ICONO
BARBA CORSINI CONSTRUYÓ EDIFICIOS POSMODERNOS ANTES DEL POSMODERNISMO, LEVANTÓ UN PUEBLO PINTORESCO EN MENORCA, DISEÑÓ MUEBLES QUE HOY REEDITA GUBI Y REIVINDICÓ LA HUMANIDAD EN SU PROFESIÓN.
Barba Corsini fue un adelantado a su tiempo, reivindicó la humanidad en su profesión y creó muebles que hoy reedita Gubi .
N o le gustaban las etiquetas, ni los edificios epatantes, ni los arquitectos estrella. Francisco Juan Barba Corsini (Tarragona, 1916 – Barcelona, 2008) era un proyectista educado en los principios de la vieja escuela y, aunque sobre todo se le conoce por sus obras funcionalistas, a lo largo de su vida siempre rechazó encorsetarse. Quizá fuera una reacción a su infancia. Nunca se planteó otra cosa que ser arquitecto. Su padre lo era y esperaba que su hijo continuase con la pequeña empresa de construcción familiar. Y él, obediente, se diplomó en Urbanismo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Corrían los años 40 y, aunque en Europa triunfaba el Movimiento Moderno, la España franquista seguía anclada en las bondades del neoclasicismo. Eso es lo que aprendió el joven Barba Corsini, a quien le marcó Duran i Reynals, pero poco le duró la ortodoxia. “En la posguerra cayó la construcción. Tenía poco trabajo y podía pensar. Le cogí antipatía a la arquitectura neoclásica. Era el orden en el desorden. Quise romper con todo”, rememoraba en una entrevista para El País a los noventa años. Fue la película El manantial de King Vidor de 1949, inspirada en Frank Lloyd Wright y su defensa de la libertad creativa, la que le iluminó. “Tuve que ver aquello para darme cuenta de lo que podía ser de verdad un arquitecto. Tras verla encontré el valor para no hacer algo en lo que no creía”. En los 50 y 60 comenzó a practicar la modernidad racionalista en edificios de viviendas en
Barcelona: en la calle Tavern, en Montaner o en Balmes. En el de la calle Mitre propuso paneles correderos para transformar un piso de 40 m . Para una de sus grandes obras, los 13 apartamentos
2 que construyó en los áticos de La Pedrera de Gaudí y donde también se ocupó del interiorismo, diseñó una colección de muebles que hoy reedita la danesa Gubi y la galería catalana H2O , codirigida por su protegido , Joaquim Ruiz Millet. Pero, a pesar de ser uno de los exponentes del Racionalismo en España, Barba Corsini no se encalló en ella. En pleno boom del turismo, a finales de los 60, le encargaron levantar un pueblo entero en Menorca, Binibeca. Y en lugar de imponer una estética ajena, de forma visionaria decidió atenerse a la tradición constructiva local. Por ello fue muy criticado, tachado de folclorista. “He tenido que aprender a suprimir las teorías y empezar a pensar. Las obras con las que me he sentido más a gusto son las que han hecho feliz a alguien –decía–. Como una casita pequeña y barata para una familia en Cadaqués. Creo que hice que vivieran con lo esencial. Y les gustó”. Los años no hicieron sino confirmarle en su humanismo individualista. Confesaba que la ciudad le parecía una construcción casi inhumana y que echaba en falta emoción en la arquitectura actual. “La emoción no es ser el más listo, el más alto o el más osado. La emoción es llegar a la gente, ser cuidadoso, respetar el entorno. La emoción no destroza”, afirmaba. Él, hasta su muerte a los 92, trató de entusiasmar con esfuerzo, sencillez y humildad.
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