“En realidad no me gustan las casas, así que proyecté este piso para que me evocara al mar y recordase a un barco”. Así describe su espectacular piso milanés Lapo Elkann, diseñador de las gafas y accesorios deportivos de ‘Italia Independent’, su empresa,
en un antiguo y severo ‘palazzo’ de posguerra en el centro de la ciudad, es, por encima de todo, azul. “Es el
color que me define, ya sea Klein o Tiffany. Además, necesitaba borrar la oscuridad original espacio y llenarlo de luz”, confiesa. Su amiga la arquitecta Natalia Bianchi lo hizo posible tirando tabiques y abriendo ventanales de techo a suelo en toda la vivienda. La pintura hizo el resto. Turquesas son muchas de las paredes, empapeladas con rayas azules y blancas, y los suelos de azulejos en un arriesgado zigzag. Atrevido es también el sofá ondulante de Ueli Berger que determina el salón, y una de las piezas favoritas del dueño. De comparsa, un tótem de Ettore Sottsass y una mesita de Alessandro Mendini remachan su obsesión por el Grupo Memphis. Toda la vivienda está llena de guiños personales, desde la sala de proyecciones, forrada con las velas del antiguo yate de su abuelo, hasta la mesita del salón, diseñada por su amigo Carlos Borromeo, o el gran mural de la bahía de Nápoles, un homenaje a la ciudad natal de su nonna. “Mis casas son mis casas, no las de mi familia; no digo esto porque quiera ser diferente a ellos, sino porque quiero ser yo mismo”, aclara Elkann. Cree que este es su primer refugio adulto, “un paso hacia el mundo de los grandes, aunque he tenido cuidado de no perder mi espíritu infantil”, afirma. Tampoco su herencia. “Soy un francés turinés napolitano católico judío nacido en Nueva York, pero me considero completamente italiano cuando compro arte. Ahora mismo estoy coleccionando obra de Michelangelo Pistoletto y suspiro por adquirir algo de Agostino Bonalumi. Me interesa mi país y su creatividad, creo que todavía tenemos mucho que ofrecer al mundo”, concluye. Pero admira la funcionalidad americana y la comodidad con la que decoran. “Los formalismos son una pérdida de tiempo y no los dejo entrar en mi vida. Me encanta ver exposiciones, conocer artistas y diseñadores, ir a galerías, pero me importa un bledo alternar —insiste, a pesar de su larga fama de enfant terrible—. Es verdad que todavía juego como un crío, pero también trabajo muy duro en mis empresas”. Uno de los puntos fuertes de la vivienda es, sin duda, la terraza ajardinada, que encargó al paisajista Stefan Baccari. Helechos, rosas, tomates, frutales y plantas de albahaca se inspiran en el Jardin Majorelle de Marrakech que tanto le gusta a su abuela. “Cuando me despierto y veo todo ese verde, me siento muy orgulloso de lo que he hecho aquí. Incluso la cocina, que no es una de mis habitaciones preferidas, tiene una atmósfera especial. Un día espero casarme y que mi mujer y yo podamos divertirnos creando nuestro propio hogar tanto como lo he hecho yo en este dúplex de Milán”, concluye.
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