AD (Spain)

“MI CASA ES UN ESPACIO luz BRILLANTE DE desvergonz­ada Y ventanas QUE ENTRA POR ENORMES QUE DAN jardín”. AL

PAOLA NAVONE

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e gusta hacer las cosas de la forma más sencilla y amigable posible. La simplicida­d es un elemento muy importante en mi trabajo y en mi vida. No tiene nada que ver con la mediocrida­d o la monotonía sino con el respeto por el aspecto natural de las cosas. Hace que todo sea más fácil y más atrayente”, nos cuenta Paola Navone, una de las grandes del diseño italiano, que allá por los años 70 acabó su carrera de Arquitectu­ra en Turín para trabajar, durante más de una década, con iconos como Alessandro Mendini, Ettore Sottsass o Andrea Branzi. Algo (o mucho) de esa mezcla entre autenticid­ad e imaginació­n, sobriedad y colores rotundos hay en su refugio milanés, situado en el último piso de un hangar industrial en el que, en la planta baja, se encuentra también su estudio. Es un espacio tan poco burgués, tan informal y a la vez tan estético y viajado como el barrio de Tortona donde está ubicado, territorio creativo en la ciudad más design del mundo. La italiana tardó casi tres años en mudarse definitiva­mente. Antes tuvo que tirar el techo de madera, destrozado por un incendio, que descubrió la belleza de la arquitectu­ra bruta, conservada en la mayoría de las habitacion­es. Más tarde decidió recubrir de zinc la parte superior con formas inspiradas en los edificios hausmanina­nos, tapizar el suelo del salón con piedras de río y abrir la estructura a dos terrazas laterales y a un jardín llamado Blue Bidon, que se inventó su amigo Stefano Baccari, paisajista genial y poco convencion­al que supo entenderse con ella a la perfección. Su dormitorio, una sala de estar abuhardill­ada, un comedor y un enorme salón abierto completan la vivienda. “Mi hogar es un espacio lleno de luz, una luz brillante y desvergonz­ada que entra por enormes ventanales abiertos al exterior. Aquí el aire puede circular libremente y el ruido de la ciudad no entra”, nos dice. Pero el centro del hogar es sin duda la cocina. “Tiene grandes estufas y está llena de libros de recetas de todo el planeta, piezas rojas, esculturas y miles de cacharros de menaje. Cuando cocino, cocino, y necesito hacerlo en esta estancia alegre y vivible”, asegura. Para conseguir que la vieja nave industrial fuese más cálida, Navone decidió utilizar piezas de cerámica turquesas abandonada­s en fábricas de Asia para customizar el volumen que separa su dormitorio con el baño y la ducha. Las fue recopiland­o y enviándose­las por correo a su país durante dos años. Azul y gris es también la alfombra de baldosas hidráulica­s de un salón repleto de objetos diseñados por ella o comprados en sus cientos de viajes por el mundo, y la porcelana toscana y francesa que colecciona. “Tengo una forma bulímica de acumular. Soy una excéntrica antropólog­a de objetos”, confiesa. Pero Paola todavía no estaba conforme, al refugio le faltaba vida, intimidad y contraste para sentirlo suyo. Trasportó entonces un viejo árbol a su salón y, a partir de él, fabricó una escalera de madera que más tarde pintó de negro y blanco imitando el arte de las tribus africanas. La llamó afroscala. “Me encanta lo híbrido, combinar cosas que vienen de mundos diferentes. Disfruto la imperfecci­ón que, para mí, es una forma especial y poética de belleza”, remata. Es la última, que no definitiva, morada de esta viajera irreverent­e que tiñe todo lo que toca del azul de su parte preferida del Mediterrán­eo, el de las islas Cícladas donde le gusta nadar y relajarse. n

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(ver carnet de direccione­s)

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