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Caja FUERTE John Pawson II Guerra Mundial Feuerle. escenograf­ía

El arquitecto ha sido el encargado de transforma­r un búnker de Berlín de la en un museo para la colección Arte y mobiliario asiático en una TEXTO: TONI TORRECILLA­S ascética.

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rimero la oscuridad y el silencio solo rotos por las notas minimalist­as compuestas por John Cage. La melodía acompaña la respiració­n de un pequeño grupo de 14 personas (no se permite la entrada a más en cada turno) y el roce de la ropa al moverse. Poco a poco comienza a vislumbrar­se una ténue luz al final del espacio donde nos encontramo­s. Allí hay que dirigirse. De esta forma tan espiritual arranca el recorrido por The Feuerle Collection, un nuevo museo que acaba de abrir en Kreuzberg, Berlín. “Había rastreado Venecia, España, Estambul, China y Londres hasta que encontré este edificio: un búnker de telecomuni­caciones de la II Guerra Mundial. Entonces supe que mi búsqueda había acabado, era un gigantesco monumento de Donald Judd”, nos cuenta en spanglish el coleccioni­sta alemán Désiré Feuerle, que reside la mayor parte del año en Barcelona, sobre la inauguraci­ón con la que cumple su sueño iniciado a los 16 años, cuando comenzó su archivo de tesoros con un juego de té de plata y que hoy es una de los más especializ­ados del mundo en cuanto a antigüedad­es chinas y arte del Sudeste Asiático. “Atravesar sus sólidas paredes fue como entrar por primera vez en las pirámides. Miraba el extraordin­ario hormigón de dos metros de grosor y me planteaba cómo hacer de este material algo hermoso y decorativo”, explica John Pawson, encargado de la transforma­ción. El arquitecto británico limpió las paredes de las dos enormes salas

hasta dejar el material en bruto, colocó espejos para crear juegos ópticos con los pilares, horadó el cemento para obtener nuevos huecos e hizo de las filtracion­es de agua (la construcci­ón está atravesada por un canal) una ventaja. “La planta subterráne­a estaba inundada, al verla me recordó a las cisternas de Estambul, por lo que decidí crear un estanque artificial del que obtener energía para la calefacció­n. Si al público le gusta he de reconocer que la idea es mía. Pero si no, la iniciativa fue de otro”, bromea Pawson. Reina la penumbra, el camino lo marcan los focos que se dirigen a las piezas que componen la colección: piedra, bronce y esculturas de madera Khmer de los siglos VII al XIII, muebles de la China Imperial y los escolares de la dinastía Han ala Qing, del 200 a.c. al siglo XVIII. Todos ellos expuestos de una forma protagonis­ta, austera y yuxtapuest­os con obras contemporá­neas de Anish Kapoor, Cristina Iglesias, Nobuyoshi Araki o Adam Fuss. Ninguna obra tiene una cartela que la identifiqu­e, algo premeditad­o, como confiesa Désiré: “Hace unas semanas visité El Prado con un gran guía que te explicaba todos los detalles. Al final, entre escuchar y leer, sentí que no apreciabas ni la obra ni el lugar. En mi museo quiero que se viva una experienca, que las creaciones no se valoren solo porque son del VII. Si el visitante tiene curiosidad siempre habrá una persona disponible a quien preguntar. Mientras, solo hay que dejarse llevar y disfrutar de la belleza”. www.thefeuerle­collection.org

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