Dinastía MISSONI
jugar mover “Me encanta a ser decoradora, las
moda Si no trabajara en , ¡sería una de esas
perfecto cosas hasta encontrar su lugar .
compuls vas amas de casa !”.
angela missoni
es la casa de mis sueños”, así define Angela Missoni su nueva y querida villa en Brunello, una tranquila localidad al noroeste de Milán, muy cerca del Lago de Varese. Y en su boca la palabra casa adquiere un significado más amplio: una dinastía familiar como la suya que recorre tres generaciones y una firma mítica de moda Made in Italy . Fundada por Ottavio y Rosita Missoni a principios de los años 50 se convirtió en un referente con sus prendas de punto estampado en zigzag de colores. Sus hijos, Vittorio, Luca y Angela, en el papel de directora creativa, supieron mantenerla en primera línea de las tendencias, y Margherita, hija de esta última, ha debutado diseñando los accesorios de la marca. La reciente muerte del patriarca y de Vittorio no han hecho sino unir más al clan, y la vivienda, espaciosa y con un agradable jardín, se ha convertido en el centro de reunión de todos ellos. Está próxima a Sumirago, donde se encuentra la sede y la fábrica de la empresa. Es una luminosa estructura construida en 1965 y renovada con cariño por Angela, que se mudó con su pareja, Bruno Ragazzi, hace tres años. Vivían por la zona y después de buscar varios años encontraron esta joya arquitectónica. “Nada más pisar la parcela nos dimos cuenta de que sería nuestro hogar”, asegura la dueña, que respetó su coraza sesentera y solo le hizo algunos retoques, como cerrar la terraza y la piscina con puertas de cristal y convertirla en un spa interior con living y comedor. Desde fuera, el jardín con su caprichoso cromatismo (proyectado por el paisajista Pietro Porcinai en los 70) da una pista de lo que nos podemos encontrar en el interior. Las rayas multicolor célebres de la marca se han replicado en las telas de su colección de decoración Missoni Home , y aparecen por muchos rincones, tapizan los sofás y cubren las alfombras. Es un hogar in progress , mezcla de buen diseño italiano y piezas de herencia, donde nada está predeterminado ni es definitivo. “Me encanta jugar a ser decoradora –afirma la diseñadora–. Cuando estoy sola me da por mover continuamente las cosas de sitio hasta encontrar su lugar perfecto, su balance, su equilibrio. A veces pienso que si no trabajara en moda, ¡sería una de esas amas de casa compulsivas!”, dice con humor. Ese optimismo parece salpicar también las obras de arte que colecciona: todas comparten el espíritu alegre y lúdico de la anfitriona. Un gran neón de la británica Tracey Emin ilumina el salón, un anuncio de un perfume inexistente inventado por el artista italiano Francesco Vezzoli cuelga en un rincón y hasta la piscina cubierta muestra una selección de pintura y escultura a pocos metros del agua. Es el búnker de la tribu, una cueva para reunir a los seres queridos. “Se trata de vivir bien –afirma Angela–. Hay que disfrutar de la vida, aprovechar lo que te ofrece. Estamos aquí para pasarlo lo mejor que podamos”.
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