AD (Spain)

No tiene Es la única casa la fachada negra del pueblo.

Pérdida. con

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“Mis clientes no se atreven con el lado oscuro –arranca con humor el interioris­ta sudafrican­o Etienne Hannekom–. En general se decantan por blancos o beiges pero como esta vez el interesado era yo mismo decidí pintar de negro, ¡el color del demonio! Me gustan los tonos oscuros, dan intimidad”. Dicho y hecho. El exterior de esta villa victoriana construida a principios del XX en el pequeño pueblo de Robertson (provincia de Western Cape) luce en un mayestátic­o color carbón. Etienne la compró como segunda residencia hace dos años, cuando llevaba uno vacía, dividida en dos viviendas diferentes. “Tenía dos baños, dos cocinas, muchísimas habitacion­es, espacios sin ventanas y no había una salida directa al patio. Mi idea era volver a sus orígenes. Me llevó seis meses revertir este proceso y crear un único salón-comedor y cocina que se abre a una veranda con chimenea junto a la piscina. En Sudáfrica el clima permite hacer vida fuera ocho meses al año, así que parecía apropiado montar una zona de estar exterior”. Hannekon cambió así completame­nte la distribuci­ón de la planta en U llevando los dos dormitorio­s a la parte delantera, que da a la calle, y las zonas comunes mirando al interior ajardinado, pero en cambio fue muy respetuoso con los elementos originales como los suelos de pino de Oregón, las ventanas de guillotina y los techos de zinc labrado. En su defensa de los colores sombríos, comenzó pintando las paredes de grises humo y tierras pero... “cuando me mudé empezaron a aparecer toques de rosa, de amarillo”, explica Etienne, que ahora tienen un papel más que protagonis­ta. Al acabar la obra, amueblar fue fácil. Es un acumulador nato con amor a la nostalgia. “Había comprado las viejas vitrinas de farmacia argentinas y diseñé la cocina en función de ellas. Mis animales son mi orgullo, llevo muchos años colecciona­ndo taxidermia. No entiendo por qué ofende a algunos, para mí se trata de darles una segunda oportunida­d. Cada pieza o mueble tiene una historia, creo que es importante tener una conexión con aquello con lo que convives. Me gustan incluso las cosas feas, creo que con un par de ellas se puede crear una obra maestra. Lo que para unos es basura, para otros es un tesoro”, explica este diseñador gráfico reconverti­do en interioris­ta tras ejercer de director de arte de una revista de decoración de su país. “Me encanta el upcycling incluso en el arte. Nunca he comprado obra contemporá­nea porque no me considero educado como para ello. Prefiero la que ha descartado otra gente”, cuenta. Y remata: “Decorar un espacio es como cocinar. Nunca sabes qué sabor tendrá exactament­e. Necesita un proceso, necesita madurar”. www.etiennehan­ekom.com

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