Paredes madera blancas, suelos de y neutralidad ‘design’. de fondo: es el escenario del mejor
el centro histórico, algunos barrios nuevos y el hipódromo y, por otro, un jardín interior creado por Libeskind”. La coherencia entre la arquitectura y el mobiliario elegidos era fundamental. “Siempre establezco un diálogo entre los objetos y las habitaciones en las que se encuentran. El espacio es absolutamente determinante en lo que hago”, puntualiza. En los 200 metros distribuidos en dos niveles, Rossana mezcló piezas de Piet Hein Eek, Oskar Zieta o Nika Zupanc con otras más arty de Nacho Carbonell o Damiano Spelta, todas de su galería. “Me apetecía que hubiera un contraste entre los muebles hechos con materiales reciclados de la terraza, como la mesa Rag Round y las butacas Bag Chair de Piet, y las piezas más design del interior, algunas de serie limitada, como el sofá Raw de Matteo Catalegno”, resume. La primera planta engloba una zona de comedor junto a la escalera, con grandes ventanales a la ciudad, presidida por un dramático chandelier de Jacopo Foggini, y otra área donde se ubica el salón determinado por la mesa-escultura Stratosfera de Pietro Tavaglini. En el segundo nivel, una salita da paso al gran dormitorio, más despejado y monacal, a un baño también teatral, donde un taburete con la imagen de Orlandi nos recuerda quién firma el proyecto, y a una gran terraza. “Junto a mis diseñadores de la galería añadí una lámpara de Gino Sarfatti, de la que soy una gran admiradora, y de otros nombres más clásicos como Piero Lissoni cuyas creaciones también me encantan”, remata. El arte es fruto de los gustos de la galerista: algo de fotografía de Ruggero Rosfer y Sun Shaokun, pintura de Michela Castagnaro y esculturas de niños mimados de Ro (así la llaman sus amigos) como los pájaros de Jaime Hayón. El resultado es un espacio luminoso, abierto a la ciudad, en el que la madera de los suelos y las paredes blancas son el lienzo propicio para el mejor diseño. Bravo bravissimo.
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