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“La palabra clave de mi OBRA es PERCEPCIÓN. No es lo que ves, sino lo que la FOTO sugiere”.

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ué enseñarían Bernd y Hilla Becher en Düsseldorf en los años 80 para que entre sus alumnos se encuentren los fotógrafos más conocidos y cotizados del siglo XX y XXI: Andreas Gursky, Thomas Ruff, Candida Höfer, Thomas Struth y el hombre que ahora se apoya en una pared de la Galería Helga de Alvear, en Madrid. Es Axel Hütte (Essen, 1951), aunque podría tratarse de un habitante de Invernalia. Pálido, ojos transparen­tes, sesudo, cercano, teórico, nómada, sincero, reflexivo. Está en la capital para inaugurar la muestra Shadows of Light, un flash-back vital que merece la pena psicoanali­zar. “Quería contar cómo la luz altera la atmósfera de un espacio y lo transforma en algo mágico. Muchas de las fotos las hice en Venecia en los 80 cuando estuve viviendo allí tres meses. Son escenarios congelados, sin seres humanos, en los que parece que algo ha pasado pero no se sabe qué. No son sitios turísticos, solo arquitectu­ra pura y dura”. Axel empezó a experiment­ar con la fotografía a los veinte años, cuando una cámara de 16 mm le dio la espalda. “Llegué a la academia de Düsseldorf dispuesto a estudiar cine, pero el aparato que había comprado no funcionaba, no sabía resolver la parte técnica. La escuela estaba más interesada en convertirn­os en pintores, pero después de dudar un año y medio llegaron los Becher y pensé, bueno, si no puedo hacer una película, trabajaré con ellos”. El paréntesis se prolongó más de tres décadas. Al inicio se centró en los edificios como leitmotiv, aunque solo durante un breve lapso de tiempo. “Retrataba las estaciones abandonada­s de Berlín. Luego me fui a Londres y viajé por Italia y España. Empecé a usar elementos arquitectó­nicos en un entorno natural y eso me llevó a los paisajes, desde montañas hasta espacios más extremos, como los glaciares”. Así descubrió la naturaleza vacía, poética, mística, esotérica, técnicamen­te perfecta. Y se hizo famoso. Treinta años después vuelve a Venecia con fotografía­s de palazzos e iglesias actualizad­as y al vídeo, el primero de su carrera (Attonitus), una experienci­a cósmica digna del Big Bang en la que el reflejo de la luna y los fuegos artificial­es se mezclan con la música electrónic­a. “Mi trabajo trata sobre cómo lo real se vuelve irreal. Me gustan las imágenes casi fantasmagó­ricas”. Otro de los ejes de su obra tiene que ver con la percepción o, más bien, con la irritación. “Es la palabra clave para explicar lo que hago. Incluso cuando el tema es familiar, como una montaña,

axel hütte

no estoy interesado en hacer la foto del pico y el amanecer. Voy a pie a la cima o me subo en un helicópter­o para tener una vista distinta, la mirada del águila. De esa forma consigo activar la imaginació­n del que observa. No es lo que ves, sino lo que la foto sugiere”. Para mirar más, a Axel le gusta viajar sin un rumbo prefijado. “Como no fotografío series, moverme me permite enfrentarm­e a lo desconocid­o. A veces una imagen interesant­e puede surgir de una realidad aburrida y al contrario. Seguí durante dos años la ruta de Humboldt en América. Descendimo­s el río Orinoco en barco sin ninguna idea previa. De pronto vi un reflejo en el agua que me llamó la atención, le di la vuelta, pegándolo al cielo, y funcionó. Cuando emprendo viaje conozco la visión global pero no los detalles. Me gusta vivir pegado a lo inesperado. Soy curioso, necesito ver cosas nuevas para transforma­rlas en imágenes”, concluye.

n Exposición ‘Shadows of Lights’, hasta el 30 de junio y previa cita durante el mes de julio en Helga de Alvear (Madrid). www.helgadealv­ear.com

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