Las hechuras regias del PALACETE pombalino del XVIII y los AZULEJOS son los protagonistas.
a socialite colombiana Victoria Fernández es bien conocida y respetada en el mundo de la moda, el diseño y el arte por su elegancia innata en la forma de ser y de estar. Nació en Popayán, emigró a Londres a inicios de los 70 y allí conoció a su primer marido, Anthony, “a proper English gentleman, ya no los hacen así”, recuerda. Con él descubrió Lisboa, donde pasaron largas temporadas en el Hotel Ritz intercaladas con estancias en Kenia, La Toscana, Mallorca o París. Estuvieron felizmente casados durante más de 30 años y su pérdida hace 15 dio un giro abrupto a su vida. “Empecé a organizar eventos porque me encanta recibir y mis amigos, como Mario Testino, me pedían que les preparara cenas, fiestas o presentaciones”, cuenta. Hoy es una prestigiosa relaciones públicas con clientes como el recién inaugurado Garage Museum en Moscú, la feria de diseño PAD London, Dasha Zhukova, Jade Jagger, Zaha Hadid, galerías como Serpentine, Gagosian o Lorcan O’neill, artistas como Anselm Kiefer y potentes firmas de moda como Gucci, Prada o Haider Ackermann. Su estilo es único: cuando se fue de la capital británica subastó su armario en Christie’s. Vogue le dedicó un artículo titulado La venta de la década y desde entonces solo usa ropa negra. Es excéntrica, dramática y está llena de vida. En 2012 se mudó a París con su actual esposo, el fotógrafo brasileño Aramy Machry, pero sus inquietudes y numerosos amigos les trajeron de vuelta a Lisboa, donde hace unos meses han creado juntos su nuevo hogar. Para alguien que un día decidió vestir solo de oscuro, fue premonitorio oír cuando estaba buscando casa la dirección de ésta en la Rua das Pedras Negras, una vieja calzada romana de piedras negras que llevaba al templo de la diosa Cibeles. La construcción palaciega de arquitectura pombalina fue levantada en el siglo XVIII como residencia de la familia Vasconcelos, fundadores de la mítica firma de porcelana Vista Alegre, de ahí que se conserven elementos tan ricos como la chimenea del dormitorio, las alturas de los techos o los azulejos con escenas y dibujos geométricos, que se encuentran presentes en forma de zócalo en todas las habitaciones. El edificio se dividió posteriormente en apartamentos y este, de 170 m2, ocupa el primer piso, la antigua planta noble. Un gran salóncomedor junto a la entrada conduce por un lado a la cocina y, por el otro, al cuarto de Victoria, vestidor, estudio y baños. “Cuando vine por primera vez, estaba en plena fase de restauración. Luego hubo que decidir cómo vestir los espacios. Empecé por los colores. Los predominantes azules de las paredes necesitaban un contraste cálido, así que busqué textiles colombianos y turcos con rayas rojas y blancas”, relata la dueña. La decoración muestra la mezcla de culturas que conforma la vida de la pareja. “Tuve que encajar muebles de todos nuestros viajes: ingleses, franceses, de Marrakech, lámparas de la India, telas étnicas, alfombras persas... Pero al final cada cosa encontró su lugar –prosigue–. Al ver el salón pensé que quería conseguir el efecto de la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles. Fue increíble encontrar en un anticuario de París los dos grandes redondos, que provienen de una estación de tren de Polonia”. Para completar el exótico mobiliario, Victoria escogió fotografía en blanco y negro. Desde luego esta casa es su más fiel reflejo.
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