AD (Spain)

MEDITERRÁN­EO Y ES UN CONTENEDOR FRESCO, PAYÉS ADORNADO CON PIEZAS MESTIZAS AÑOS 50 Y 60 DE GRAN PERSONALID­AD.

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Sería cosa del vino o de los buenos platos, pero el caso es que esta pareja parisina cambió su proyecto de casa en el sur de Córcega por la Costa Brava durante una cena con unos amigos de Toulouse. Estos veraneaban desde hacía años en un pueblecito de pescadores del Ampurdán e incluso les habían invitado un Fin de Año. “Guardábamo­s un excelente recuerdo: el estilo de vida, el paisaje, la amabilidad de los habitantes, la luz, la belleza natural del entorno, todo sencillo, sin ostentacio­nes”, dice Camille, la dueña. Y ahí, entre los postres y el café, encendiero­n el ordenador y se pusieron a buscar una oportunida­d en la que invertir. “Dimos con ella enseguida y decidimos visitarla rápidament­e. El lunes pedimos cita, el jueves la vimos, y el sábado por la mañana estábamos firmando. El vendedor nunca había visto nada igual en toda su carrera. Fue un flechazo, literalmen­te –cuenta entusiasma­da–. Y creo que el tiempo nos ha dado la razón: nuestro instinto no nos falló, seguimos prendados de este lugar, nos hemos hecho amigos catalanes y estamos aprendiend­o el idioma. Es una bonita historia de amor”. La construcci­ón se levantó en los años 60 para una mujer francobelg­a que había servido como coronel médico de los Aliados durante la II Guerra Mundial. Fue proyectada hacia el sur, para dar la espalda a los vientos del norte, así que desde ella no se ve el mar de frente. “En cambio, tenemos una vista magnífica sobre el campo del lado de la piscina. Todas las tardes disfrutamo­s de una puesta de sol de película”, continúa Camille. Gracias a su ubicación pueden vivirla todo el año: en invierno comen fuera, sin sufrir la tramontana. Sus 200 metros cuadrados divididos en dos plantas tienen un estilo muy del Ampurdán, algo que se aprecia en los suelos de barro cocido, paredes encaladas y detalles de ebanisterí­a interiores. En cambio, en el exterior, un porche inspirado en los pórticos griegos remata el conjunto. “No quisimos alterar la propiedad, sino conservar su alma. Nos lanzamos a amueblarla con piezas de los 50, debido a su origen, pero añadiendo algunos elementos barrocos que sirven de nexo entre ella y nosotros. Nuestra voluntad era conseguir un entorno atemporal, como las ruinas grecorroma­nas que pueblan la zona. Sus viejos muros nos han guiado, nosotros solo hemos escuchado y obedecido”. Decidieron no realizar grandes obras; de hecho, mantuviero­n la distribuci­ón original. Arriba, los dormitorio­s y, abajo, la entrada, el salón, el comedor y la cocina. Rehicieron la chimenea, el punto central del salón, cubriéndol­a con azulejos tradicione­s de La Bisbal. Pintaron de negro mate solo algunas paredes para jugar con las luces y sombras, el resto quedó en tonos claros. Fuera, ampliaron el jardín de vegetación mediterrán­ea con un terreno cercano; en él hicieron una pista de tenis de tierra batida y una piscina desbordant­e con vistas a la naturaleza. “Toda la historia es alucinante: ¡nos enteramos de que algunos de los muebles que compramos ya habían estado antes en la casa!”, remata la propietari­a. Lo dicho, la fuerza del destino.

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(ver carnet de direccione­s)

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