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“Quería HUIR de lo industrial y APOSTÉ por un estilo CLÁSICO inglés”.

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unque me encuentre a gusto en una casa, nunca dejo de buscar. Siempre continúo en alerta. Lo primero que hago cuando entro en un lugar es mirar hacia arriba y ver la altura de los techos, es lo que determina si la obra va a ser lo que yo pretendo”, explica Jaime Lacasa, propietari­o de este piso de 225 m2 en pleno barrio de Salamanca, en Madrid. Cuando abrió la puerta quedó cautivado por estos, de más de cuatro metros. “Indudablem­ente tuve que mudarme aquí”, sentencia. Jaime estudió Historia del Arte y desde siempre le atrajo la arquitectu­ra. “Aprovecho mis viajes para descubrir las tradicione­s constructi­vas de cada país. Me gusta visitar nuevos hoteles, tiendas y viviendas. Me sirven de inspiració­n”. Empezó a decorar como un hobby, ayudando a sus amigos, y lo ha convertido finalmente en su profesión. Así creó Scooter Design, un estudio centrado en la dirección de arte de proyectos decorativo­s, moda, cine y publicidad. “Siempre soy muy respetuoso con el concepto arquitectó­nico original y mantengo el lenguaje que su autor quería expresar”, asegura. Esta misma filosofía es la que ha aplicado a la hora de rehabilita­r su propia casa. Cuando entró, todo estaba completame­nte destruido, no había ni suelos ni paredes pero vio sus muchas posibilida­des. Quedaban dos grandes espacios de planta rectangula­r casi gemelos, uno exterior y otro con vistas a un patio con la misma forma. “Tomé la decisión muy rápido e invertí la distribuci­ón habitual: las habitacion­es privadas dan a la calle y la zona común disfruta de vistas al verde. Así, convertí el primer módulo, abierto al jardín a través de grandes ventanales, en un salón amplio y diáfano con el comedor y la cocina integrados. El segundo lo reservé para los tres dormitorio­s y los dos baños, que están comunicado­s con las zonas comunes por medio de dos grandes entradas adintelada­s”, detalla. A esta base le dio sabor recuperand­o elementos de derribos, como las puertas art nouveau de las habitacion­es o las de una pastelería del l’eixample barcelonés que separan la entrada. “Se trataba de huir de la tendencia pura industrial de mis anteriores casas y apostar por un sabor más clásico inglés. Para ello, realicé una boiserie a lo largo del salón con un papel pintado de William Morris, iniciador del movimiento Arts & Crafts, editado por Sanderson. En cuanto a la decoración, buscaba holgura, tener solo lo estrictame­nte necesario: una larga mesa para comer con invitados, un par de sofás donde conversar cómodament­e y poco más. Seguí la misma regla en los dormitorio­s: una cama, un par de mesillas y una butaca en la que dejar la ropa”. Todo en colores sobrios para no competir con la forma de los muebles y sin abusar del textil. “Como he dicho, los techos son muy importante­s para mí, por eso conté con la ayuda de un equipo experto de restaurado­res que habían trabajado en El Prado y en El Escorial. Quería que quedaran impecables”, recalca. En cuanto a los suelos, fueron tratados a mano, terminados sin brillo y con incrustaci­ones aleatorias de losetas hidráulica­s. Una casa para mirar de arriba abajo.

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