La suerte de lo FEO
Lo bonito nunca cansa, anima el espíritu, reconforta el ojo. Estamos acostumbrados
al estilo mono y a la estética cuqui a lo bello, a lo armónico, (por decirlo coloquialmente), a verlo todo con los filtros de ‘Instagram’. En el mundo bonito nada hiere, nada molesta, incomoda ni sacude. Lo bonito siempre es bonito, punto. ¿Y lo feo? ¿Dónde queda lo radical, lo extraño, lo bizarro, lo imperfecto, lo raro, lo inusual, lo
lo políticamente incorrecto...? explícito, Si esta cadena de adjetivos no te ha provocado un sarpullido, quizá estés ya en la senda estética que cada vez cobra más fuerza. Y quizá yo me esté metiendo en una selva (berenjenal más bien) reivindicando una dosis de feísmo frente a la uniformidad decorativa, ejemplificada en los muebles DIY con palés, los tonos pastel y el ladrillo visto. Si en moda Demna Gvasalia desde ‘Balenciaga’ y Jonathan Anderson en ‘Loewe’ cruzan las fronteras del buen gusto
qué es moderno hoy, tradicional para decir en la casa algunos valientes le hacen muchos ‘feos’ a la decoración, sin perder la capacidad crítica. A ellos está dedicado este
estilo Antichic número: lo hemos bautizado. Son India Mahdavi y Oitoemponto añadiendo a sus elegantes mansiones un toque ‘kitsch’ excéntrico; jóvenes como Amaro Sánchez de Moya que arracima óleos del XIX, muebles estilo Directorio y grabados de animales en su piso de Madrid; el arquitecto español Joaquín Pérez-goicoechea levantando una villa en Kuwait con forma de roca y plegada como un origami; o el artista Ton of
con estridente diseño ‘Memphis’. Holland que invade una casa renacentista Como una vez dijo Diana Vreeland: “Tener demasiado buen gusto puede resultar de lo más aburrido”.