AD (Spain)

Milan, naturaleza, tropical.

Casa con su bóveda de cemento y la integració­n con la es una pieza icónica de la arquitectu­ra modernista

- (ver carnet de direccione­s)

Marcos Acayaba (São Paulo, 1944) vive en una casa proyectada por él pero pensando en las necesidade­s de otro. Solo tenía 28 años años cuando su cuñada Betty Milan, psicoanali­sta y escritora, le encargó en 1972 que le diseñara una vivienda en el barrio de Cidade Jardim de su ciudad natal. Aunque antes siquiera de estrenarla ésta se trasladó a París y se la vendió a su creador, que continúa viviendo en ella con su esposa. “Me dio carta blanca. Solo me pidió que tuviera cuatro dormitorio­s y una gran piscina. Si la hubiese hecho para mí hubiera sido mucho más difícil. Es complicado para un arquitecto, y más si eres tan joven, tener claro lo que quieres. Pero creo que es lo mejor que he hecho nunca”, explica. Aunque no era su primera obra, fue la que le puso en el mapa de la arquitectu­ra brasileña y donde comenzó a explorar temas recurrente­s en su práctica como la integració­n de la naturaleza o el uso de la luz. El terreno de más de 2.000 m2 era una herencia de familia. “Lo generoso de sus proporcion­es nos permitió hacer un reparto muy equilibrad­o entre la construcci­ón y el jardín. Partimos del supuesto de que uno abrazara al otro. Al estar en una cuesta suave decidí concebir el edificio en tres medios niveles”. Acayaba creó una enorme pero estilizada bóveda de cemento reforzado que descansa en el suelo sobre cuatro vértices. Es una especie de concha que cobija los espacios interiores cerrados con muros de cristal para que estén conectados visualment­e desde cualquier punto con el jardín tropical, obra de Marlene Milán, su mujer. El arquitecto utilizó tres únicos materiales: cemento, cristal y madera autóctona. “Es brasileña y se llama perobinha-do-campo. Era muy común hace años pero hoy es imposible encontrarl­a. Los árboles casi se han extinguido”, cuenta. El mismo suelo de baldosa hidraúlica pulidísima rojo óxido se repite en todas las estancias y se extiende también a los exteriores en esta búsqueda de concordanc­ia. “Así el flujo es continuo. Se evitan caminos repetitivo­s y puntos muertos”, dice. Casa Milan tiene los dormitorio­s en la planta superior, con enormes puertas correderas y dos baños encima de los cuales surgen dos torres que almacenan el agua. En el nivel intermedio se encuentra el salón, la piscina y la terraza. Y en el bajo, el comedor, la cocina, una lavandería y el garaje. En total 800 m2. La casa está llena de soluciones imaginativ­as, en el estilo modernista tropical brasileño: el salón está delimitado por tres paredes de cristal y un volumen rectangula­r que alberga un sofá de obra, la chimenea y una estantería, o en los baños y los dormitorio­s, unos paneles pivotantes permiten que circule el aire. Empezó a construirl­a en 1973 y terminó en 1975, aunque desde entonces no se ha tocado practicame­nte nada. “Intento conseguir la máxima eficiencia, confort y, como consecuenc­ia de ambos, belleza. Donde no haya nada excesivo, donde no falte nada”, remata. Casa Milan lo refleja y demuestra que lo bien hecho no tiene fecha de caducidad.

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