Grandes ALMACENES
VITRA COMPARTE CON EL MUNDO SU ENORME COLECCIÓN DE DISEÑO, UNA DE LAS MÁS IMPORTANTES DEL PLANETA. HERZOG & DE MEURON HA PROYECTADO EN SU CAMPUS DE WEIL AM RHEIN UN EDIFICIO TAN SIMPLE COMO EFECTIVO DONDE EXPONER LOS MÁS DE 7.000 MUEBLES QUE LA COMPONEN.
No sucede en ninguna otra empresa del mundo. Que la fábrica esté diseñada por Álvaro Siza, la nave de logística sea de Sanaa, el edificio de reuniones de Tadao Ando o la estación de bomberos de Zaha Hadid. Es Vitra y esa colección de arquitecturas de apellido insigne con aroma a Pritzker es su Campus en Weil am Rhein, Alemania. Ahora, una nueva joya se añade a la corona, los suizos Herzog & De Meuron, que ya firmaron hace cuatro años el showroom llamado Vitrahaus, han sido los encargados de proyectar el nuevo museo Schaudepot, que alberga la ingente colección de diseño acumulada por Rolf Fehlbaum, actualmente su presidente honorífico y el artífice de haber convertido una firma familiar en una multinacional con una marcada identidad. Un total de 7.000 muebles, más de 1.000 lámparas y los legados de sus diseñadores icónicos: los Eames, Verner Panton y Alexander Girard. “Nunca pensé que sería coleccionista. En 1981 estaba aburrido y pensé que quería saber más de diseño. Empezé a comprar y a acumular en la oficina, lo cual era confuso porque parecían productos de la casa”, cuenta Fehlbaum. Cuando la cosa pasó a mayores le encargó un primer edificio a un todavía no muy conocido Frank O. Ghery, su obra de debut fuera de Estados Unidos. Pero la construcción sinuosa y con remates metálicos, donde ya se intuían los mimbres del futuro Gug genheim, nunca cobijó los fondos. Se dedicó a exposiciones temporales. El Schaudepot sí muestra de forma permanente algo más de 400 piezas, aunque es más lo que esconde que lo que enseña. De sus tres pisos, dos están dedicados a almacén, investigación y restauración. Los arquitectos buscaron deliberadamente una forma ultrasimple, una casita básica como la que dibujaría un niño de preescolar con tejado a dos aguas en ladrillo rojo y carente de ventanas que se levanta sobre lo que fue un almacén de acero. “Puede parecer modesto comparado con el resto de los edificios, pero Pierre y yo no buscamos lo icónico –explica Jacques Herzog–. Quisimos que dejara traslucir un pasado industrial pero con el estatus de una pieza de arquitectura y que por dentro fuera muy simple para poder acoger las transformaciones”. El elemento diferenciador y que le otorga calidez es precisamente el ladrillo, que en vez de lucir liso muestra una cara rugosa e irregular. “Se cortó a pie de obra. El romperlo lo hace más terrenal, hoy día en que todo es digital e intangible,” dice el suizo. Un continente erigido a mayor gloria de un gran contenido. www.vitra.com
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