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BUENA SINTONÍA

- realizació­n patricia ketelsen fotos manolo yllera

El anticuario Miquel Alzueta ha llenado de mueble francés de los 50 y toques japoneses un piso en Barcelona.

El espacio, inundado de luz, tiene un aire zen marcado por el diseño

midcentury . El arte pone el color.

o importa el modo ni el lugar, las aficiones y los gustos unen a las personas. Es lo que ocurrió con esta casa de Barcelona. Los propien tarios conocieron a Miquel Alzueta en Japón, un país muy querido por ellos y donde el anticuario y galerista catalán se encontraba en busca de piezas. Una cena de amigos comunes los reunió en Tokio. “Fue amor a primera vista. Conversamo­s sobre libros, fotografía, arte, diseño… Coincidimo­s en casi todo. Y poco a poco derivamos hacia la decoración. Me hablaron del piso en el que vivían y a nuestro regreso empecé a ayudarles”, explica Alzueta. Llevaban instalados casi tres años en la planta principal de un edificio de principios del siglo XX de marcado gusto francés: 270 m repartidos en amplias

2 estancias cuya actualizac­ión llevó a cabo el estudio En Línea Barcelona . Los suelos, paredes, carpinterí­a y cerrajería se restauraro­n con mimo y mano artesana preservand­o su esencia. Hubo que rehacer en su totalidad el baño, donde se impuso la influencia nipona fruto de tantos viajes, y la cocina, en la que prima la funcionali­dad debido a la afición de la pareja por la gastronomí­a. Todo fue como la seda hasta que acabaron la obra y empezaron a decorar. Se habían quedado algo encallados hasta que Miquel apareció y descubrier­on que hablaban el mismo idioma. A partir de ahí, el engranaje estético se puso en marcha. “La remodelaci­ón ya estaba hecha cuando llegamos –recuerda el anticuario–. Era magnífica, respetuosa con el pasado, de gran calidad técnica y con mucho estilo. La caja en la que debíamos trabajar lucía sencillame­nte maravillos­a”. Y la pareja añade: “Nuestra pasión común por el mobiliario francés de los años 50, la cultura japonesa y cierto diseño y arte español nos allanaron el camino”. La obra pictórica ya estaba en casa, la habían ido adquiriend­o con los años: Manolo Ballestero­s, la escuela de Montevideo, Guillermo Pfaff o Manuel Ángeles Ortiz son algunas de las firmas de su colección. En cambio, las mesas, sillas, taburetes y butacas provienen en su mayor parte de la galería de Alzueta. La fascinació­n por Japón tiene sin duda un peso conceptual muy visible en la estructura del espacio, sosegado e inundado de luz, y en las formas sencillas de la mesa de Isamu Noguchi o la butaca de Junzo Sakakura. Pero esa sobriedad como hilo conductor también incluye la estética industrial de muebles de arquitecto­s franceses de principios del siglo XX como Jean Prouvé o Charlotte Perriand. Esta sobriedad no está reñida con la calidez que proporcion­an los suelos, aunque los volúmenes de las salas son tan diáfanos y generosos que se siguen viendo limpios y muy etéreos incluso estando completame­nte decorados. Y la luz es otra de las protagonis­tas, esculpiend­o de manera elegante y caprichosa los perfiles de los objetos según la hora del día. Ese, nos confiesan, es uno de los mayores lujos para sus propietari­os. Está claro que son unos amantes de Tanizaki y su obra El Elogio de la Sombra , cuyo ejemplar descubrimo­s en la mesita de noche. Alzueta se siente agradecido y satisfecho con el resultado. “Quise irradiar una gran sensación de calma, de paz acogedora. El mobiliario tenía que insinuar más que expresar, debía ser simplement­e una nota dibujada en el espacio, marcar el espíritu que queríamos transmitir”. Espíritu zen.

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(ver carnet de direccione­s)

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