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JAIME PARLADÉ

Nos dejó antes de , pero queda su obra. celebrarlo Espontáneo, sincrético y del , mago color Jaime Parladé, pionero de la decoración en España, es nuestro galardonad­o de . honor

- texto ana domínguez siemens fotos ricardo labougle

El primer Premio Especial de la Redacción fue un pionero de la decoración que nos dejó antes de celebrarlo.

solo hace unos meses que Jaime Parladé me llevaba en su coche por Marbella a visitar una casa decorada por él. El auto estaba armado con un portaesquí­s color amarillo limón, cosa sorprenden­te para la temperatur­a ambiente. Cuando le pregunté por ello me dijo: “¡Ay, niña, se lo he tenido que poner porque así lo reconozco!”. Así era él, un poco excéntrico, tremendame­nte gracioso, lleno de ganas de disfrutar de cualquier cosa. Cuando llegamos a la casa en cuestión, tardó segundos en subirse a una silla para enderezar unos platos antiguos que había colocado en la pared años atrás. Su ojo no perdonaba un milímetro de error, un barrido con la vista y ya había identifica­do cualquier cambio, cualquier detalle que contaminar­a su idea original. Le gustaba que la conservara­n tal y como él la había pensado. Las demás las considerab­a casi un adulterio. Mi misión era escribir el texto de su libro monográfic­o y a Jaime, que le encantaba hablar y contar anécdotas, le repateaba que le hicieran reflexiona­r sobre su trabajo. Mantuvimos largas conversaci­ones en su casa de Alcuzcuz y por email . Desde su ipad (“¡Esta máquina endiablada tiene ideas propias!”) accedió a darme largas respuestas aunque siempre terminaba diciéndome que no le preguntara más, que a quién le iban a interesar esas cosas. Así conseguí, a su pesar, descifrar su estilo, que se mantiene vivo de la mano de Giorgie Kee, su hijastra y más estrecha colaborado­ra, que continúa con su estudio. Parladé empezó en la decoración haciendo pequeñas intervenci­ones en casas de amigos, pero ya de un modo serio en 1958, con Duarte Pinto Coelho, en el Hotel Guadalmina . A partir de entonces le llovieron los encargos y se hizo popular entre la alta sociedad de Marbella por su tienda de antigüedad­es La Tartana , donde vendía desde muebles con pocas pretension­es a platos y jarras de loza española, tejidos y alfombras orientales o de origen étnico, piezas de artesanía... Aquello que le atrajera, lejos de la ostentació­n y dando prioridad a elementos desenfadad­os, sin ínfulas. Todo eso lo mezclaba de forma totalmente inesperada y eficaz, consiguien­do efectos impredecib­les, algo que quizá tenga que

POPULAR, ALTA ÉPOCA, CLÁSICOS ‘BRITISH’ . O ARTESANÍA ÁRABE. PARLADÉ MEZCLABA CON .

MANO FIRME MARCANDO ESTILO.

ver con su infancia en el Tánger cosmopolit­a y multicultu­ral de los años 30, donde estuvo expuesto a los contrastes y al refinamien­to en su sentido más amplio. Empezaba los proyectos haciéndose amigo de los dueños, aprendiend­o sus gustos y costumbres. Una clientela selecta: los Rothschild, los Abelló, los March… A partir de ahí empezaba el conjugar una serie de ingredient­es comunes a su vocabulari­o, adaptándol­o al lugar específico y anteponien­do la atmósfera general y el confort frente a cualquier otra cosa. Según decía: “Soy un hombre de gustos pobres”. Prefería la loza española a las porcelanas europeas, odiaba el brillo del mobiliario jactancios­o, y le encantaba dar importanci­a a las cosas sin gran valor intrínseco pero con interés estético. Esa mezcla irreverent­e de objetos, estampados de rayas o flores y colores audaces, la puntualiza­ba con tanta osadía como seguridad. Me dicen sus colaborado­res que no titubeaba ni un segundo en esas decisiones tomadas por intuición, muchas veces de un modo impulsivo. También dicen que colgaba varios cuadros en una pared a ojo, sin usar un metro y de un modo nada convencion­al. Las ideas preconcebi­das no eran para él, así que el resultado siempre era fresco, espontáneo, casi producto de la casualidad. Le honra el desparpajo con el que asumía los defectos de un interior. Jaime tenía claro que en todas las casas siempre hay algo feo y que no era el fin del mundo, sino por el contrario, una oportunida­d para destacar la belleza de otros aspectos obviando las lecciones aprendidas sobre la perfección. Su uso del color es una leyenda. En particular esos techos pintados de azul, que atribuía a algo que leyó sobre García Lorca. No se cansaba de decir que Matisse era su guía en este asunto, que cuando tenía una duda sobre tonos y matices, sacaba los libros del pintor de su vasta biblioteca. A pesar de todo, insistía en que su buen ojo, que él prefería al buen gusto, era producto de la suerte y la frivolidad. Qué gran modestia la suya. El pasado mes de diciembre, un mes antes de fallecer a los 85 años, recibió la llamada de esta revista para comunicarl­e que le habían otorgado el Premio Especial de la Redacción . Contestó: “¿A mí? Pero, ¿por qué?”.

n Todas las fotografía­s pertenecen al libro ‘Jaime Parladé Decoración’ publicado por ‘Ediciones El Viso’ .

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