PISO decimonónico con guiños al ARTE contemporáneo.
e resultó imposible permanecer indiferente la primera vez que lo ví”, recuerda la dueña de este apartamento parisino. Sus muy burgueses 240 m2, con las paredes parcialmente recubiertas con frescos, habían pertenecido al general Pierre Marie Gallois, el padre de la doctrina de la disuasión nuclear francesa, y por la vivienda habían pasado muchos de los grandes personajes de la política internacional del siglo XX. “Las pinturas le daban mucho carácter al lugar, pero también eran abrumadoras, imponentes y demasiado intensas”. Para transformarla en una casa familiar acogedora para ella, su marido y sus tres hijos llamó a Alireza Razavi, arquitecto de interiores iraní afincado en París y amigo de la infancia. “Me gusta todo lo que hace. Se renueva constantemente, cada uno de sus proyectos es único”, asegura. Razavi, amistad obliga, se sintió cómodo para proponerle piezas y tiendas que normalmente hubiera ocultado a otro cliente y la convenció para conservar la huella del general Gallois y la idea de los frescos al menos en una habitación, aunque con un toque más contemporáneo. La cocina-comedor fue la estancia elegida e, inspirándose en artistas como Sol Lewitt, Frank Stella y Sarah Morris, el interiorista se inventó un motivo abstracto y brillante que cubre todo el espacio. “Todo el mundo se siente atraído nada más entrar”, relata la propietaria. Además, fabricó una mesa a medida de cedro sin tratar, para que el olor de la madera dejara su huella en el hogar. El otro rincón de alto voltaje es la entrada, que recuerda a los escenarios de los vídeos del artista americano Matthew Barney al estar completamente revestida de una inusual baldosa geométrica con efecto trompe l’oeil. “Con su obra crea un mundo paralelo con objetos que resultan familiares sin serlo del todo”, dice Alireza. Él se propuso diseñar algo similar que contrastase con la estructura clásica de un edificio del XIX. “Me interesa la yuxtaposición de imágenes que no funcionan del todo bien juntas. Me gusta la idea de que las cosas no sean perfectas y la noción de experiencia retardada. Algo que parece banal y mundano y luego descubres que no es lo que pensabas”, explica su creador. El resto del apartamento es más tranquilo. Su cliente le pidió expresamente que hubiese una moqueta blanca en el salón y el dormitorio principal. “Buscaba una sensación de comodidad, poder sentarme en el suelo tranquilamente”, declara. Se eligieron también muebles poco estridentes y de diseño clásico y atemporal como sillas danesas de los 60, una daybed de Arflex y la Barcelona de Van der Rohe, que rematan el proyecto. El resultado es mucho más luminoso que en tiempos de Gallois, pero sin traicionar el espíritu de grand maison del barrio, el aristocrático 17ème arrondissement.
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