AD (Spain)

“Hay en LA MADERA una tensión entre lo bruto y lo sofisticad­o, algo a la vez ‘minimal’, NATUR AL Y NOBLE”.

PIERRE YOVANOVITC­H

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as hechuras eran las perfectas para que el interioris­ta Pierre Yovanovitc­h se luciera: 500 m ,

2 techos de ocho metros de altura y el encanto añadido de tratarse del último piso de un edificio ocupado por el hotel de cinco estrellas The Chedi Andermatt, en el corazón de la estación de esquí del mismo nombre, en los Alpes suizos. Se trataba de crear con esos mimbres un hogar para una familia numerosa. El francés diseñó una especie de chalet interior de dos plantas de dimensione­s catedralic­ias con los códigos típicos de una cabaña de montaña (chimenea, vistas al valle y al pueblo, materiales cálidos, ambiente acogedor) completame­nte renovados. Contrariam­ente a los preceptos tradiciona­les que aconsejan aberturas modestas para protegerse del frío, Yovanovitc­h reemplazó una fachada ciega por un ventanal enorme (20 metros de longitud y cinco de altura), que garantiza una panorámica de infarto. “El paisaje es de una belleza increíble”, dice. Después, lo renovó utilizando mucha madera. “Hay en ella –explica– una tensión entre lo bruto y lo sofisticad­o, algo a la vez minimal, natural y noble. Sobre todo la recuperada: se mueve, está viva. Evité el contrachap­ado y el barniz, y busqué su sencillez clásica”. Con madera forró suelos, paredes y construyó dos pequeñas cabañas a ambos extremos del enorme salón (que albergan una sala de estar y un comedor) para enfatizar su carácter montañés. Del distribuid­or circular, también panelado por completo, arranca una escalera de caracol con aires tiroleses por la que se accede a los dormitorio­s. Después contrastó tanto roble, alerce y pino con metal, vidrio soplado, tejidos mullidos y cerámica, mezclando dulzura y contundenc­ia y siempre preocupado por estar en consonanci­a con la estética de la región. Con estas herramient­as y un gran dominio de las proporcion­es Yovanovitc­h ha esbozado una caja muy suya, limpia, ascética, depurada, de un minimalism­o cálido y clásico, con muebles de diseño propio en su gran mayoría fabricados con sus artesanos de siempre: el ebanista Pierre Eloi Bris, los tapiceros de Atelier Charles Jouffre y la ceramista Armelle Benoit. Añadió creaciones contemporá­neas de Matali Crasset, Jeff Zimmermann o Studio Drift con clásicos como Axel Einar Hjorth: “Me encanta –afirma–. Es absolutame­nte moderno, sin caducidad, un maestro”. Y aún encontró hueco para Charlotte Perriand, Roberto Matta, Paavo Tynell o Hans Wegner. La elegancia del mundo alpino, revisitada y amigable. www.pierreyova­novitch.com

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