“La DECORACIÓN surgió sin más al ir juntando objetos de VIAJES y de ARTESANOS con los que trabajo”.
roman alonso
Roman Alonso, venezolano de nacimiento pero norteamericano de adopción, nunca se imaginó que terminaría fundando, junto a un grupo de amigos (Steven Johanknecht y los hermanos Pamela y Ramin Shamshiri), el conocido estudio de diseño Commune. Estudió Arte y Periodismo en Boston, trabajó en Nueva York como relaciones públicas y publicista y en 1998 se mudó a Los Ángeles, donde con su amiga Lisa Eisner se dedicó a editar libros de arte. Fue en 2003 cuando dio un giro a su vida. “La verdad es que nunca me había planteado ser interiorista. En los primeros tiempos me encargaba del branding y del diseño gráfico, pero poco a poco me atreví con algunos proyectos y me gustó. Ahora tengo la suerte de poder tocar todos los palos”, señala. Su casa responde a esa inquietud decorativa. Encontró este apartamento en la zona este de Los Ángeles, sin pretenderlo, por motivos de trabajo. Un amigo lo había adquirido como inversión y le pidió que se lo restaurara. Una vez hecho, el propio Román se instaló temporalmente mientras buscaba algo para comprar. De eso hace ya ocho años y sigue viviendo aquí. “Me encantó el estilo del edificio, construido con madera de secoya en 1913, que para esta ciudad es una antigüedad. Está dividido en cuatro pisos idénticos y seguramente fue concebido para la clase obrera que en aquella época trabajaba en el centro. Lo mejor es lo bien aprovechados que están los 75 m2, distribuidos en un salón, un comedor, una habitación pequeña acristalada –mi zona favorita para leer o echarme la siesta–, cocina, baño, un dormitorio, un pequeño cuarto de plancha, algo muy americano, y un amplio armario que convertí en librería porque necesitaba acomodar la gran cantidad de libros que poseo”, cuenta. La paredes van del blanco al gris, y son más claras en la cocina y más oscuras en el dormitorio. “Me gusta dormir en habitaciones de tonos profundos, me invita a relajarme. Estoy en contra de pintar los espacios pequeños de blanco; mejor sacar ventaja de la escasez de metros para convertirlos en rincones íntimos y tranquilos”, explica. El interior no responde a ningún criterio estético que no sea la comodidad. Está repleta de cosas básicas, sencillas, funcionales y prácticas que Roman ha ido acumulando principalmente por su valor sentimental: fotos, carteles de rock y obras de creadores poco conocidos visten las paredes. “No tenía ninguna idea preconcebida sobre cómo decorarlo, fue surgiendo sin más, mientras yuxtaponía souvenirs traídos de todo el mundo o piezas que me han regalado artistas o artesanos con los que he trabajado. Este lugar es mi refugio, donde desconecto de mis viajes por motivos de trabajo. El único problema fue meter en él todo lo que tengo”, ironiza. Prueba conseguida.
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