“El mundo está lleno DE ESTÍMULOS. MIS FOTOS SON LA RESPUESTA A ESE continuo centelleo”. m.p.
Fue pionero en dar un giro a la fotografía documental y recuerda como uno de los momentos más excitantes de su carrera el paso del blanco y negro al color, al que de un modo histriónico, a veces algo kitsch, y con una iluminación única ha sacado gran partido. Su obra ha pasado del mundo editorial al artístico, se expone en museos y galerías (en España, Espacio Mínimo) y es objeto de deseo para los coleccionistas. Ahora, como jefe supremo de Magnum también disfruta siendo parte de la organización y del proceso de reestructuración de la empresa para situarla en el siglo XXI y en el paisaje cambiante de fotógrafos. “Buscamos socios, modernizar la agencia y expandirnos, abriendo nuestras puertas a fotógrafos de arte que creen en los trabajos documentales”, explica. Es un cronista de lo cotidiano, retrata con ironía a gente de todas las clases, su vulnerabilidad, sus problemas, sus ansias y delirios de grandeza. Parr no le da importancia a su influyente carrera: “Soy uno de los muchos que contribuyen al incesante desarrollo del lenguaje fotográfico y, desde luego, no soy quién para decir ‘Soy un fotógrafo importante’... No soy americano (se ríe). Una de las cualidades que tenemos en Inglaterra es la de ser humildes”, remata. Tampoco le molesta ser imitado. “No me inquieta ni me siento amenazado –advierte–. Hay un montón de personas que utilizan mi mismo lenguaje. Todos pedimos prestado y todos sacamos y nos apropiamos del material expresivo acumulado en la historia de la fotografía. Es un proceso continuo”. Mr. Parr odia las etiquetas, que le encasillen, le busquen las vueltas o explicaciones estrambóticas a su trabajo; no es analítico y no busca respuestas. “Puedes definirlo como paisajes de la vida, como la mirada de un paparazzi, lo puedes llamar como quieras... Para mí es sencillamente hacer fotos, interpretar la realidad”. Más claro, imposible. “O lo entiendes o no. Mi fotografía es muy accesible y si vives en nuestra sociedad reconocerás de qué se trata. Yo me desentiendo de lo que la gente espera de mí, de cómo el mundo me percibe, soy muy criticado y halagado, pero no leo lo que se escribe sobre mí. Tampoco me preocupa lo que yo mismo pienso sobre mí, ni definirme, prefiero ocupar el tiempo en trabajar”. Con toda naturalidad, este británico que además de cámara es cazatalentos, comisario, editor y documentalista, afirma que “el arte es entretenimiento”. En su opinión, la mejor manera de apreciar a fondo una foto “es en un libro grande y gordo”. Entre los gurús que le llevaron a ser quién es, en primer lugar está su abuelo, fotógrafo aficionado que le metió el gusanillo: cada verano, desde los 14 años, salían de caza y luego revelaban sus trofeos. Más tarde le marcaron colegas como Bill Brandt, Henri Cartier-bresson, Tony Ray-jones, Garry Winogrand, Lee Friedlander o Robert Frank. Ahora a Martin le gusta apadrinar jóvenes talentos. “Hay nombres actuales que me impactan y me encanta hacer de comisario seleccionando fotos para una exposición o libros. Parte de mi labor es encontrar gente nueva”. Fue el primero en organizarle una muestra en Europa a Rinko Kawauchi, del que tiene una enorme foto en el salón. De tener que escoger sus favoritas entre toda la obra que ha firmado (no le divierte nada que le pongamos en esta disyuntiva) admite que se quedaría con las series Last Resort (1983-1985), en la que retrató a la clase obrera británica durante sus vacaciones en