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EMBELESADA SHOPPER DE UNA CONFESIONE­S “Algunas personas solo guiñan un ojo para apuntar mejor”, dijo Billy Wilder.

- Por evita caño

Mi mirada, que desde luego siempre da en el blanco, es profunda, subyugante e hipnótica. ¿Habéis visto el frasco-joya de Alien Talismán Décimo Aniversari­o de Thierry Mugler? Pues es así, bella y violeta, parecidísi­ma a la de Elizabeth Taylor (pero aún mejor). Y no os digo cuando la enfatizo con preciosida­des como la sortija de oro rosa y una constelaci­ón de piedras de la colección Paris Nouvelle Vague de Cartier. Entonces alcanza un punto irresistib­le y peligrosam­ente letal. Mi caída de pestañas es multiuso, lo mismo que el bolso V Bucket de Loewe (ideal para ir casual, de cóctel o a una fiesta cool). Por ejemplo, ahora estoy en Ámsterdam, una ciudad que adoro y me sienta tan bien como ese gin-tonic de The London Nº 1 cuando llego a casa y

me quito los zapatos tras un ar-

duo día de shopping y vida social. ¿Entendéis de qué hablo? He venido para ver la exposición de Vincent Van Gogh y Edvard Munch en el flamante Museo Van Gogh (valga la redundanci­a), y compruebo que aquí el registro de mis señales visuales se multiplica tanto como las distintas medidas de tiempo que marca el fascinante Panerai Radiomir 1940 Equation of Time 8 Days que Mark Vanderloo lleva en su muñeca (un holandés en Holanda). Primero le miro a él –¡qué obras de arte más interesant­es se ven en una pinacoteca!–, y mis pestañas se aturullan como los trazos y las letras del Graffiti de Purificaci­ón García (un pañuelo que no me quito del cuello pues combina con todo). Y luego admiro el increíble reloj Rendez-vous Celestial de Jaeger-lecoultre (¡quiero uno ya!) que lleva en la muñeca una mujer, que casualment­e es la suya y que, a su vez me está observando como diciendo: “Mark es solo mío”. Mis ojos, pillados infraganti, quisieran ser como los globos tatuados en la edición limitada de fundas de Montblanc (artesanía de la buena) para los teléfonos Samsung y salir volando. Abrumada y para disimular mi vergüenza, me planto frente a El grito de Munch (me solidarizo y entiendo al personaje y sus ojos desesperad­os). Y de pronto siento una palmadita y oigo: “Hola Evita. ¿Hace mucho que esperas?”. Son Jaime Hayón, su mujer Nienke (otra holandesa en Holanda) y Konstantin Grcic. Los gong de las campanas existen. Riendo, los cuatro nos vamos a cenar al Villa Nieuwmarkt en el super Audi Q7 e-tron de Kons. De reojo veo como Mark y su chica se suben a un Mercedes Clase C Coupé... ¿Irán al mismo restaurant­e?

n (continuará)

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