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(viene de la pág. 158) descartas la mayoría y luego intentas buscar sentido, un discurso, una dirección. Sacar fotos no es lo mismo que utilizarlas, así que raramente me avergüenzo de mis trabajos. No soy un gran intelectual, soy más intuitivo. Lo mejor que puedo hacer es utilizar mi habilidad en cada situación”. Así, cámara al hombro, ha recorrido todo el planeta, desde las playas de Río a las de Benidorm o desde el centro de Tokio al de Helsinki, siempre como obrero de las instantáneas, ya que proclama que no cree en las vacaciones. “¿Cómo vas a querer descansar de algo que amas?”, pregunta. Ha inmortalizado la banalidad, la decadencia, el sinsentido, el aburrimiento o lo absurdo de la existencia. Para tomar esas imágenes de grasientas gotas de sudor sobre un cuerpo embadurnado en bronceador, este hombre osado (que no lo aparenta), se acerca mucho, muchísimo, a sus presas. ¿Cómo conseguirá que nadie le monte un escándalo? Difícil de comprender pero lo logra. Quizá se lo permiten porque hace alianzas con ellos, puede que de persona a persona o como lo haría un sociólogo. Martin, forzándole un poco (¡qué pesados somos con eso de que se defina!), se ve más antropólogo. “Estudio los temas en los que se mete la humanidad y no como un voyeur, porque yo también los hago: soy turista, soy consumidor, me siento en aviones, voy a hoteles...”. Él también es víctima de su mirada. En su serie Autoportrait se ríe de sí mismo con una ristra de retratos en situaciones descabelladas. Martin Parr, aunque algunos le veamos como un ídolo, va de tipo corriente. Lleva casado 35 años con la escritora Susie Mitchell, con la que ha editado libros. Ella destaca que en todo este tiempo a su hombre no se le han subido los humos y no ha cambiado nada: “Es honesto, leal y apasionado”, dice. “¡Eso es muy tierno!”, responde él ruborizándose. Tienen una hija, Ellen Parr, que vive en Londres y que no es ni escritora ni fotógrafa, sino chef de The Art of Dinning, un restaurante pop up. A sus radiantes 62 años sostiene: “Me acepto tal como soy y estoy. Quiero seguir haciendo fotos hasta que tenga que parar, a estas edades todos empezamos a declinar. Físicamente estoy bien, pero no va a durar para siempre”. Maestro en lo suyo, opina que saber mucho “es una ventaja y una desventaja al mismo tiempo. Es mejor ser un joven impetuoso con hambre de todo, sin prejuicios... Aunque la experiencia también ayuda mucho. En fin, funciona de las dos maneras”. ¿Es sencillo ser Martin Parr? “Es muy fácil. No me tengo que preocupar por el dinero, así que puedo hacer lo que quiero”.
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ZOOM: CUANDO ESPAÑA ERA MODERNA