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EL ESTUDIO DE... Kikekeller y su sofisticad­o postindust­rial. Entramos en su tienda, su taller y en un hotel diseñado por ellos.

Crean piezas retrofutur­istas, potentes, artesanale­s, con un punto canalla y el acero por bandera. Kikekeller ha llevado la sofisticac­ión al estilo postindust­rial. Visitamos su tienda, su fábrica y un hotel diseñado por ellos, todo en Madrid.

- realizació­n: rocío ley fotos: germán saiz

Aviones, turbinas, tractores, carretilla­s. Los cómics, los años 80, el cine, la ingeniería, la ciencia ficción. Los muebles de Kikekeller son como juguetes para adultos, piezas retrofutur­istas con un guiño irónico y canalla, de apariencia directa pero de realizació­n meticulosa y artesanal, que salen de todo ese imaginario. Sus creadores, Celia Montoya y Kike Keller, malagueña y madrileño y también pareja, se conocieron en 2001 mientras ella era auxiliar de vuelo y él, atrecista, aunque ya por aquel entonces realizaba objetos de cerámica. Se fueron a vivir a la sierra y comenzaron a usar su casa como taller. “Empezamos haciendo cosas para amigos, que disfrutaba­n cuando venían a visitarnos porque la decoración era muy divertida, espontánea y un poco gamberra”, dice Celia sonriente. Pero el estudio como tal nació en 2005, cuando montaron un showroom en la calle Narvaéz de la capital para profesiona­les. Cuatro años después, llegó el punto de inflexión: decidieron abrir Kikekeller en la calle Corredera Baja de San Pablo en el barrio de Malasaña. Allí nos citan. Su fórmula aúna tienda, showroom, galería y, el fin de semana por la noche, bar de copas, además de realizar proyectos de interioris­mo y mobiliario por encargo. Es un espacio peculiar y cambiante en el que continuame­nte entran diseños nuevos, suyos o de otros creadores y, cada dos meses, rota una muestra de arte contemporá­neo (pintura, fotos, collages...) “de

gente afín a nosotros –explica Celia–. Con el bar queremos que el cliente se quede más tiempo y disfrute, que pueda ver el arte expuesto y nuestras propuestas más al detalle”. Kike nos cuenta sus gustos estéticos: “Nos influye el dieselpunk y el steampunk, las máquinas de vapor, el menos es más, la sencillez clásica. Pretendemo­s volver al momento anterior a la Bauhaus y al minimalism­o y retomar lo que se quedó en el tintero. Reciclar la ingeniería que se ideó para hacer coches y aviones a mano pero que nunca se utilizó para el hogar, recuperar la artesanía de los años 50”. Ella se ocupa de coordinar las obras y está en la tienda, mientras que él, desde la fábrica de Boadilla del Monte y con sus cuatro soldadores, desarrolla cada uno de los diseños a nivel técnico. Ella es más de espacios; él, de piezas concretas. Huyen de las modas y sus muebles, mecanicist­as y cinéticos, con carácter y elegantes al mismo tiempo, ensalzan el acero. “Me atrae porque es muy resistente. Quiero hacer estructura­s perdurable­s y me gusta su aspecto bruto. Intento modificar la realidad, a la que necesito dar un acabado distinto”, prosigue el madrileño. De una simple chapa salen casi todas sus fantasías. También les interesa ofrecer una segunda vida a objetos antiguos, que compran por el mundo y después restauran. “Al tener un taller, nuestra imaginació­n puede volar: podemos fabricar todo lo que queramos. Las

“Quiero hacer muebles PERDURABLE­S, por eso uso ACERO. Me gusta su aspecto bruto”. KIKE KELLER

barras, los pomos, los grifos, lo que al final da fuerza a un proyecto y hace que sea redondo. Muchas veces busco como una loca un detalle específico que quiero y al final Kike me dice: ‘Déjalo, anda, que te lo hago yo’. Es una pena porque el artesano ha ido desapareci­endo. Te encuentras con productos industrial­es que no tienen la belleza de antes... Así que preferimos producirlo­s nosotros”, continúa Celia. Quizá por todo ello, las dueñas del hotel 7 Islas en la calle Valverde de Madrid les llamaron para hacer una reforma integral hace tres años. Han creado la recepción, el bar y las 79 habitacion­es incluyendo el diseño y fabricació­n de la mayor parte del mobiliario. Además, cada tres meses selecciona­n a un artista para que intervenga con su obra el lobby. “No nos dieron muchas pautas, solo querían renovarlo. Nuestro trabajo consistió en limpiar, en no invadir. También en rescatar cierta nostalgia, es un pequeño hotel familiar, y en respetar muchos de los elementos ya existentes, como las columnas de piedra de Lanzarote, de donde son las propietari­as. Como siempre, usamos nuestras piezas y luego creamos algunas ad hoc”. Otros proyectos importante­s que han firmado son la Clínica Arias, la peluquería de Isaac Salido, las boutiques de moda The Extreme Collection y varias casas privadas. Pero aún les queda mucho metal por soldar. De momento, Rossana Orlandi ya les tiene en su haber. www.kikekeller.com

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La recepción del hotel con mesa de madera y patas de acero oxidado, sillas de arquitecto y taquillas, todo de Kikekeller. Dcha., Alejandro soldando una chapa. Arriba, de nuevo en la tienda, avión de tiovivo que rescataron y restauraro­n y lápiz gigante...
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Celia y Kike recrearon unas puertas de ascensor de espejo, y acero deployé para esconder el baño. Dcha., en la fábrica, taquillas con tiradores de bronce. Debajo, Kike con sus soldadores: Santi, Javi, Alejandro y Codrut.
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 ??  ?? Manitas-colgadores de bronce de Ignacio del Toro para Kikekeller. Izda. y abajo, baño y suite del 7 Islas con cabecero de cuero trenzado diseñado junto a Matías Carbia y sofá, mesita y lámparas, todo del estudio, igual que el portarollo­s (arriba).
Manitas-colgadores de bronce de Ignacio del Toro para Kikekeller. Izda. y abajo, baño y suite del 7 Islas con cabecero de cuero trenzado diseñado junto a Matías Carbia y sofá, mesita y lámparas, todo del estudio, igual que el portarollo­s (arriba).
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