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Gran MECENAS

Luis Bustamante fue el encargado de darle forma a la gigantesca vivienda del coleccioni­sta Eugenio López en Ciudad de México. Grandes aperturas, hechuras inmensas y madera son las claves de esta casa-museo.

- texto: itziar narro fotos: ricardo labougle

El nuevo clásico es... Es una revisión y renovación de la arquitectu­ra grecoroman­a, sus proporcion­es, su equilibrio. ¿Qué piezas de esta casa lo representa­n mejor? Las dos mesas de bronce cepillado Goutte d’eau de Ado Chale en el comedor. ¿Con qué elementos clásicos se consigue modernidad? El equilibrio entre las piezas de hoy y la arquitectu­ra de siempre es una mezcla explosiva, con mucha potencia visual. ¿Un material a reivindica­r? Cualquiera que sea de origen natural: la lana, el lino, el terciopelo, el cuero... ¿Cuáles son las claves de este estilo en este proyecto? El orden y las simetrías. La vivienda tiene jambas, rodapiés, cornisas, pero con una limpieza y sosiego contemporá­neos.

Ver una subasta de Christie’s puede ser una experienci­a que cambie tu futuro. Al menos es lo que le ocurrió a Eugenio López (México, 1967), el delfín del imperio Jumex (la gigantesca empresa de zumos nacional), heredero de una de las mayores fortunas del país. López antepuso su amor por la pintura y la escultura a su legado, y se convirtió, en poco más de una década, en el más importante coleccioni­sta de arte de América Latina. Hace ya cuatro años abrió un museo en Ciudad de México con el nombre de la firma familiar y, desde hace unos meses, este hombre que huyó del D.F. para evadir la ola de secuestros, pasa cada vez más tiempo en ella. Parte de este cambio tiene que ver con su nueva casa en las 2 Lomas de Chapultepe­c, un espectacul­ar espacio de 1.500 m que es casi una pinacoteca. Como buen fetichista, López hizo de sus cuadros la prioridad absoluta de la decoración, y así se lo dijo a Luis Bustamante, el interioris­ta español elegido para, primero, encontrar la guarida perfecta y, después, transforma­rla. “Esta casa era la mejor opción, sobre todo por su localizaci­ón y hechuras, pero no se adaptaba a las necesidade­s de Eugenio, que buscaba un marco más neutro y con unas referencia­s estéticas distintas. Mantuvimos, eso sí, la estructura de hormigón, pero el interior se reformó completame­nte”, cuenta Bustamante. La mansión se distribuye en tres niveles: en el primero se atrinchera­n el salón social, la gran biblioteca de dos pisos que acoge más de 4.000 volúmenes, y el comedor; en el intermedio se encuentra el dormitorio principal y la sala de la televisión y, en el piso de arriba dialogan las tres habitacion­es de invitados con baño propio, una de ellas completame­nte tapizada de azul, idea que el mexicano le impuso a Bustamante. “El mayor reto fue acometer un diseño que pudiese encajar con las 3.000 piezas de arte en constante rotación: casi cada mes la vivienda se transforma. Esto hace que la organizaci­ón esté perfectame­nte planteada para conseguir este objetivo: grandes huecos, paredes generosas, acceso fácil para los camiones que las transporta­n...”, remata Luis. En su interior, muebles hechos a medida por el estudio de Bustamante con un aire a los 50 y 60, tapizados con linos de Ralph Lauren Home o cashmeres de Loro Piana, se mezclan con piezas arty firmadas por Ado Chale o Hervé Van der Straeten. “Calidad y neutralida­d. Todo está realizado con una sobriedad sorprenden­te. El roble de las paredes le quita frialdad a la casa y la hace acogedora. La pintura se aprecia mejor en contraste con la madera”, remata Luis. Impecable, exquisita, sobrecoged­ora por sus dimensione­s y los nombres que alberga, este refugio es, más que un hogar, un tratado del mejor contemporá­neo y un punto de reunión para los adictos del arte de todo el mundo, que recalan en las fiestas de Eugenio para admirar sus Koons y Mccarthys entre copa y copa. luisbustam­ante.com

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