIORIS­TA

E ra la típica vivienda de una corrala castiza en el barrio de Antón Martín: 40 m con solo

2 dos balcones a la calle, en un edificio de 1809, que había sido reformada por última vez en la década de los 70. “Me parecía minúscula para mí y allí había vivido una familia con cinco hijos. ¡Imagínate!”, cuenta su actual propietari­o, Fernando García, que la encontró por internet. Había tres habitacion­es, dos de ellas ciegas, y quería dejarlo todo diáfano, pero como tenía dudas sobre la distribuci­ón llamó al interioris­ta Erico Navazo, amigo desde hace 20 años, para que le asesorara. “Lo tiré entero excepto el muro de carga central para dejar un buen salón, un solo dormitorio, un pequeño baño y una cocina testimonia­l, porque ni desayuno, ni como, ni ceno en casa”, explica el propietari­o. No dejó las vigas de madera vistas – “demasiado rústico”–, pero sí decapó las ventanas originales y encontró las contravent­anas que les faltaban buscando en contenedor­es. Con unas pocas más hizo las puertas de su armario. En el suelo puso una tarima de pino sin tratar que se va poniendo gris al lavarse con lejía. “Le ayudé con los espacios, a elegir los acabados, di pequeñas pinceladas con los papeles y, entre los dos, acoplamos los muebles que no para de comprar. Cada semana aparecía con uno nuevo”, dice Erico. Fernando, que hasta hace tres años fue socio de Juanma Lizama de Vintage 4P , optó por una decoración años 50, que es la que vendía en la tienda. “No traje nada de mi antigua casa; compré todo nuevo. Quería un piso sobrio, alegre, masculino y sin pretension­es”, remata este. Fue la excusa perfecta para practicar sin culpabilid­ad su deporte preferido: cazar vintage a buen precio. Confiesa que casi a diario se deja caer por El Rastro. Es un asiduo de La Recova , La Brocanteri­e , La Europea , Odalisca o Tado . Uno de los dueños de este último, Juan Castro, fue quien le regaló la reja de hierro que ahora hace las veces de mesa tras soldarle unas patas, y la tela descatalog­ada de Gastón y Daniela de los almohadone­s de su cama. Adquiere mucho y las piezas entran y salen. “Unas las vendo, otras las guardo. En ocasiones me he arrepentid­o de deshacerme de alguna”, cuenta Fernando. Lo último en llegar ha sido la mesa de comedor, cómo no de los 50, aunque en breve, quizás mañana, aparezca un nuevo inquilino llamando a la puerta.

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